domingo, 6 de noviembre de 2011

TELE: UN RATITO DE LA NORIA

Llego al tramo final de La Noria. Telecinco está reclutando 'colaboradores' del mundo rosa: como rearmándose para un armagaggedón: la Patiño, la Portero, Karmele... que junto a Jimmy valoraban anoche el frustrado reencuentro de Lydia Lozano (Lydia Lozano y su culpa) con Romina Power (siempre me ha fascinado el nombre de Romina Power, tan energético, tan de heroina). 

En el asunto de Lydia, yo vengo echando de menos el juicio deontológico de Arcadi, pues creo que está implicado el quid periodístico. O no, no lo sé. Si por cada fichaje inventado el Marca o Manolete se tuvieran que arrastrar pidiendo perdón... El caso de los Power/Bano vs Lozano y sus fuentes tiene miga porque hay una muerte de por medio. Es Ylenia, ya, y hemos acabado detestando el caso, pero... oye, no deja de ser una desaparición, tan desaparición como la de Marta. Y digo esto porque en el deluxe, tras la entrevista, Lydia fue obligada a marcarse un chuminero y anoche Jimmy llamó lagarta a la madre de la desaparecida. A veces, pese a mi gusto por estos productos televisivos, noto que se me activa el aburrido resorte moral. 

Pero bueno, eso son cosillas menores sobre las que se puede pasar.
Anoche Lydia se reafirmó en su empeño de sentirse perdonada y se fue a comer al Thailandés un pescado con soja junto a Milena, que es una periodista a la que yo pondría un piso y un magazine. Antes, tuvo tiempo de discutir con Karmele, que vuelve al ruedo guerrera. La Noria está perfilándose como los toriles del sálvame. Parece que guardan allí a las bestias pezuñeando un poco para luego lanzarlas a los Kikos por las tardes.

Tras la conexión con Lydia, Jordi trató el tema de la reciente agresión en la M30. Un par de coches cierran el paso a un tercero, descienden ocho individuos y agreden con apreciable salvajismo a los ocupantes del vehículo obstaculizado. La agresión quedó registrada en las cámaras del tunel y anoche pudimos analizarlas, con el repunte paranoico que generan estas cosas.

Entrevistaron a uno de los agredidos, un chico de nombre y origen marroquí al que pusieron frente a Mª Antonia Iglesias, por si no hubiera tenido ya bastante con la agresión. En el careo, similar al que desarrolló con la madre del cuco, la venerable señora Iglesias incurrió en un 'lapsus xenofobus' delicioso. Hablando sobre la ausencia de auxilio por parte de los demás conductores, quiso saber si el agredido lo vivía de manera distinta por el hecho de ser extranjero. El chaval le contestó visiblemente molesto que su país era España. Maria Antonia, hábil, reculó buscando un matiz de percepción cultural por la cuestión del origen familiar. Al ver a un señor de nombre raro, aunque no tuviera acento, le había endilgado la diferencia cultural, la extranjería y el exotismo, como cualquier picapiedra esencialista.

Tras el careo, se organizó una mesa sobre si es aconsejable intervenir en defensa de los agredidos cuando suceden estas cosas y nos cogen paseando al perro. En la mesa destacó el yoyas, que arrancó sinceros aplausos del público con un energumenismo muy matamoros. Tiene madera este chico. A su lado, Rafa Mora, que aportó un caso personal, nos parece un juicioso tertuliano de Veo TV. Hay que decirlo más: la contundencia argumentativa y muscular de Kiko Matamoros está modificando día a día lo que entendemos por un buen colaborador y un buen tertuliano. La elocuencia testosterónica, la musculatura del inciso. Estamos ante una nueva era del tertulianismo cordial.

Hubo algo ideológico en las conclusiones de la mesa. Algo así como el rechazo del heroismo, la inconveniencia social del heroísmo a lo Neira. Neira, de hecho, fue un héroe y su heroísmo le legitimó un poco y luego es muy difícil reestabelcer la razón democrática si hay héroes. 

Para terminar, a borde del sueño ya, apareció la sección 'juguetes rotos', que es otro de los clásicos del 'pograma'. En este caso, Perico Fernández. Esto es como el reverso ingrato del Qué tiempo tan feliz, que es todo amabilidad y confort moral. Jordi hurga en nuestra comodidad y nos presenta cada semana una biografía rota, en este caso la del excepcional boxeador maño. Todo estuvo justificado para mí con las imágenes breves del boxeo de Perico. Lamenté mucho no haber nacido en otra generación para poder admirar a este tipo en lugar de Iniesta o Silva. Me gusta el boxeo, me gustan los toros. Cada día sin ellos es como si me obligaran a salir a la calle con bragas.

