viernes, 29 de junio de 2012


EL CAFÉ CON LECHE





Decía Ruano que el café con leche los elegantes lo tomaban en vaso. Cada vez es más frecuente, sin embargo, que lo sirvan en taza. En taza es admisible, quizás, en el desayuno a primerísima hora, pero hay algo doméstico e íntimo en la taza, algo impúdico. La taza es un desvalimiento del individuo, una intimidad y siempre parece que se está en bata. El asa de la taza, bien mirado, es como el gatillo de la pistola; ese gesto de asir o de casi apretar el gatillo es lo que dispara el meñique, no por nada, sino porque en algunos seres humanos la composición fisiológica de su mano hace que el gesto de asir dispare involuntariamente el meñique advenedizo, el meñique parvenu. La taza dispara el meñique, pero esa inelegancia no la provoca el vaso mediano. El sorbo en taza es apocado, tímido, el sorbo en vaso es un buchito más alegre y el café se traga con más generosidad.



El vaso del café con leche es un vaso en vías de desaparición. Tenemos el vaso de chupito, el vaso del refresco o la caña y el del cubata y luego los vasos mayores del mojito. Están también las copas sopesadoras y maceradoras del gin tonic, para la agitación reflexiva del combinado, pero ese es otro tema.



Ese vaso que no llega al palmo, entre el chupito y la caña, era una medida exacta pensada para el café con leche y en muchos sitios ya no se encuentra y empieza a ser lo primero que miro cuando me acerco a la barra de un bar, si tienen o no ese vaso y hay algo probado: el bar tradicional lo tiene, el extranjerizante o el moderno no.



El café con leche en vaso es social. Se agarra y se bebe de un modo abierto y ágil. Es el vaso del que se queda en el bar, del que aspira a hacerlo durar, del que observa y no elude la posiblidad de la conversación. La taza es desayuno introspectivo. En la taza se le da vueltas a la cuchara y se está tentado de mojar, de meter el bollito, el cruasán, mientras que el vaso es más bebedero.



Entiendo que se pudiera ver en esto una manía caprichosa, pero no soporto esa taza donda la leche está siempre demasiado caliente, ni la galleta caramelizada prima del té, que también endilgan en algunos sitios. El café con leche era la caña del que no quiere tomar alcohol, una unidad de bebida social.



He sido mucho tiempo un bebedor de café en taza, convirtiendo mi café en algo introspectivo y casero y ahora, por fin, me abro al café en vaso y no hay división que me importe más que la que deriva del modo en que la gente se bebe el café. He desterrado el amargo cortado en esa tacita insufrible o en ese vaso alcoholizado, tronado del chupito, absolutamente paradójico, porque es vaso de único trago que la gente hace demorar de un modo horroroso, repulsivo dando traguitos sexuales y degustativos. Desde que sólo tomo café en vaso corto he ampliado el espectro de mi observación, pequeño catalejo, y no se me escapa detalle de los parroquianos. El café es más suave y miro  compasivo a los cabizbajos de la taza, a quienes parece que el día se les desmorona como un bizcocho mojado.



     (LAGACETA, 29-VI-12)

miércoles, 27 de junio de 2012



ESPAÑA, 0; PORTUGAL, 0. MI VERDAD



Se enfrentaba España a una difícil Portugal, mejorada respecto a la del Mundial. La entrena Paulo Bento, que hace poco jugaba al fútbol. Cuando uno ha visto jugar a los entrenadores, malo.
Yo nunca he visto reir a un portugués. Todo lo más a sonreir con la boca, en mueca que al final se amarga. Su himno, por otro lado, mueve a poco ardor bélico y es para que estemos muy tranquilos respecto a la españolidad de Ayamonte.

Eso sí, esta selección de la Portugal aplicada al rescate es un conjunto sólido en lo táctico, lo físico y lo estético. El capitán es Cristiano en lo técnico, en lo táctico es Pepe y en lo estético es Meirelles, que es como un Movilla pintón al que no le falta un estilismo. Todos los que nos preguntábamos de qué coño iba Ramos este verano ya lo tenemos claro: de Meirelles.

El resto de Portugal tenía a tíos peinados como Ricky Martin, pero luego defendían con alevosía, soliviantando a los comentaristas de telecinco.

Luis Aragonés tenía la teoría de los pasillos de seguridad, que venían a ser las líneas de fuerza tácticas de un equipo. Sus vigas. Del Bosque ha tirado tabiques y se ha hecho un loft de seguridad. Todo el puto equipo, con perdón, es una organismo flotante y controlador. Hoy, sin embargo, y como en el fondo es un vanidoso, le dio el ataque de entrenador y a modo de flor amarilla en el ojal salió con Negredo de delantero, cuyos andares y pataje zurdo me recordaron al entrañable Salva Ballesta, uno de los últimos representantes de La Furia. Me imaginé a Salva pilotando un reactor, mitad Torrente, mitad Cruise, sonriendo desde lo alto con su casco rojigualda.

Como enfrente estaba Cristiano, había muchas animosidades inexplicables. Lo que antes fue el mourinhismo, luego convertido en maurinhismo, ha devenido en esta eurocopa en moutinhismo, por agarrarse a algún clavo, y los antimadridistas exagerados la han tomado con esta estupenda Portugal, que ha hecho un fútbol la mar de digno.

Además de los madridistas, Portugal tiene un equipo muy estimable. Un portero de nombre impresionante, Rui Patricio, centrocampistas versátiles y modernos, un nueve de un clasicismo irreprochable y cosas como la primera zancada de Nani, tranco caballuno de perturbador efecto, un reserva llamado Custodio o una especie de nuevo e incontenible Geremi apellidado Varela.

La primera parte se desarrolló con poco fútbol. La espesura española. La decadencia de Xavi, la inadvertencia de Xavi. Le estoy descubriendo a estas alturas. Juega con el culo bajo y el cuello alto, como el avestruz. Con su paso de avestruz va girando respondón sobre sus pasos. Tras él, “de líbero alemán” (¡lo que le faltaba, el rollo berlinés!) Xavi Alonso, y muy cerca Iniesta y Silva. Entre líneas, como un la, y los tres juntos un lalalá. Pero Xavi no es lo que fue y su fútbol parece apagarse. Aún juega de primeras para Iniesta (como en la canción: un audífono yo, un audífono tú, para escuchar toda la música de su fútbol), pero a veces, entre las embestidas de los Meirelles, Xavi parecía desconcertado, como un perro al que alumbrasenlos faros de un coche en medio una carretera nocturna.

El centro del campo español, tricotoso, seguía hilvanando lo que luego se deshilachaba y de repente:

-¡Pepe se ha chivado!

Las cosas de los comentaristas.  Portugal, claro, quería ganar y parece que se criminalizaba su empuje. En medio de unos dimes y diretes, Coentrao, con mechas rubias y botas rosas, se echó la mano al paquete mirando a Reina, el speaker, que se encorajinó:

-Coentrao tiene picores en sus partes.

¡Le habían sacado ladillas a Coentrao!

Se iniciaba la segunda parte y las cámaras enfocaban a Del Bosque, que se hacía una mascarilla con las manos. Al lado, Toni Grande, alopécico frontal (esa calva es como una trepanación capilar), que nos permite fantasear con que a Don Vicente le entrase un berrinche y nos lo pudiese mandar a hacer de Karanka el resto de la eurocopa.

