domingo, 20 de noviembre de 2011


MIMITOS


Abro el periódico y vuelve Rubalcaba con la Fouché consorte. Y su imagen de homúnculo forgiano ya no es circunstancial. Cada vez que Rubalcaba es fotografiado con una mujer se nos hace blasillo. A mí me empieza a recordar al Dioni, con su sonrisa pícara. Rubalcaba se gana el ascenso al olimpo pícaro y el perdón. 

La campaña del PSOE ha servido para la humanización del pérfido Rubalcaba. Se le ha visto junto a Elena Valenciano, como a dos amigos separados que vuelven a salir de noche y Valenciano parecía enseñar sus fotos a las amigas divorciadas como queriendo recolocarlo, más que ganar unas elecciones. Nos ha ido sacando imágenes del álbum familiar de Rubalcaba, que aparecía en ellas incrustado, como una cabeza ajena en la foto de cartón del forzudo: Rubalcaba atleta -ahora que parece el señor Burns-, Rubalcaba mozalbete, en el colegio de todos los políticos, con el incomparable compañero de pupitre que también hizo carrera; O Rubalcaba adolescente, con melena inimaginable.

La campaña ha sido que Rubalcaba nos enseñase su melena, su pelambrera. ¿No es ese un gran acto de intimidad, como una nueva confesión de su calvicie? Rubalcaba ha sido siempre un calvo honroso, pero al final, además, ¡nos ha vuelto a recordar su calvorota trayendo las fotos de cuando los beatles! Qué diferencia con Bono, que ha pasado de calvo a flequilloso, posando con una chupa Belstaff, de motero remoto y pijo. Bono, traidor a su calva y a la pana, ya se sitúa en la nueva tesitura democrática y lo próximo será el automatismo del gesto fino de Aznar de recogerse el flequillo. Comparado con eso, recordar la hiriente pelambrera adolescente de Rubalcaba es un gesto de enorme valor viril.


El punto culmimante de la rehumanización rubalcabita han sido los mimitos de Chacón, esa voz agónica que ha sido el empacho, la solemnidad dulzona del régimen que expira. La voz de Carme es el reverso sensual, edulcorado y riente, vivo, femenino, del tono solemne y la retórica sentimental de ZP. Esos mimitos bochornosos tienen algo de canto del cisne, de último grito de la prima donna sociata.

Mimitos, mimitos guturales, para un Rubalcaba infantilizado y calvo, protegido y feliz entre tanta tía.



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