jueves, 15 de septiembre de 2011


TELE: INICIO DE ACORRALADOS.

Decepcionante inicio de Acorralados. Por no sé qué deficits personales –palabra ya hegemónica, que ha saltado el ámbito de lo presupuestario- había puesto yo grandes esperanzas de solaz en ese reality, pero por lo visto –poco- me tendré que buscar la vida. Para empezar, el lugar es horrible, es una casa campestre deslucida y desapacible, todo son pajas, barrizales y gallinas y debe de oler a estiercol. Ese rollo ya lo probaron con La Granja, que no me gustó. A mí de niño me llevaron a una Granja Escuela y me hicieron tocar todas las tetillas menos las que me interesaba a mí tocar. El campo me da frio. Quizás sea eso, algo personal, pero como plató, la granja esa no me gusta. De hecho, el color se entristece, se acerca a la tonalida de la cadena triste. No es estrictamente telecinco. No tiene su luz, su brillo, esa chispilla de la frivolidad que nos ha atrapado a tantos. Debo decir que el elenco de almas exhibidas no es malo. Está Antonio David Flores, vestido como si fuese a hacer un moonwalk, con su mirada de killer de platós, hay una Borbón que yo no había visto jamás, del fondo inagotable de los borbones de saldo; está Barbara Rey, tan de vuelta ella, tan señora (Jorge Javier acaba de decir la palabra ‘capataza’, quizás estoy juzgando demasiado pronto). Están las dos personalidades más descollantes de myhyv, Brenda y Reche, tronistas tronados; la madre de Aída, mozárabe ella; Nagore, una lesbiana muy guapa del GH, que puede tener sus tres o cuatro interviús y dos estrábicos célebres, el Dioni y Leticia Savater, con esa desazón que producen sus miradas. El gran interés del concurso para mí, ahora mismo, está en detectar eso, sus cruces de miradas, carambólicos. (Ahora Bárbara Rey, pudorosa, asume su edad, ante el reproche mariliendre de Jorgeja). Y está Regina Dos Santos, que quizás tenga un hijo canterano culé y que se pasea ya, machucha, como un estandarte lamentable del erotismo español de las últimas décadas. (Ahora mismo, Antonio David anima el cotarro, ¡demarraje en el reality! Con ese reproche tan paradójico: “Aquí hay mucho que quiere ser visto, mucho al que le gustan las cámaras”). Así hay que interpretar los realities: la lucha encarnizada y darwinista por la audiencia entre animales televisivos de distinto tipo. Una docena de seres catódicos, hambrientos, seduciendo a la audiencia. Visto así, y si la granja permite la vida comunal, el rollito de las confesiones y los toqueteos, este programa puede darnos eso que tanto nos gusta: la atracción irrefrenable por la singularidad televisiva.

Es hora de dormir. Arrancarse de la tele ahora es casi tan difícil como será arrancarse de la cama en unas horas.

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