Morientes insistía con sus comentarios en “ganar la superioridad” y a mí eso me parecía muy triste, pues qué pena que el fútbol (este fútbol bueno del tiquitaca) sea como todo en la vida: acoso de una mayoría circunstancial, rito de manada. Pero sí, a lo que parece, el fútbol es que uno se quede en inferioridad, como en los atracos.

A Alba, lateral chispeante, le seguían pegando en semifinales. Tiene este jugador unos mofletes y un algo que provoca el deseo de agresión en el rival.

Entrada la segunda parte, Del Bosque movía el banquillo y sacaba a Cesc del brazo, arengándolo como si le estuviese cantando una romanza. Se iba un nueve, Negredo, y entraba un falso nueve y ya la gente se iba sugestionando:

-Oye, ojo, que estamos con falso nueve.

El falso nueve genera una expectativa, invoca la aparición de un nueve fantasmal, es la ouija del nueve, el gran anhelo del nueve incorpóreo. El falso nueve es que todos sean el nueve, acabar con la unicidad del nueve. Por eso, fue salir Cesc y sentirse amenazado Almeida, que empezó a chutar desde cualquier sitio. El tiquitaca ha democratizado el gol y el nueve ya es como un Victor Mature en el cine, una cosa antigua y como para señoras mayores. El gol ya no es un personalismo, es una obra conjunta, de un coro cogido de la mano y avanzando entre hosannas.

En ese nerviosismo de Almeida vi yo claro que ganábamos.

Iniesta empezaba a sacar su molinillo y con Cesc formaban un lío. Soberbio, Pepe, lo atajaba y estiraba los brazos con las palmas abiertas, con desesperación de cantaor. Pepe, cuando ordena la defensa, tiene lo de Hierro: gesto de bulería.

Xabi Alonso intentó el gol de Pelé (¡y menos mal que no lo metió! ¡nos miraría aún más!) y Xavi chutó desde fuera del área. España se estaba desmelenando. Morientes apuntaba técnicamente que cuandose chuta con el empeine el balón, como un loco, “puede salir por cualquier sitio”. ¿No será el tiquitaca la racionalización de ese balón imprevisible?

A Cristiano, que había salido repeinadísimo, se le caía un rizo. Ese rizo perfecto descolgado, media luna renuente en el alba de su frente enjoyada, era el triunfo de la defensa española, pero también embellecía su rostro aceituno. Qué duda cabe.

Cuando el rizo de Cristiano era ya un alfanje, España tenía en las alas a Pedrito y a Navas, gaviota al viento.

Portugal tuvo alguna contra, pero el partido tenía demasiada consistencia todavía y la prórroga parecía inevitable. Quizás si España hubiera salido con las bandas –Arbeloa al llegar arriba se enreda en los rivales como en la puerta giratoria del hotel- el partido se hubiera resuelto antes. España no pudo marcar, pero generó su mejor fútbol al final, no sé si por cansancio del rival o por ese desapasionamiento que tienen ahora las prórrogas (ya no tienen el patetismo de las rampas y los correcalles), que España acrecienta con su fútbol aplomado, pero lo más intenso y hermoso lo hizo España al final. Pedro volaba, los jugadores se doblaban e Iniesta buscaba espacios con su pierna derecha como un maestro de esgrima que diese el toque mortífero al rival. Aún entonces, Morientes no pedía el gol, sino el último pase -que así llamaba Menotti al gol: pase a la red- y en los futbolistas la cercanía del final parecía reforzar la fe en darse pases. Ahí ya ve uno el delirio fanático, pero también la convicción emocionante. El rondo en la propia área en el minuto 110 levantó el rugido de la pantalla gigante de mi barrio. Éramos un algo desatado alrededor de la fe de tocarla mucho. El tiquitaca agónico de las prórrogas es lo mejor de esta España, su arrebatada frialdad, su tiquitaca postrero cuando el rival está desencajado. No he visto nunca un equipo que se sistematice y ordene tan impecablemente cuando los periodistas gritan como urracas castellanas la palabra épica, épica, épica.

Pero al final faltó el remate y llegaron los penaltis, que ya de mucho antes preocupaban a Sara, haciendo que por primera vez preguntara ella:

-¿Cómo tiran los penaltis los portugueses?

Esa pregunta es el gran triunfo de la Calaf, el predominio del interés de novia al interés de periodista, pues la noticia estaba muy lejos de ser aún los penaltis.

En el sorteo, Cristiano e Íker. El moutinhismo implacable con su líder luso (luso, mas no lúser) y de repente un estruendo en el público español. Nadie sabía por qué, y era que el árbitro había sacado un euro y claro…

En el público, un español repetía el gesto de Del Bosque de hacer con las manos una mascarilla de oxígeno. ¿Por qué no lo intenta Rajoy en un G20?

De los penaltis, por no extenderme, la forma en que Ramos se salió de ser un Cardeñosa para los restos con la chulería del Panenka (que es como la puntita). Antes del penalti,  justo antes, Castaño daba el concreto enunciado de periodismo que sabe de qué está hablando:

-Los tiene bien puestos Ramos, eh.

Y la seguridad que teniamos todos de que Íker, con su inexplicable predestinación de ungido, nos ganaría la tanda. La tranquilidad en el semblante de este chico es algo que ni Michael Jordan, que necesitaba un chicle. ¿Qué hace con sus pulsaciones Casillas? ¿Dónde las mete?

Creo que la miradade Casillas de esta noche es historia del deporte. La tranquilidad desarmante del pistolero. A veces esa serenidad se imposta, pero hoy no. El rival se acercaba y al levantar la cabeza se encontraba con un Doc Hollyday o un Wyatt Earp que en pijama amarillo le hacía desear salir corriendo. 


MI PANENKA

Como en el arte
En el pulso de Iker
Rompe el instante

martes, 26 de junio de 2012


GALIARDO

No hace mucho murió Pepe Rubio, galán simpático; murió también Paco Valladares, galán dulce y rapsoda. Ahora le ha tocado a Juan Luis Galiardo, que fue galán juguete en los sesenta, con un pelazo que parecía la pelambrera viva de los Simpsons. Él mismo dijo de ese actor que fue que se trataba de un actor con demasiado pelo e ideas poco claras. Galiardo, con el tiempo, llegaría a definirse como alopécico difuso y a tener el aspecto de un Berlusconi restaurado. Galiardo era la parodia andante del galán y confesaba descojonándose que aún le quedaba un club de fans en Almandralejo formado por mujeres de sesenta y cinco años.
-Ser un galán en este país y verme yo tan pequeño…
El galán debería tener un asomo metafísico y alguna complejidad interior. El galán es una forma de reticencia. Galiardo llevó su galanura a México, como forzando el absurdo macho de serlo allí y en México, como a Rajoy, algo le sucedió que le cambió. Tuvo una crisis personal, volvió a España, resolvió sus traumas con la ayuda de un psiquiatra y rehizo su carrera.
Galán pasado por la psiquitaría -¡galán perfecto entonces!-, jugador, mujeriego y vitalista, él explicaba que el vitalismo está mal entendido, que la vida deja un espacio, impone un ritmo y no se deja devorar.
Al final, Galiardo llegó a una forma de sabiduría en la que coincidía con Montaigne y con Pla: la vida es oscilante, fluctuante.
Era un actor físico, tenía un tronco como el de Richard Harris y pinta de Mister Murcia. Era como un Richard Harris con la mirada dominada, con la locura analizada, racionalizada y un final de poderoso gesto, de gestualidad latina, vagamente italiana –imposible no pensar en Gassman, Mastroianni- que manejaba con desparpajo, como si explicara algo enfáticamente en la barra de un bar. Su hablar con la mano a mí me recordaba mucho a Landa, pues al final Galiardo recogía la expresividad popular, humorística, de los mejores actores españoles. Galiardo acabó siendo un prodigio de coloquialidad, pues la coloquialidad es la culminación de un arquetipo.
A Galiardo le quedó una voz baritonal que sabía modular, la caja torácica de nadador meditativo y un ego, calcáreo, que iba limando año a año “hasta ser el 10% de lo que fue”. Iba quitando el ego, disolviéndolo, y contaba cómo el ayuno le había aligerado el espíritu, pero cuanto menor era el ego mayores parecían el personaje y el actor, dando a pensar si no será imposible que el hombre deje alguna vez de representar, si no habrá tras el ego un personaje.
¿Qué voz de humor y piedad tenemos resonando en las paredes del espíritu?
Su historia, que según Azcona no le valdría a Dostoyevski, le valió al riojano para retratarlo en Suspiros de España y Portugal, donde pedía a gritos entrar en los planos carpetovetónicos de Berlanga. Quijote, pícaro y Don Juan ¡cómo podía ser mal actor! Si no nesitaba rol y se le quedaba pequeño Molière. Galiardo necesitaba España, una tía y un Echanove.
He llegado tarde a mi madurez, nos dijo. Tarde a su madurez, pronto a su muerte.

