martes, 28 de febrero de 2012

MANTENER EL TIPO

El ayudante de tanto tiempo de Ruiz-Mateos, Víctor de la Cruz, ha aparecido recientemente en algunos medios para escenificar una venganza fría contra su antiguo jefe.
http://www.intereconomia.com/blog/columna-hughes/mantener-tipo-20120228

miércoles, 15 de febrero de 2012

LA GARZONIDAD (Publicado en LAGACETA el 14 de febrero de 2012)


El primer recuerdo suyo es verle de portero de Luis del Olmo en el Bernabéu, con un aire a Busquets, esa excentricidad pernerona de Cruyff.
Garzón era también el saltito solvente con que salvaba los escalones de la Audiencia Nacional, como una Norma Duval en el Folies Bergere de la judicatura. La gente, al ir a Madrid, buscaba la foto allí, olvidando los escalones con leones del Congreso.
Mi madre admiraba a Garzón: Mira, hijo, me decía, se sacó la carrera trabajando en una gasolinera, y ahí le tienes, ¡de juez portero! Fue, como Mario Conde, ejemplo y modelo social. Un señor que en lugar de biografía iban esculpiendo su busto, que llevaba bajo el brazo como se lleva el pan:
-Hola, soy Baltasar. Dejo aquí mi busto, gloria de mí mismo.
Había algo superheroico en él. Cuando nos preocupó la droga, perseguía a los narcos; cuando ETA nos obsesionaba, fue azote de comandos. Después, con la memoria histórica, un Indiana Jones de las cunetas. Era el juez de la Democracia, su maromo judicial, y el resto de jueces, a su lado, nos parecían juececillos.
Se vio que todo estaba perdido cuando Don Baltasar, ante un juez y siendo un juez él mismo, con su voz de ciervo herido citó a Kant para decir que el tribunal de un hombre es su conciencia. En esa deriva kantiana está la democracia española: en el libre examen de las sentencias, nuevo protentastismo del español que se piensa que las sentencias se discuten o desacatan como si fueran un penalti que pita Iturralde. Luego, resulta que las sentencias, como los prospectos o el Ulises de Joyce, no las lee ni la madre del juez.

Se ha dicho que Garzón no instruía bien, pero es que la instrucción debe de ser la parte más penosa de ser juez. ¡Con lo bonito que sería sentenciar a pelo! Y no, que dictar tiene sus preliminares como los tiene el amor. Ahí se le veían las humanas ganas de “hacer justicia”, que convierten el juzgar en algo personal, maniobrero, cuando la justicia se hace con su mecanismo eterno y garantista de reloj movido por la contradicción.
Garzón era el redentorismo que al español le entra al llegar al trabajo:
-Solicite de El Cairo el certificado de defunción de Tutancamón, que a ese caballero le voy a poner en su sitio de una santa vez.
Tras el furor de querer arreglar el mundo, nos llega la limitación, normalmente antes del almorzar, y seguimos con nuestra melancolía de facturas. ¿Pero quién no se ha salido alguna vez de sus zapatos como de una lamentable jurisdicción?

Entre los poderes del Estado no había un éter puro, sino una sustancia, un bullir intrigoso, que aunque no acabe en él cabe bautizar como garzonidad. Politizada la justicia, judicializada la política, su inhabilitación llega justo cuando Gallardón reforma la justicia y cuando más evidente es la anemia de liderazgo de la izquierda, que a este paso va a tener que apuntarse a E-Darling para encontrar un líder. Garzón, al fin, quizás deje la causa judicial, que no deja de ser un coñazo, por la causa abierta, grogui e indignatriz del socialismo.

miércoles, 8 de febrero de 2012


LA DEMOCRACIA DEL APARATO (Publicado en LAGACETA)



El clima, como si tuviera sentido de la Historia, hizo coincidir la ola de frío siberiano con el definitivo Congreso Socialista. Así, parecía que el airón gélido que siberizaba Europa iba a darle al PSOE reciedumbre programática, remembranza marxista y una solidez rusificada, pero lo que llegaban no eran imágenes de delegados con gorro ruso, ni rictus severos de obrerismo escarchado, sino unas decepcionantes imágenes de Zarrías colgado de un móvil. La democracia interna ha sido Zarrías tirando de tarifa plana y frío, dirían los delegados, frío es vivir lejos del presupuesto.

El PSOE, muy masculino, se ha agarrado a su aparato y siendo un partido a veces disolvente, dado al relativismo un poco desbaratador, ha respetado escrupulosamente su democracia de delegados y secretarios. El político respeta al aparato como a una madre, se trata de su última lealtad y la democracia interna es la excusa para aferrarse sopranescamente a la organización. En un siglo, de España sólo quedarán los aparatos partidistas y Jordi Hurtado. Revelador, también, que las palabras “unidad” y “disciplina” se griten solo a los delegados.



Antes del Congreso, Felipe había otorgado su apoyo a Rubalcaba en el clima tórrido y surreal de un invernadero, que viene a ser un hospital para plantas, haciendo pensar en el socialismo como en una orquídea pocha. Allí, en palabra freudiana de Rubalcaba, el felipismo se “pringó” con él -ese pringarse: un verdín de óxido en las biografía política-, y felipismo es Sevilla, la caló de Sevilla, la adelfa lírica del recuerdo de todas sus mayorías. Así, el congreso era la defensa del bastión felipista andalusí, califato senil, amenazado por las huestes rientes del zapaterismo, con la intriga de Griñán, que hacía de moro enredón y traidor.

Porque zapaterismo era Madina diciendo que ganaría el que más emocionase:

-A mí, con tal de que me hagan llorar…

Y Zapaterismo fue el discurso de Carme Chacón, que parecía María Patiño viéndoselas con Bárbara Rey. Con su voz robada a las ardillas, la Chacón culminaba su aprendizaje del flamenco iniciado en Olula del Río y el sábado rompía con un “Cómo me las maravillaría yo” desgañitado. ¿En su alargamiento extático de las vocales, en su sensualidad tonal, en sus crescendos casi místicos, cargados de promesas y sustantivos, no se percibía el orgasmo democrático del que habló Zerolo? ¿No fue su discurso del sábado el último orgasmo democrático del zapaterismo, el canto del cisne de un sistema de placer político?

Con la victoria final de Rubalcaba, Doña Carme se queda a las puertas, y el PSOE se quintaesencia en su felipismo. Más que una renovación, ha sido una retroversión del aparato al punto de hace ocho años, como si –ellos también- ZP no hubiera existido.

Queda la duda de saber si Chacón, que es la Venus con dientes de nutria renacida de las aguas muertas del zapaterismo, será integrada, si se silenciará su voz inolvidable o si será un río soterrado, que aparezca cuando todo haya cambiado un poco. Todo, excepto el aparato.