jueves, 20 de octubre de 2011

GADAFI Y EL CESE DE ETA



Hoy ha sido un día de preocupación social. Me he levantado muy tertuliano y todo en mí ha sido pensar en el bien común y al llegar a casa, tras un día incomunicado, me encuentro con que se ha meneado tanto la actualidad que se ha hecho historia. ETA lo dejan y matan a Gadaffi.
Gadaffi era mi dictador favorito. Alguna vez me he soñado diplomático corrupto en su jaima, fumando la pipa de kif y troceando algún territorio miserable, mientras tres esclavas con ombligos de ópalo se repartían mi miembro cansado. Creo que lo mejor que tenía ser presidente de un gobierno occidental era orientalizarse un poco en sus jaimas y que Gadaffi te regalara un caballo. Eso siempre lo consideré yo una cosilla venial, mientras que los expertos geoestratégicos y los pulquérrimos del estado de derecho se rasgaban las vestiduras con la pasión que exigiría Rafa, el de fama, a alguno de sus bailarines. Adoraba sus túnicas de pedrería y su cardado, o lo que fuese, entre Jacko y Luis Ortiz, porque el mandatario (mandatario será siempre para mí), era un poco así: extravagante y como sacado del thriller y a la vez una pizca marbellí. Gadaffi, con su mirada congelada de malo estudiado ¡cómo nos lo íbamos a tomar en serio! Sus últimos discursos en defensa de su régimen son ya inolvidables. Algunos de ellos me despertaron de madrugada, sonando en la radio como una incitación demoniaca, desquiciada y divísima a la resistencia. Sólo después, escuchando a Aída decir lo de alajaría, alajaría, he comprendido que no era para tanto.

El asesinato de Gadaffi ha sido un crimen cruel, bárbaro, que deslegitima cualquier cosa de los, así llamados, rebeldes. Las revoluciones son horribles sobre todo por los magnicidios. Magnicidio es una palabra que odio y un acto vil, injustificable. La imagen de Gadaffi, malo oficial del planeta a tiempo parcial, descompuesto, molido a golpes por ese populacho vengativo y abyecto me espanta. Parezco Sostres, creo.

Y anternativamente, aparece en internet una instantánea de tres encapuchados y el anuncio de un cese definitivo. Creo que es algo -cómo se dice ahora...- guionizado y que, en cierto modo, es un regalo envenenado para el próximo gobierno pues o bien negocia (dialoga), envenenando a su masa social, o bien se muestra rígido en algunas cosas que parecen -así lo creo yo- inasumibles, con el riesgo de ser considerado obstaculizador de la paz, que es lo contrario de mediador o facilitador de la paz, según la entiende parte de la población. El triunfo de ciertas tesis -mala palabra- próximas a ETA, o próximas al menos a la negociación, está ya conseguido desde el momento en que se ha aceptado mayoritariamente un cierto concepto de paz que es aberrante. La derrota ha sido anterior y filológica, semántica.

ETA ha envejecido mal. Veo la foto de hoy y sin entrar en mayor análisis o lectura, pienso que estoy ante un programa de humor de la ETB. Tres tipos que cuando los veía de niño en la misma mesa, con la misma capucha, me espantaban y que ahora me generan una instantánea sensación de hilaridad que luego se racionaliza en otra cosa. Pero he de ser sincero: la primera milésima de segundo de esa imagen produce en mí una viva sensación de incredulidad, de incredulidad humorística. La violencia facciosa, la capucha, el echarse al monte, el martirio, la patria, el terruño, la lucha de clases, el marxismo oscuro, puro, en ayunas, todo eso es más antiguo que el hilo negro. Es como ver las películas de Benito Perojo. Todo cambia y hasta a los fanáticos de ETA les entrarán ataques de melancolía: A este Estado que zarandea Standard and Poor's es al que tenemos que odiar fieramente, se preguntarán. ETA, como todos, vive en un mundo de incertidumbres y, dicho en otra jerga, ha de realizar beneficios antes de que su medio siglo de terror se diluya en un guirigay estautario, cuatro concejalías, leyendas rurales y un submundo de pésimo rock contracultural. La cuestión es: la concesión del más mínimo beneficio, ¿no es dar sentido a sus atrocidades? Quiero para ETA la derrota, el desastre y la melancolía. Que sientan, si no lo sienten ya, que de alguna forma han perdido sus vidas por completo. Vengativo seré.

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