           (LAGACETA, 26-VI-12)

domingo, 24 de junio de 2012



ESPAÑA, 2; FRANCIA, 0. MI VERDAD



Tal cual abro este chisme, mañana del 24 de junio, las fogatas playeras aún humeantes, leo un titular en el que Artur Mas reclama la urgencia de desmarcarse de España. El sueño y el aturdimiento me llevan a entender otra cosa, para mí más pertinente: Es urgente desmarcarse EN España.

Ayer a las 20:45 servidor estaba intentando coger un taxi. En mi ciudad, Valencia, en unos kilómetros cuadrados convivían el autobús del Rayo Vallecano, Carmen Lomana, el cuello de Fernando Alonso, las hogueras de San Juan –botellón telúrico-, los aficionados de la roja, las chicas del paddock y puede que Ecclestone, ese señor cuya mujer parece su yate. Pero fue pisar la calle y apareció un taxi. Lo paré con el gesto con el que Xavi Alonso reclama la pelota y me dirigí a la casa en que me habían invitado a ver el encuentro.

Una vez dentro, el taxista buscó conversación:

-¿Qué? ¿Ganaremos?

Y al ir a responder me di cuenta de que no sabía qué decirle. Lo primero que me venía a la cabeza, la desasosegante expectativa de un centrocampismo tedioso, la chispeante conexión Ribery-Benzemá, la amenaza portuguesa, ya latente, la corta expectativa de los laterales, el conservadurismo de Del Bosque, las fáciles analogías con nuestro realidad socioeconómica, el cariz saturnal de la roja, todo ello se agolpaba en mi mente colapsando una respuesta socialmente correcta. Si yo contestaba algo de eso estaría convirtiendo la respuesta en algo muy intenso, demasiado, y tampoco podía no contestar. Me había bloqueado, así que mentí:

-No me gusta el fútbol, no sé, sólo voy a tomarme unas cervezas y…

En ese momento me di cuenta de que del espejo pendían unos motivos rojigualdas y me indiferencia con el destino español me dejaba en mal lugar:

-… pero sí, ganaremos, yo creo que sí… Vamos, espero darle suerte a la selección… No me gusta, sabe, en realidad voy porque me han invitado, pero gustarme, lo que se dice gustarme...

-¿No te gusta el fútbol?

-No, no, poco. Muy de vez en cuando lo veo, voy por tomarme unas cervezas y eso...

El taxista me despachó con una mirada de conmiseración.

Al llegar, el partido ya había comenzado. Del Bosque salía con cinco centrocampistas y el falso nueve, es decir, seis. Es poco probable que Don Vicente haya perdido un euro en opciones preferentes o en productos financieros aventurados. Su conservadurismo es ya legendario, porque lo que está haciendo esta selección es un fútbol control de manual, acogiéndose a esa enunciación lógica de Cruyff de que si la tengo yo no la tiene el otro y, por lo tanto (potanto, decía él), no puede marcar gol. Así, España se dedica a a tenerla –o a sobarla, como groseramente decía el locutor-, a tenerla por tenerla hasta hacer de la posesión continuada una forma de propiedad. España salta al campo con animus possidendi y tiene la pelota hasta que de la posesión le brotan los goles, como si le brotasen derechos.

Lo de Del Bosque y el nueve es como eso que dijo Trappatoni sobre no sé quién cuando era seleccionador azzurro: para que yo lleve a este tío tendría que haber antes una peste bubónica. Del Bosque se siente cómodo teniendo el poder sobre la pelota y una disposición táctica abrumadora sobre el campo, pero al final todo acaba pesado (diesel), monótono e invariable. Lo de España no es el bolero de Ravel, sino una serie repetitiva y electrónica sobre la que aparece el gol como una mutación probabilística, de un modo desapasionado, frío y computacional.

Xavi tiene cara ya de escuchar a Kraftwerk.

Ver a los centrocampistas de España es como entrar en un bar gay: todo el mundo es igual y todo el mundo hace lo mismo. ¡Era necesaria la alegría del otro sexo!

Y entonces entró Pedrito, que llevaba en sus piernas la alegría de un cabritillo. También Torres, con sus arrancadas de tractor y su ceño de impenetrable incomprensión, como si el gol fuera una tozudez. Torres ha perdido el semblante risueño, la frente despejada, la mirada clara. Torres es otra persona.

Hasta eso, España, con esa hibridación feliz que twitter ha creado, feliz y muriente, de Xavi Alonso, dos en uno, realizó un fútbol controlador, especulativo y monologuista. El gol había llegado por una imantación de Iniesta sobre un rival, con pase al hueco para Alba, centro del “bravo lateral catalán” (todos los laterales son bravos) y remate de Xabi Alonso, que pasaba por allí con el JotDown bajo el brazo (¿y si Xabi estuviera tan lento porque le pesa el Jotdown?). Un gol como de entrenamiento de pretemporada, cuando ensayan el remate de cabeza. Los defensas franceses ya adoptaban disposición de cono.

He de hacer notar, y creo que no soy el único en pensarlo, que el tiquitaca da hambre y que ver un partido de España es como picar entre horas, malísimo para el verano. El desesperante ir y venir de la pelota acaba despertando un hambre arrebatada de ansiedad. Entrada la segunda parte yo había devorado una pizza, pero... seguía tendiendo ganas de comer.

Francia había salido con un equipo defensivo, porque aunque Blanc no sea Domenech (el horrible Domenech al que Zidane se negaba a llamar entrenador), su planteamiento no podía resultar: darle a España la pelota (más pelota) y fiarlo todo a una conexión entre Ribery y Benzema, prescindiendo incluso de la intermediación de Nasri, era dejar gran parte del asunto en manos de la suerte, pero si España tiene el balón el 90% del tiempo… ¿qué le queda a la suerte? ¿dónde aparece el azar?

El partido parecía un debate parlamentario sobre alguna moción despolitizada y técnica, con el ujier durmiéndose de pie. Decepcionados, ya nos preguntábamos por el devenir: ¿Qué pasará si en un momento de descontrol –la vida es eso- España deja de tener la pelota y recibe un gol de Portugal o Alemania? ¿Tendrá energía y argumentos para responder?

