lunes, 12 de septiembre de 2011


RATOS DE TELE


Escucho a Rosa Benito decir que pone 'todo eso en manos de los abogados' y admiro esa expresión.  Nadie que haya estado entre abogados, asunto de litigio, ha podido abstraerse. La tensión judicial, los bajonazos legales le dejan a uno nervioso, preocupado, porque la justicia no deja de tener su revés de sorpresa final. La jurisprudencia es una sucesión de ocurrencias. Las pesadillas judiciales son habituales. Ellos no, los del circo rosa,  lo dejan todo serenamente en manos de los abogados, seca materia jurídica. De eso no hablo, dirán, eso lo lleva mi abogado. Y 'eso' puede ser medio pedazo de su vida.





La competición lacrimógena de sálvame:

-Cuántas veces te ha llorado? Muchas, y yo a ella también.

-Yo le he llorado muchísimo, muchísimo. Nos hemos llorado mucho las dos.





Anteayer vi a Andrés Pajares en la tele, en el programa caritativo de la Campos. Es un ambiente de mesas camillas, quizás porque ese fuera el escenario o decorado primero de Maria Teresa Campos,  aun cuando lo que aparece es el cruce de piernas de la Gaitán o de la Gorro, que todas juntas, una al lado de otra, parecen una columnata. Sin embargo, pese a tanta cacha descubierta, sigue habiendo allí un ambiente de mesa camilla del que no se puede huir. Como si el sábado televisivo fuera ya para siempre la hora de nuestors abuelos. Y en ese ambiente, Pajares, huidizo como un pajarillo, con la misma celebridad pasmada que tiene Camilo Sesto, ambos en ese olimpo boquiabierto, recibía todo el homenaje nostálgico, el homenaje a bocajarro, extremaunción televisiva. Me fijé al final, cuando hacía un play back moviendo apenas los labios por desconocer la canción que sonaba, y, de repente, su mirada era la de Pacino. Enorme actor Pajares, encontraba en su deterioro último la mirada del actor que le faltaba, ese Pacino serio, violento, majara, siempre a punto de soltar la hostia. Se redondeaba el actor así hasta su último registro.





Se corre hacia la vanidad de uno. Es el atletismo del yo.

1 comentario:

  1. Sencillamente genial. La última vez que vi a Pajares fue cerca de su casa en Madrid. Paseaba la mañana o la mañana paseaba por él. Tampoco yo lo tuve claro. Ido, en lo físico y lo moral, miraba una paloma vieja de un gris muy común. Ella le miraba a él. Concluyendo ambos que ya sólo les quedaba el consuelo de volar cada vez más a ras de suelo. A falta de cielo, al bueno de Andrés y a la vieja paloma, el suelo se les presentaba como un factor de solidez a una decadencia que siempre encuentra una mueca de actor que la acaba haciendo entrañable.

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