domingo, 6 de noviembre de 2011

TELE: UN RATITO DE LA NORIA

Llego al tramo final de La Noria. Telecinco está reclutando 'colaboradores' del mundo rosa: como rearmándose para un armagaggedón: la Patiño, la Portero, Karmele... que junto a Jimmy valoraban anoche el frustrado reencuentro de Lydia Lozano (Lydia Lozano y su culpa) con Romina Power (siempre me ha fascinado el nombre de Romina Power, tan energético, tan de heroina). 

En el asunto de Lydia, yo vengo echando de menos el juicio deontológico de Arcadi, pues creo que está implicado el quid periodístico. O no, no lo sé. Si por cada fichaje inventado el Marca o Manolete se tuvieran que arrastrar pidiendo perdón... El caso de los Power/Bano vs Lozano y sus fuentes tiene miga porque hay una muerte de por medio. Es Ylenia, ya, y hemos acabado detestando el caso, pero... oye, no deja de ser una desaparición, tan desaparición como la de Marta. Y digo esto porque en el deluxe, tras la entrevista, Lydia fue obligada a marcarse un chuminero y anoche Jimmy llamó lagarta a la madre de la desaparecida. A veces, pese a mi gusto por estos productos televisivos, noto que se me activa el aburrido resorte moral. 

Pero bueno, eso son cosillas menores sobre las que se puede pasar.
Anoche Lydia se reafirmó en su empeño de sentirse perdonada y se fue a comer al Thailandés un pescado con soja junto a Milena, que es una periodista a la que yo pondría un piso y un magazine. Antes, tuvo tiempo de discutir con Karmele, que vuelve al ruedo guerrera. La Noria está perfilándose como los toriles del sálvame. Parece que guardan allí a las bestias pezuñeando un poco para luego lanzarlas a los Kikos por las tardes.

Tras la conexión con Lydia, Jordi trató el tema de la reciente agresión en la M30. Un par de coches cierran el paso a un tercero, descienden ocho individuos y agreden con apreciable salvajismo a los ocupantes del vehículo obstaculizado. La agresión quedó registrada en las cámaras del tunel y anoche pudimos analizarlas, con el repunte paranoico que generan estas cosas.

Entrevistaron a uno de los agredidos, un chico de nombre y origen marroquí al que pusieron frente a Mª Antonia Iglesias, por si no hubiera tenido ya bastante con la agresión. En el careo, similar al que desarrolló con la madre del cuco, la venerable señora Iglesias incurrió en un 'lapsus xenofobus' delicioso. Hablando sobre la ausencia de auxilio por parte de los demás conductores, quiso saber si el agredido lo vivía de manera distinta por el hecho de ser extranjero. El chaval le contestó visiblemente molesto que su país era España. Maria Antonia, hábil, reculó buscando un matiz de percepción cultural por la cuestión del origen familiar. Al ver a un señor de nombre raro, aunque no tuviera acento, le había endilgado la diferencia cultural, la extranjería y el exotismo, como cualquier picapiedra esencialista.

Tras el careo, se organizó una mesa sobre si es aconsejable intervenir en defensa de los agredidos cuando suceden estas cosas y nos cogen paseando al perro. En la mesa destacó el yoyas, que arrancó sinceros aplausos del público con un energumenismo muy matamoros. Tiene madera este chico. A su lado, Rafa Mora, que aportó un caso personal, nos parece un juicioso tertuliano de Veo TV. Hay que decirlo más: la contundencia argumentativa y muscular de Kiko Matamoros está modificando día a día lo que entendemos por un buen colaborador y un buen tertuliano. La elocuencia testosterónica, la musculatura del inciso. Estamos ante una nueva era del tertulianismo cordial.

Hubo algo ideológico en las conclusiones de la mesa. Algo así como el rechazo del heroismo, la inconveniencia social del heroísmo a lo Neira. Neira, de hecho, fue un héroe y su heroísmo le legitimó un poco y luego es muy difícil reestabelcer la razón democrática si hay héroes. 

Para terminar, a borde del sueño ya, apareció la sección 'juguetes rotos', que es otro de los clásicos del 'pograma'. En este caso, Perico Fernández. Esto es como el reverso ingrato del Qué tiempo tan feliz, que es todo amabilidad y confort moral. Jordi hurga en nuestra comodidad y nos presenta cada semana una biografía rota, en este caso la del excepcional boxeador maño. Todo estuvo justificado para mí con las imágenes breves del boxeo de Perico. Lamenté mucho no haber nacido en otra generación para poder admirar a este tipo en lugar de Iniesta o Silva. Me gusta el boxeo, me gustan los toros. Cada día sin ellos es como si me obligaran a salir a la calle con bragas.

Perico malvive en una casa de putas, pinta, y tiene un hablar entrañable, gracioso, muy maño y desangelado como tantos boxeadores. Enseñaba sus pinturas, muchas de ellas con motivos taurinos y me acordé de Jake la Motta, acabado y creativo, autoparódico y pensé también en lo que tienen los toros, en cómo sus formas son la única luz, las únicas formas que a veces imaginamos los españoles en lo más oscuro. Las enseñaba Perico y Jimmy Giménez-Arnau le decía 'te quiero'.

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