El diálogo entre Xavi e Iniesta, como si fueran Napoleón y Josefina, está dominando el fútbol europeo con una falsa idea de civilización.

sábado, 23 de junio de 2012







EL NUEVO GAFAPASTISMO



A Ignacio Ruiz Quintano, que creo que lo ha visto bien.







Morante de la Puebla, que tiene salidas y tiene sacaos, le ha tirado unas gafas al presidente de la plaza de Alicante y Ruiz Quintano dice que a ver quién no se lanza a por ellas, cual Íker sin Sara, si son unas gafas de pasta. Este sucedido viene a ser un hito del gafapastismo, el gafapastismo impuesto y arrojadizo, de abajo hacia arriba. La dirección del proyectil invierte la ley física del espectáculo, que es que de la tribuna caigan cosas. En España puede que las cosas suban tribuna arriba. Esas gafas son quizás las gafas cuya patilla chupeteaba Sánchez Dragó en sus programas. El chuleta lleva las gafas de diadema o de medalla, prendidas en el la botonadura del polo, y el pensador las gafas las chupetea, como si chupetease la gamba fenomenológica, la pata del cangrejo de todas las sensaciones. El intelectual, ante lo fenomenológico, chupetea, chupetea bien la gafa. No se contenta con ver: mira, ve y luego chupetea analíticamente.



Pensar es un largo chupeteo, como si tras lo visto hubiera una sustancia que sólo con el chupeteo se termina de aprehender.







Las gafas nos la ponía siempre el óptico, nos la colocaba en el caballete nasal con dedos de artista la primera vez y a partir de ahí ponerse las gafas era acto personalísimo, porque era la libertad de ver lo que apetecía ver.



Así, el gesto rebelde de Morante quizás sea una nueva genialidad de torero. Una reciente, tomasiana, fue presentar públicamente al toro hegeliano, la otra sería esta imposición del gafapastismo, como una forma arrojadiza, invertida, espontánea de educación de la mirada.



¿No es ese arrojar unas gafas de pasta como un proyecto expeditivo de “educación de la mirada”?



Wenceslao Fernández Flores contaba cómo un diablo trascendental iba dejando unas gafas a través de las cuales (cizañeras) las cosas no eran lo que parecían sino lo que realmente eran. Este gafapastismo de Morante puede que también sea trascendental y pretenda que las cosas no sean vistas como realmente son, sino como debieran ser. Las gafas de Morante son las gafas del esteticismo forzoso, las gafas de la reeducación artística, porque no se trata de ver algo, sino de verlo así, de una determinada manera.



Como esas gafas 3D que en nuestra infancia nos iban a abrir las puertas alucinatorias, viendo todo como envuelto en papel de regalo. Tras el celofan, todas las dimensiones: La tercera y además la cuarta, que es la de todo el tiempo allí presente, que serían todos los pases que Morante dio, dará y estaba dando, desgranados de belleza, de lentitud, impregnados de ilusiones y de desmoronamientos y maduraciones. Y pasaríamos así de lo muy visto, a lo bien visto y de lo bien visto a lo entrevisto.

Pensemos, porque no es baladí, que todas gafas tienen su graduación, su adaptación personal y parece que en ellas prima mucho el subjetivismo. ¿No son todas las gafas una deformación egotista del mundo?

Pues eso quiere Morante, genial otra vez, que cada uno vaya con su justa deformación correctora para ver la realidad tal cual es. No que cada uno la vea como puede, no, que se vean las cosas dignas de ser vistas -¿acaso cabe autoritarismo mayor?-. ¡Morante más que nunca, pero también MÓrante de multiópticas morante!

Así las cosas, muy pronto veremos a hombres condolidos y desesperados arrojando gafas a las mujeres que largamente los vienen ignorando. Gafas como reconvenciones, como recriminaciones, como una corrección óptica del juicio ¡Pavor!





viernes, 22 de junio de 2012



TRÓSPIDOS

Ha empezado una nueva temporada del programa “¿Quién quiere casarse con mi hijo?”, el de los tróspidos, que fue el adjetivo que en internet se popularizó para intentar describir la primera edición.  No significa nada, pero qué mas da. Con los adjetivos tróspido, brutal y austero y buenos amigos en España se puede llegar a cualquier sitio. El tróspido es alguien de excentricidad genuina que con ella se intentara sobreponer a una dificultad de cuna, como el que incorpora un vicio a una minusvalía. Imaginemos a Lucía Bosé buscando pareja para Miguel, a Tita para Borja, a Isabel para Kiko o a la duquesa de Alba seleccionando la novia de Cayetano. Lo cierto es que ya hubo intentos televisivos muy similares que no cuajaron, lo que hace pensar que no es que ahora se haga mejor o peor televisión, sino que España da para mejores castings.

En esta edición se nos presenta a Javi, un escupefuegos con aspecto de primo vigoroso de Luis Rollán o de un Paquirri inmortal que hubiera desviado su camino para ser gogó gay. Es una virilidad zahína destinada al morbo chueco. El chico, sin embargo, guarda todo su ardor literal de escupidor de fuegos para una mujer y entre tanto se deja fotografiar con cruces de esparadrapo en los pezones, que es algo a valorar para cuando en verano refresca y se marcan las tetillas en el lacoste.



Está Gabi, que es rubio, principesco y casiraghi y Pedriño, moreno, bigotudo –el bigote contradictorio del motero- y gay, con la misma caída de hombros de David Delfín. Él se dedica a modisto de muñecas, al patronaje de barbies, porque si hay algo mejor que perpetuar el niño que fuimos quizás sea prolongar la niña que no se fue. Pedriño sólo tiene un requisito para sus pretendientes y es que no sean más modernos que él, algo que está muy bien dicho, porque la modernez resulta, como si fuera un atributo de índole sexual, algo a calibrar. La pareja totalmente moderna cae ya de lleno en el territorio paródico del anuncio de gafas. Una pareja de modernos es como una pareja macha o una pareja absolutamente fina: no hay la tensión cultural, ni la ironía interna que toda vida conyugal requiere.

Luego está Isidoro, émulo cani de Manolo Escobar, con su madre de Almansa. La gente se mondará con ellos porque el humor manchego ha acabado por ser lo que funciona en España. José Mota y Joaquín Reyes, para públicos distintos, han popularizado el acento y la pasmosa naturalidad perogrullesca del decir manchego, tan llano como su paisaje. Lo que también hizo Almodóvar. Tras la saturación del tópico andaluz, ¿no funciona lo manchego más cerca del absurdo? El absurdo español quizás esté en La Mancha y esa es la encontrada modernidad manchega.

En fin, el programa puede despertarles alguna sonrisa. Si no lo conocen, párense a pensar en cómo se ven a sí mismos sin resorte inhibitorio alguno; en cómo les ven sus madres (sobre todo en navidad, tras el champán). Imagínense depilados. Saquen pluma (si la tienen) o bíceps (si aún les queda). Así resultaría. Parecido.



          (Publicado en LAGACETA el 22-VI-12)

jueves, 21 de junio de 2012



PRÍNCIPE DE ZAMUNDA



Estaba Mariano Rajoy en la ONU y un portavoz le dio la palabra, presentándolo como Primer Ministro de las Islas Salomón. Rajoy caminó hasta el estrado con un ligero acongojamiento, agradeció al señor la introducción y dio su discurso como si tal cosa, como si de verdad fuera presidente salomoniano.

