lunes, 7 de noviembre de 2011

'AHORA ES UD. EL QUE MIENTE'



Lástima que los debates sigan con estos horarios de discoteca que ya abandona el fútbol. Apenas se puede entrar en tertulia, porque mañana hay que trabajar; los que puedan. En el debate ha habido una inicial reserva a utilizar la palabra ‘parado’: desempleados, personas que quieren trabajar sin poder… porque verdaderamente parados no son, son otra cosa y conviene limpiar la palabra con delizadeza. Queda también la constatación general de que la crisis y –quizás- las movilizaciones ciudadanas han responsabilizado algo a la ‘clase política’. El centro del debate ha sido el sostenimiento de lo que nos queda de Estado de Bienestar y la reforma. Un reformismo pedrojotista, alocado, casi constituyente. No estamos ante el mismo tono ni las mismas preocupaciones de hace unos años y los políticos están forzados al reformismo.



La noche comenzó con un despliegue de barça-madrid, uno imaginaba helicópteros sobrevolando el Palacio de Congresos, con ese rachear straussiano que acompaña la música de masas de los estadios. Mientras las periodistas con la alcachofa comentaban altura de sillas, ángulos de visión, registro de chepas, prueba de folios y disposición de bolígrafos, todo pactado por los padrinos de los duelistas, los contendientes posaban en el fotocol, como celebrities a punto del morrito. Ambos vestían igual, Rajoy con camisa blanca, Rubalcaba de azul. En el plató intergaláctico, enorme, colores prenatales, de placidez uterina. Rajoy como sometido a dieta, con un tic en el ojo izquierdo que se le escapaba como a Millán de Martes y Trece. Muy delgado, algo envejecido, leyendo parte de sus intervenciones. Rubalcaba, muy maquillado, muy pastel, muy rosa en los labios y con esa gesticulación que Mota nos ha enseñado a ver, tanto que en los primeros planos se le mete la mano tonta. Es decir, predominio ya, a sus años, de la parodia sobre el personaje. Avejentamientos ya que dan la razón a los humoristas.



El debate puede interpretarse por sus lapsus. Rajoy le hablaba a un señor Rodríguez-Pérez Rubalcaba y como del lapsus  se sale con un chiste, respondía Rubalcaba que con ése ya perdió un debate. El socialista, por su parte, daba por ganador a Rajoy, al que parece que le quería devolver la frase de hace unos años con el “usted hará cosas que congelarán las pensiones” y en un momento ya histórico ha cantado la traviatta con el “ahora es usted el que miente”.



Ha habido un momento muy divertido en el que Rubalcaba ha dado un dato de memoria, Rajoy ha contraatacado con una ficha con nuevas cifras, a lo que el socialista, con esmaltada sonrisa de triunfo, ha respondido con un enorme cartelon gráfico aprovechando que ‘le quedaban dos segundos’. Rubalcaba en ese instante era feliz, junto a su gráfica ascendente, quizás la única que podía sacar. Ha sido como cuando rasca y pica se iban mostrando armas sucesivamente más poderosas hasta el cañonazo final, sin reparar en que estaban discutiendo sobre las cifras de delitos del año 2002. Estas cosas, estos triunfos de niños repelentes, tienen a veces los políticos.



EL debate ha dejado al inicio una impresión de ser el primer debate sobre el Estado de la Nación, el debate sobre el Estado de la Nación del año cero pepero. Rubalcaba ha centrado su intervención en el programa electoral del PP. En su sherwood referencial, preguntaba por las preferencias privadas de corte esperanzista en sanidad, educación y seguridad y sacaba el doberman del subsidio y del olvido a las PYMES en la negociación colectiva. Ha prometido un impuesto a los bancos, otro a las grandes fortunas y reformar el ICO para transformarlo en Instituto Financiero, recortar le gasto militar y reequilibrar el Impuesto de Sociedades a favor de las PYMES, los nuevos descamisaos. Además, y esto es importante porque no es ya una promesa de hacer, sino de rogar, que solicitará que Europa retrase dos años el plan de ajuste y al Banco Central que baje los tipos. Esos son los poderes de nuestros gobernantes: pedir en Europa como pedían los gobernadores de las regiones romanas.


Rajoy ha estado más didáctico, algo más pedagógico al explicar a los españoles el funcionamiento de las cosas, y con algo de torpeza ha intentado quitarse de encima las acusaciones de trato de favor a los bancos y su responsabilidad en la burbuja inmobiliaria. ‘La pinchamos tarde’, reconocía Rubalcaba, pinchauvas o pinchahuesos de la economía. En esa parte econòmica del debate, Rajoy se defendía: de orillar a las PYMES, de reducir con el subsidio de desempleo y en esos momentos la batalla era más encarnizada. Rubalcaba sacaba a colación unas declaraciones en La Nación y Rajoy, diciendo eso inolvidable de ‘como sé cómo es usted’, le respondía con una carta de rectificación del periodista argentino. De lo dicho por rajoy me quedo con la promesa de reducción del gasto público, de reforma del IVA, topar (guiño mourinhista) los contratos temporales, endurecer las responsabilidades de quienes contraen obligaciones sin consignación presupuestaria -imaginamos que ya no sólo políticas- y reforzar la unidad de mercado. Eso, junto al compromiso personal con el mantenimiento inalterado de las pensiones y la reestructuración del sistema financiero.



Rubalcaba hablaba con un fuerte sesgo izquierdista, Rajoy se sentía más cerca que nunca de zafarse de los sambenitos históricos. ‘No haga juicios de intenciones con nosotros’ y entraba en calor. Ganaba fuerza coloquial, se le escapaba un coño y desplegaba una batería de medidas que harán del BOE el best seller del 2012.



En la tercera fase, que rubalcaba ha llamado miscelánea, se hablaba de calidad democrática, identidades varias, politiquerías y de la posición –me temo que algo deshonrosa- de España en el mundo. Ambos se han enzarzado cómicamente en la cuestión provincial. Rubalcaba, del que nos hemos enterado que es Diputado por Cádiz (¡Cádiz!), las quiere liquidar y Rajoy ha tirado de nostalgia y le hemos imaginado desgarbado y sonriente, protegido de la llovizna por un paraguas, iluminando aldeas en Pontevedra. En tan nimia cosa se enzarzaban los dos, uno esforzándose en subrayar la inutilidad de las provincias, el otro recordando a Javier de Burgos. Rubalcaba las ha llamado preconstitucionales (¡fachas, fachas también las provincias!) y Rajoy las ha mirado con amor adminitrativista. Enconado capricho de dos políticos enormes a los que verdaderamente les cabe el estado hipertrofiado en la cabeza, y que por un momento, con la excusa de las Diputaciones, se han enzarzado en una esgrima inútil. Sale la cuestión del matrimonio gay y Rajoy ni dice ni desdice, porque no le viene en el programa. 




Al final, Rajoy, que no sabe mirar a la cámara, tocaba la lira aznarista de España, gran nación, y Rubalcaba, rosáceo y firme como un obispo enjuto, pestañeando como Shirley temple, nos recordaba, quizá maliciosamente, que él no es un hombre pasivo y trataba de conmover, sinm mucha convicción, a aquellos a los que ya sacó de sus casas en otra ocasión electoral.



Acaba el debate, Campo Vidal cita a García Márquez, pero en mi twitter, con feliz oportunidad, aparece una frase de Mark Twain: “La verdad es el bien más preciado que tenemos. Procede economizarla, pues”. Y así han obrado los prudentes gestores.

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