Técnicamente hablando, ese discurso en la ONU lo dio Rajoy como presidente de un archipiélago de Oceanía, porque en ningún momento hizo que el introductor rectificara. No replicó nuestro presidente, no hizo ademán de contrariedad, ni contestó al señor devolviendo el golpe con un “gracias, señor presidente de la Real Academia de las Ciencias Suecas”.

Hay analistas rencorosos que consideran que con esto le han devuelto con creces lo de Uganda, mientras que en la derecha más rendida  elogian de nuevo los silencios de Rajoy, la manera en que Rajoy calló y cómo, de no haber mediado disculpa posterior al discurso, ese silencio podría haber servido de título jurídico para reivindicar, quizás, el lejano archipiélago.

También sucede que si Rajoy hubiera intentado corregir el error su “Excuse me, but I am the President of the Kingdom of Spain” ya estaría de politono en todos los teléfonos móviles del país.



Pese a todo, uno reprocha a Rajoy que no haya sacado del error al auditorio, que no haya defendido más convincentemente su condición de presidente nuestro. Allá arriba, hablando de cosas globales, parecía que lo mismo le daba ser presidente de los españoles que ser presidente de los habitantes de las Salomon, donde nacen los negros rubios, como si Adán y Eva hubieran sido Seal y Heidi Klum, -de modo que allí todos parecen Dennis Rodman-. A Rajoy no le pareció mal huir un poco de Rubalcaba, de Bankia y de todos nosotros y ser presidente de gente tan extraordinaria y si no le llegan a pedir disculpas al final de su intervención sale de la ONU montado en el coche oficial de Gordon Darcy Dilo, que así se llama el Rajoy de allí.

Esto dice también mucho del carácter de uno. Cuando vamos al médico y a la sala de espera llega una enfermera y pregunta por el señor Pérez y uno se apellida Martínez, aunque no hubiese nadie más en la sala no nos solemos levantar. Hay gente que lo hace, pero es la que luego se queja si yendo por un forúnculo sale de allí con un riñón de menos ¿Por qué no se quedó en su sitio el presidente? ¿Por qué tuvo que asumir la presidencia de otro estado con tanta docilidad?

En la ONU me parece a mí que juegan mucho a esto del cambio de rol, que es lo más refrescante para un mandatario.

-No te preocupes, Mariano, a mí me tomaron por Presidente de San Marino y chico, los mejores momentos de mi mandato-le podría contar Zapatero.

A Aznar, por ejemplo, yo me lo imagino pidiendo que ya que se iban a equivocar que al menos le hicieran Presidente de Rusia o algo de ese nivel. Don Mariano, la verdad, no parece tener muchas ambiciones internacionales y está fundando una diplomacia del despiste y de la negritud. Si Aznar quería posar todos los focos sobre España, atlantizándonos, Rajoy juega al despiste remoto y quiere empequeñecernos, camuflarnos,  igualarnos dentro de la gran ensalada de estados de la ONU, a ver si así los mercados se buscan a otro.





Los críticos de Rajoy ya braman, sin embargo: en lugar de dar la cara en el debate del estado de la nación, dicen, se pasea por el mundo asumiendo sin rechistar la presidencia de países a los que no torturan los mercados, países con extraordinarios habitantes negrirrubios ¡Eso es lo que Mariano quisiera! ¡Ser Presidente de las Salomón!

-Toma la palabra el señor Presidente de las Islas Salomón…

Y Don Mariano decide levantarse y caminar hasta el estrado y allí, dulcemente, disfruta contemplando los problemas del mundo desde un diminuto estado sin demasiados problemas, donde la gente es negra y rubia, rubia o negra. Y  por un momento sueña que es otra vez presidente de diputación, de una diputación exótica, quizás, y lejana.

miércoles, 20 de junio de 2012



UN RATO DE TELE. MYHYV: VÍCTOR, UN CHULETA CON FLOW

He visto un rato del trono de Ainhoa, ex de Toño. Este chico pretendía a Laura, ganadora de Gran Hermano. Parte de Laura ganó GH, luego se puso tetas y cabe decir que la parte ganadora de GH pasó a ser minoría en ella. Hay más Laura no concursante de GH que Laura ganadora de GH. Por eso, creo yo que ella se salió del ámbito Milá para buscar el amor en MYHYV, donde se fue a encaprichar (jate tú) de Toño, un guaperillas sin demasiado fuste que mientras trataba de reconquistar a su ex, Ainhoa, engañando a la chavala y (lo que es peor) a las guionistas del programa, que van siempre por ahí con sus carpetillas de estudiantes de BUP. Ainhoa, muy guapa y sencilla, acudió al programa para corroborar las recaídas sentimentales de Toño y gustó tanto que se quedó.
Toño estuvo un rato dando pena, haciendo un poco el papel de Fran menor, para luego desaparecer en la noche.
Ainhoa tiene un puntín choni, pero es discreta y educada. A mí, la verdad, no me termina de decir mucho porque me ha sucedido con ella lo que con el resto de las tronistas, que su falta de sustancia emotiva (que no intelectual) me las ha deserotizado, pero reconozco que el trono “lo lleva con dignidad”.
Ha tenido un gusto extraño para la elección de maromos pretendientes y al final parece que se está quedando con Erik, que mueve mucho los brazos y me pone nerviosísimo, y con Víctor, que lleva cuatro años entrando y saliendo del programa, arrastrando consigo la mayor fama de don juan y conquistador. Víctor enloqueció a Indhira y cuentan que es un embelesador decepcionante y marañónico.
Víctor entró, Ainhoa se prendó y luego él marchó a Miami. Desde allí enviaba videos caseros en los que lanzaba besos y promesas. De allí se trajo una maleta llena de camisetas de basket que ahora luce sin parar. Víctor era chuleta, meloso y algo farfulloso, hablaba siempre parpadeando pesadamente y con un tono que a mí me parecía amanerado. Había una escandalosa contradicción entre su éxito de asaltalechos y sus maneras tan suaves y sonrientes. Víctor, con acento madrileño y evidente madrileñismo, quería hablar como un cubano o, quizás, empezó a hablar como un cubano forzado por las circunstancias. Puediera ser que de tanto follar se acabara cubanizando. A algunos hombres les pasa: de tanto ser boy de las señoras en las discotecas se acaban latinizando y cubanizando y a Víctor parece que le ha pasado eso.
Y la genialidad de Víctor, donde Víctor demuestra ser una posible figura televisiva y rozar (sólo rozar) el status de un Rafa Mora es cuando decide resolver ese problema suyo. Se va a Miami, y allí, en la metrópoli latinorra, en la redoma de todas las latinidades, fragua un Víctor chuleta, vacilón, cachondo y rítmico por el sistema de comprarse muchas camisetas de basket que ya no se quitará y comenzar a andar y gesticular como un negrata.
Víctor vuelve de Miami y parece que vuelve de rodar en Baltimore unos The Wire. Se levanta a abrazar a Ainhoa, que (¡espaloña eterna!) “no se fía” y avanza disparando el antebrazo derecho, muy acompasadamente, con gesto de empezar a rapear y es porque a Víctor le ha salido flow, ha venido de EEUU con flow, aprovechando bien el viaje, que para él ha sido como un postgrado.
Él se cree LeBron.
Así, el seductor implacable pero blando, ha reconciliado su blandura y su cubanidad salsera e impuesta reconquistando una negritud de maneras que ya le da la chulería internacional para ir por el mundo y soltura ante cualquier mujer, ante cualquier plató.
Víctor tiene el relax total del saxofonista en la balada, del base en la cancha callejera.
Frente a él, más joven y manejable, Erik, que no pone nerviosa a Ainhoa. El dilema de Ainhoa evidencia la simplicidad de planteamiento: el galán indomable (aunque blando) y el tierno muchacho amancebable.
Erik gesticula muchísimo siempre, excesivamente, y cada vez más. Sube los hombros y junta las manos hacia sí, como en un palmeteo  y después suelta los brazos en una cascada de incapacidad expresiva. Víctor, por su parte, es cada vez más negro y su galantería azucarada evoluciona hacia una negritud de maneras, haciendo del amaneramiento un flow.
De Erik podemos esperar poca cosa; de Víctor se cacarean desplomes amatorios, enormes petardazos en la cama. Yo, que también soy hombre pirotécnico, apuesto por Víctor, que quizás sea un rompecorazones por no poder ser ninguna otra cosa.

martes, 19 de junio de 2012


PAGAR

El desastre bancario y la anemia del crédito han empezado a influir en la acción corriente de pagar cualquier cosa. Hubo un tiempo en que pagar con dinero era de mala educación. En ciertos sectores, sacar un billete para pagar era casi una ofensa antropológica. El dinero era algo marbellí. Sólo gente como Jesús Gil sacaba los billetes haciendo ostentación del fajo, del taco, que dicen en el sur, que además se parecía un poco al ladrillo. El dinero cogía en esos fajos la consistencia originaria del ladrillo, pues ladrillo-fajo- lingote, era la alquimia de entonces.
Ahora, sin embargo, pagar supone una enorme desconfianza. Una compraventa empieza a parecerse al pago de un rescate en el que lo vendido hiciera de rehén. El vendedor alarga con una mano la mercancía mientras, en perfecta simultaneidad, con la otra recibe el dinero que el comprador le acerca muy lentamente. Mientras, uno y otro se miran, midiéndose como pistoleros en un duelo.
La desconfianza en el pago era antes cosa de los taxistas, que al ir a pagar siempre giran el cuello para echarnos la mirada de reojo o el vistazo múltiple desde su juego de espejos. Es el gremio al que se paga de modo más extraño, el que tiene una relación física más tortuosa con el dinero pues lo recibe siempre de reojo. Pero además de ese reojo intimidatorio, para recibir los euros se ven obligados a un dificilísimo escorzo con el brazo. Ese escorzo, desarrollado durante una vida, origina sin duda una predisposición tortuosa hacia el dinero en metálico. Hay algo propio de esa acción de cobro que es un prodigio: el giro del brazo. El taxista recibe el dinero y ofrece el cambio con su mano desde su posición delantera a partir de un giro inverso del brazo. El taxista se contorsiona para cobrar. Esa articulación milagrosa del brazo –prueben a realizarla- se podría describir como hacer el egipcio a la vez que el gesto del ¡a jugar! que hacía el difunto Joaquín Prats. Ese gesto convierte el brazo del taxista en un brazo articulado como de deidad hindú.
El taxista nunca recibe el dinero en su mano de un modo normal, poniendo la mano en cuenco, sino que sí, la pone en cuenco, pero del revés, dando la vuelta al antebrazo y sacando al codo.
Si a un taxista le va mal en la vida y acaba pidiendo limosna sabremos que es taxista porque pedirá el céntimo caritativo con ese gesto del brazo invertido.
Todo cobro, así, es reojo y contorsión. Imaginemos eso durante una vida. Pues bien, hacia eso vamos, hacia el reojo y la complicación tortuosa de pagar.

En cada relación comercial mediaba antes la acción financiadora del banco. El banco difería el pago y lo elegantizaba con urbanidad. Pagar era algo blanco y demorado. El sistema financiero fue facilitador de las relaciones humanas, que perdieron toda fricción por la elipsis del crédito.
Los bancos, con su alegre chorro crediticio, convirtieron la compra en un acto elegante, social y desmonetarizado que echamos de menos, pues toda transacción supone el retorno a un cierto salvajismo.

(Publicado en LAGACETA el 19-VI-2012)

lunes, 18 de junio de 2012




ESPAÑA 1-CROACIA 0. MI VERDAD

La última jornada de grupos añade emoción de transistor a estas competiciones. España se enfrentaba a la muy ardorosa y sentida Croacia y en el periódico contaban hoy cosas de Bilic, su entrenador. A Bilic lo recordaba de los tiempos de Suker y Jarni, zurdos conspicuos, creo que en el lateral derecho. Ahora resulta que es el Guardiola de allí, pero en más nacionalista, un poco radical y muy fervoroso. Con unos años encima, parece uno de los Sutherland, con el cuello de la corbata flojo, ojeras y desaliño como de contable que hubiera tenido que quedarse toda la noche a pasar una auditoria.

En nuestro banquillo, Del Bosque, rumiando su chicle eternizado, transmitiendo sin querer algo de su ritmo bovino a los muchachos.

El partido parecía tender al empate, pero España, señora excelente, no iba a pastelear. Los croatas con dos líneas de no sé cuántos, con Modric de talento mayor (es imposible que viendo a Modric Chantal, la esposa de Cruyff, no se haya preguntado si hubo algún stage de pretemporada en la costa croata) y un lateral, Srna, dando estopa a Alba, al que, la verdad, no sé por qué apetece pegar. El partido durante la primera parte fue sobre todo eso: un duelo absurdo entre estos dos laterales, alguna verticalidad truncada de Silva y los primeros rodeos de Iniesta, que a mí me tiene fascinado. Poder disfrutarlo sin la cerrazón fanática de mi madridismo está siendo mi Eurocopa.

Iniesta atrae sobre sí a los rivales, que se le cierran como si fuera un esfinter. Él aguanta, pasa el balón y todo se abre como una flor. Iniesta contrae y dilata al rival, que se aglutina en torno a él reverenciando su talento.

Torres estaba hoy en uno de esos días suyos. No tiene la relación ninja con la pelota de los centrocampistas y le recuerdo en banda intentando un zigzag como si estuviese saltando un taburete.
España la tocaba con la profundidad de paisaje de pintor aprendiz, de esos que pintamos de niños. Al toque se sumaba Arbeloa, que intentaba un autopase con el exterior. Ese autopase de Arbeloa era la señal de alarma de la autocomplacencia hispana.

Xabi Alonso seguía con su aire de llevar a Belle and Sebastian en los auriculares, pulcro y feliz, y lo más llamativo fue quizás la muñequera de Ramos, con barba pelirroja, como si al igual que Bildu él intentara el modelo escocés.

Perdido en el juego, el aficionado de cierta edad quizás reflexionara sobre el deporte balcánico y cómo ha ido perdiendo brillantez tras la disgregación yugoslava. ¿Qué sería lo que le hacía tan especial a esa gente? Quizás la programación sovietizante a orillas del mediterráneo…

-Chicos, llueve- Y era Sara buscándole las vueltas de nuevo a la Calaf. Paco González, mientras, invocaba una forma de talento muy rara que tiene el futbolista español, el talento parsimonioso. Pedía “paciencia y tranquilidad”, pues el talento de estos chicos no es nunca urgente, fulgurante, sino metódico y lento, muy sistemático. Un talento de caligrafista chino.

Al llegar el descanso, mientras daba cuenta del salmorejo del señor Roig, pues yo voy a empezar a ser chino con una estricta dieta de salmorejo, el hijo de Matías Prats Jr. lucía buena cuna y en inglés entrevistaba a Löw, el seleccionador alemán, que yo creo que es el que verdaderamente ha retirado a Pep y no Mou; ha sido Low porque ha vencido claramente a Pep en el duelo que ambos llevaban en las últimas temporadas por ser el tipo que mejor luciese el suéter de pico. Esa entrevista del vástago Prats en inglés culminaba la estirpe de los Prats, como en un paradójico fin de saga.

Iniciada la segunda mitad se produjo un hecho importantísimo. Avanzaba el equipo español con su dinámica grupal de rugby, de ir pasando en diagonal y hacia atrás la pelota y por diversas geometrías Busquets quedó solo en la frontal del área. El tiro era obvio, obligatorio, pero el locutor nos advertía: “No tiene tiro, no tiene tiro” y Busquets le daba la razón y al pisar el área bajaba la pelota y rechazaba el disparo. El jugador parecía castrado, privado de un instinto primario y lo que es peor, resignado a ello. Yo vi ahí, por primera vez, la enorme tristeza que Busquets acarrea consigo. Minutos después, su incapacidad, su mutilación, fue patente en una contra: Busquets no chutará jamás, para él sería como tocarle un pecho a la hermana.

Italia marcaba mediante Cassano y Balotelli, ambos de córner y Croacia se nos venía arriba hasta hacer que el lucero de Móstoles tuviera que estirarse en bella palomita. Su estela amarilla se reflejaba en los ojos claros de Sara Carbonero, dando a sus pupilas irisación de tigresa.

Mi sobrina, que empieza a decir sus primeras sílabas, pasaba ante la tele y estirando su dedito en dirección al monitor balbuceaba “Na”… “vas”. Unos minutos después, el míster reaccionaba y sacaba al sevillano por Torres, abriendo la incógnita de quién iba a ser el falso nueve (Esa incógnita, por cierto, yo creo que se extiende a la vida nacional: ¿Quién es el falso nueve?)

Sin nueve, porque Del Bosque es incapaz de jugar con menos de cinco centrocampistas, porque quizás cuatro o tres le parecen un descontrol inasumible, los saques de banda de Xavi, vistos desde su perspectiva, eran una cosa complicadísima. En esos saques de esquina se empieza a ver que Xavi es cada día más pequeño, o que los banderines los van haciendo más altos.

Croacia se abría pero el pegapases futbolístico español continuaba siendo poco incisivo. Del Bosque llamaba a Negredo. Minuto 88, el delantero en la banda y justo entonces lo que se andaba buscando: la combinación absoluta de meterse con el balón en la portería contraria, tanto que Navas chutó por puro compromiso, porque no hubiera sido necesario y hubiera sido un gol sin chut. Con el cambio pedido, España había vuelto a marcar. La flor de Del Bosque. Del Flower.




MARINALED’AR


Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, lleva la palestina como María Dolores Pradera lleva el chal y parece que tras ese pañuelo y su barba esté escondido, un poco a lo Joaquín Phoenix, medio en broma medio en serio, un personaje de los de Jesús Quintero.

Hay que reconocer que el señor Sánchez Gordillo no se ha aprovechado del pueblo para ser famoso, sino que más bien ha sido el pueblo el que se ha aprovechado del alcalde para ser noticia. Marinaleda ha realizado la utopía izquierdista. Cuando el derechista soberbio diga eso de que la izquierda jamás ha ofrecido una realización práctica digna, el izquierdista ya podrá replicar orgulloso:

-¡Marinaleda!

Un pequeño ayuntamiento que ha cooperativizado la vida local, garantizando –o intentándolo- renta y vivienda.

A mí Sánchez Gordillo me está empezando a seducir. Lo tenía en twitter y lo retuiteaba con ironía maliciosa, pero ahora me empieza a interesar, porque lo tenía por tonto, pero como mucho es igual de  tonto que los listos. Llevo años escuchando a los listos, pero los listos no han conseguido nada y Gordillo ha generado un pleno empleo con la alcachofa, con la cooperativización de la alcachofa, con la realidad de la alcachofa y el asociacionismo en torno a ella.
¡El comunismo de la alcachofa tiene más realidad que el progresismo del I+D!
¿Ha acertado menos Sánchez Gordillo en su bienintencionado divagar que los políticos serios popperianos? ¿Y no es el cooperativismo la invocación cercana, realizable, del “juntémonos mucho” del gobierno de concentración que promueve la izquierda pija?

La izquierda, ante el frío de la crisis, propone el calor humano de estrechar lazos.
La crisis –qué vulgaridad es mentar la crisis…-, esta crisis supersticiosa y cerril, incomprendida, ha propiciado como gran modelo alternativo la forma de vida comunal, reducida, que genera cohexión, calor humano, solidaridad y redes mínimas e indestructibles de intercambio. Grupúsculos sociales de vida mínima sostenible más allá de la familia. Bueno, en realidad de todos esos sólo han prosperado dos: Gran Hermano 12+1 y Marinaleda.  

Marinaleda ofrece 47 euros al día por una jornada de trabajo al censado que lleve dos años de implicada vida comunal y ese 47 me parece a mí un número mágico que oponer a la prima de riesgo, una constante k de okupación y de kapital que enfrentar a la variabilidad de la prima de riesgo.
En tiempos de la primera modernidad, los intelectuales se preocuparon por calcular el presupuesto de la pobreza. Qué necesita un hombre para ser feliz. Esos 47 euros al día son la renta marinalédica, y deberiamos declarar que todo lo que está por debajo es pauperidad y miseria neoliberal… qué digo neoliberal ¡nuliberal!. Yo me compraría una camiseta del Betis, con el nombre de Gordillo y un enorme número 47 y la luciría orgulloso por las plazas de la indignación.

Una de las genialidades de los últimos tiempos la tiene dicha hace muchosmeses este señor: “La crisis del ladrillo se arreglaba con un banco de la vivienda”, claro, Alcalde, claro, ¡el banco malo! Él había inventado ya hace años el banco malo, quitándole la careta a tanta caja postinera e inmobiliaria! Yo creo que entre Sánchez Gordillo y los demás no hay tanta diferencia y que la vivienda, el ladrillo, la tontorrona sencillez de poner ladrillos uno encima del otro, es en España una polaridad en la que convergen unos y otros. Hoy viene en la prensa que su ayuntamiento afronta problemas por un posible delito urbanístico, pues habría cedido terrenos en suelo no urbanizable a los vecinos para que los destinaran a la construcción. Y etsa noticia, lejos de hundir su imagen nos la redime porque al final, ya fuera a través del promotor engominado o de la cesión comunista y cooperativa, aquí todo el mundo ha acabado en lo mismo: en meter una cuadrilla de peones en suelo no urbanizable. Esto relativiza mucho las posturas ideológicas y parece que nos aboca a un límite cognitivo del español ante el mundo moderno. Los nuliberal o los comunistas retardatarios, todos han acabado en la invasión de suelo verde por la excavadora y la plomada, como un resabio masónico e impotente ante la acuciante, nerviosa, instigación al progreso económico.

viernes, 15 de junio de 2012




SPAIN IS NOT UGANDA

“Aguanta, España es la cuarta potencia europa. No somos Uganda”. Este sms de Rajoy a De Guindos ha despertado su polémica, habiendo incluso quien ha pedido una disculpa del presidente. Y lo que asombra de primeras es que a De Guindos eso se le tuviera que recalcar, que eso no lo tuviera ya claro. El no somos Uganda está dentro de un sms de apoyo en un momento crucial y Uganda no pensaba nadie que se pudiera enfadar y no se afectaba con ello a ningún interés estratégico. No se pisaba callo alguno. En realidad, se trataba de un sms modesto, porque, ciertamente, no ser Uganda es conformarse con ser muy poco o, de otro modo, con no ser gran cosa. ¿Qué habría sucedido de haber escrito no somos Portugal o Irlanda?

Tras años de Catalonia is not Spain, va Rajoy y dice lo Spain is not Uganda y siendo cierto no le dejan. Claro que para recalcar el peso estratégico de la economía española bastaba con lo de ser la cuarta potencia, pero el Spain is not Uganda era el “Somos una gran nación” de Rajoy y visto así ¿no es enternecedoramente modesto? ¿No es conmovedoramente humilde?
Un representante de Uganda apellidado Jiménez, tuiteros de allí, la BBC y muchos españoles (algunos olvidando cómo vive un homosexual en Uganda) han recordado al presidente que Uganda crece al 5%, lo que siendo Uganda lo que es, es decir, siendo Uganda Uganda (Dios me libre decir algo como: “No siendo Uganda España”) no es nada del otro jueves ¡Pues buenos estaríamos si ni siquiera Uganda creciera un poco!
En Uganda han salido personas indignadas por el sms de Rajoy, presumiendo patrióticamente de controlar su inflación (la inflación es el colesterol de los paises), de no estar en crisis (nos movemos aquí en el mundo de lo relativo), alardeando incluso de que los bancos de Uganda ganan dinero, y esto nos debiera hacer pensar que si vamos a quitarnos prejuicios de encima acerca de lo africano tendríamos que empezar por retirar esa visión edénica del negro prometedor por la que ningún africano nos parece irremediablemente tonto. No, abramos los ojos, África es un continente con tantos tontos como cualquier otro, incluso puede que con más y que, como en casi tantas otras cosas, África sea la gran esperanza para los tontos del mundo.
¿Cómo se tiene que disculpar don Mariano ahora? ¿Diciendo “No somos Uganda, pero tampoco dejamos de ser Uganda”? ¿Porque acaso no es cierto que no seamos Uganda? Me dirán que no era necesario acordarse de ese país, pero es que Rajoy no podría haber dicho que no somos Ruanda, porque no era eso, ni haber dicho que no somos el Congo Belga, sitio remotísimo en el que están las cosas que están muy lejos (¿Qué país, por cierto, sería Parla en la escena internacional?). Cualquier referencia realista a un país hubiera sido diplomáticamente delicada, así que Rajoy buscó una antonomasia y a Uganda no le ha gustado, aunque pensáramos que convertirse en antonomasia de lo irrelevante para Rajoy fuera un primer logro internacional. Un comienzo nada desdeñable para Uganda.
(Publicado en LAGACETA el 15-VI-12)

jueves, 14 de junio de 2012




ESPAÑA 4-IRLANDA 0. MI VERDAD


Empezaba la retransmisión con el himno de Irlanda cantado por veinte mil gargantas, conocedoras casi todas ellas de la sensación beatífica y musical de estar como una cuba. Paco González extasiado, porque estas cosas a él le privan y el realizador sobre los ojos azules de Trapattoni, old blue eyes del fútbol, que dejaban escapar un brillo senil e inexplicable de emoción gaélica. Pero esos ojos del Trapp son italianos y han visto todo el fútbol. Este señor entrenaba la Juventus de Tardelli y Bettega, el equipo anterior a Platini; ha estado en el Milan, en el Inter, en el Bayern y en medio mundo (es como Aragonés sería si a Aragonés le hubiese dado por los idiomas y por cuidar el colesterol -¡por eso Del Bosque le quitó la selección, por el colesterol!-) y al poco de empezar el partido empezó a mirar la cosa con un gesto que ponen a veces los toreros cuando sale el toro y no lo terminan de ver. El mítico entrenador se cruzó de brazos y así se quedo, brazicruzado hasta el final, en símbolo de lo que el tiquitaca ha hecho con todas las categorías futbolísticas anteriores.

El rey del catenaccio se cruzaba de brazos como esperando el bus y sus jugadores, con empeines troquelados, jugaban a eso tan noctívago de la “segunda jugada”, que viene a ser la espuma del fútbol, la resaquilla de lo que queda, el oportunismo concreto del balón suelto y botando.

Los irlandeses corrían por el campo como personajes de su literatura que estuvieran atrapados en la red del destino y la fatalidad. Keane, por ejemplo, en una jugada en que pugnaba con nuestros defensas parcía que pataleaba como un bailaor. Estos irlandeses que han inventado el irish pub, que es donde mejor se ve el fútbol, son unos irreformables tuercebotas.

El partido ha sido la ratificación del once español, de la pugna entre Iniesta y Silva por el balón de oro y una profundización en el tiquitaca post-pep.

-Está mojadito (el césped).

Ya sabiamos que el rival se tiene que dilatar y el césped, factor político, estar mojadito, humedecido. La lubricidad es fundamental y sobre ese tapete rociero cinco centrocampistas como cinco soles moverán la pelota como debería moverse la moneda. En España el euro se mueve poco, pero el balón es como la musaraña que estamos todo el día viendo rodar. El tiquitaca busca la fluidez de la pelota y sus centrocampistas son bancos solventes y financiadores que liberan el flujo de caja y quizás Busquets sea el gobernador del banco central que no tuvimos: acompasamiento a ratos, tajante corte en otros, ¡valladar del crédito de la pelotita rodadora!

Los españoles pensamos con los pies, Xavi es un flaneur (Xavi, raro Xavi, con su tonsura punk de pelos esgalichados alrededor del inicio de calva).

Iniesta era retratado hace unos días como Oliver Atom rodeado de italianos y es verdad que Iniesta parece siempre un cervatillo rodeado de lobos en un documental de Félix Rodríguez de la Fuente, un Bruce Lee rodeado de chinos que le quieren zurrar, una rubia satánica rodeada de falos en un bukkake. Iniesta es a un tiempo acosado y dominador y sus slaloms son una secuencia de movimientos coreografiados en los que sale de un asedio. Es un hombre que parece que se mueve desencadenando una serie de acciones rítmicas y armonizadas que hubiera estado antes ensayando una semana con Rafa Energy, el de Fama. Si el fútbol de Iniesta lo viéramos al revés sería siempre un tío solo que se mete en un embrollo de rivales que le rodean como queriendo quitarle el reloj.

Silva vive detrás de Torres, con su genio mayúsculo, como una sombra recortada y angélica que le hubiera salido al niño. Su gol era un tobillo jugando con los irlandeses.

Yo creo que para engañar a los mercados sólo nos va a quedar un amague de Silva.

La barba de Xabi Alonso, a un centímetro del estilismo, le asemeja a veces al escocés de los Simpson, el que cuida el instituto (¡Nekane, haz algo!).

Al final, los irlandeses yo creo que daban las gracias porque la derrota era lo suficientemente abultada como para beber con ganas. Un 1-0 dejaba lugar al comentario, al mecachis, pero con un 4-0 uno se puede tajar con suficiente melancolía. Ellos atronaban sus salmos como en una liturgia mientras Xavi, circunspecto y más grande que un Platini, se iba quitando la casulla.