Perico malvive en una casa de putas, pinta, y tiene un hablar entrañable, gracioso, muy maño y desangelado como tantos boxeadores. Enseñaba sus pinturas, muchas de ellas con motivos taurinos y me acordé de Jake la Motta, acabado y creativo, autoparódico y pensé también en lo que tienen los toros, en cómo sus formas son la única luz, las únicas formas que a veces imaginamos los españoles en lo más oscuro. Las enseñaba Perico y Jimmy Giménez-Arnau le decía 'te quiero'.

sábado, 5 de noviembre de 2011


EL WEMBLEY SOCIATA



Imágenes del mitin sevillano de la nostalgia. Ahora que deja el poder, comprendo, por fin, lo que es el PSOE para sus votantes e interpreto el mitin como una nostalgia, sí, pero con su afirmación. Guerra da la batalla como un personaje terminal en la trinchera, y tañe la fibra sentimental del sociata, como un Freddie Mercury de pana para la izquierda de grandes estadios. Lo de Sevilla ha sido el Wembley sociata. En ese gracejo serio, socarrón, con la inconfundible entonación guerrista y su virtuoso uso de la demagogia –que es como la cursilería del político-, está el núcleo de ese extraño y masivo fenómeno social que es el sociatismo: la congregación sociata, la pasión sociata. Es una pasión y un orgullo que nace de la nada ochentera y tiene su mitología en estos tipos, porque antes sólo hay una nebulosa rencorosa y cuatro ensoñaciones lorquianas y anarcoides, desamortizadoras. Esto sí es real, esto sí es una tradición a la que agarrarse por encima del encanallamiento republicano, porque a Azaña no lo conoce nadie. En Sevilla se representa la existencia ya de una constelación de mitos sociatas que son el orgullo de medio país y una inspiración para la oposición futura. La gente se equivoca al interpretarlo ‘en clave de’ pasado. Sevilla, ese mitin de tenores roncos, es el futuro. Es el cincelarse de los perfiles de la mitología orgullosa del nuevo sociatismo. Importará poco que los articulistas de la derechita, ni derechona ya, recomienden lo contrario: Glez y Guerra, Guerra y Glez son el patrimonio sentimental de media España, la forma de patriotismo que tienen, porque casi se puede decir que no tienen otra.

Guerra es el humorista más largo que tenemos con excepción de Mingote y además es el contrahumorista, el iracundizador de la otra media España. Mi padre, por ejemplo, no puede ver a Guerra sin exaltarse. Esto, obviamente, es un talento inmenso. La capacidad verbal, la capacidad retórica y la inteligencia ofídica de Guerra son un patrimonio de la democracia española. Son, a decir verdad, uno de los grandes patrimonios democráticos. El disenso, el disenso insidioso, rompiendo como un ventarrón el clima de apacible consenso de la transición. Guerra, con su talento chistoso y su mirada venenosa y morada inventa la política española, la política real, entre los usos estalinistas de la izquierda organizada y lo americano, el ilusionismo de mercadotecnia yanqui, y los Pons de ahora son guerras sin su talento. Guerra, que iba de machadiano, pero es bergaminesco. Guerra es la comunicación de los partidos y eso, en democracia, es muchísimo. Si escuchamos a Suárez, con esa enjutez lacónica, escupiendo las promesas ridículamente y es como escuchar al Cid...
Ahora lo comprendo todo. Todo es distinto si se mira con ojos amorosos de nostalgia. Zerolo, por ejemplo, era, en sí mismo, con su suavidad rizada, un revolucionario proceso democrático whitmaniano. Era extender el amor fraterno, carnal o no, hacia los demás, como una enorme forma de concordia, contra el universo Cascos y la retórica macha de la derecha. Eso era Zerolo, y no lo supimos ver. Era el talante, y no era una revolución, sino un revolcón. ¿Qué le pasa a un país si se decreta el amor entre sus ciudadanos? El PSOE, este PSOE desastroso al que la historia (el Tiempo con toga) ha dado el castigo providencial que tantos le desearon, ha hecho visible cosas como el amor sáfico, que era algo que se medio permitía callado en las urbanizaciones de radiofonistas (¡que para colmo se llamaban Moralejas!). Las leyes de tolerancia y aperturismo gay han abierto España al beso homosexual, al morreo rasposo y a las adolescentes resueltas que se cogen de la mano por la calle. Lástima que no hayan legalizado la droga, desligando crimen y alucinación de una vez por todas. Alguien lo decía ayer: el polvo a precio de yeso, y quien quiera que se ponga hasta arriba. Y qué bonita imagen: coca por yeso, caballo por yeso. Total, si no se iba a construir más y nos íbamos al paro. Ahí no ha estado bien el PSOE. Ya que la ruina era segura, deberían habernos conducido a ella con la grandeza decadente de nerones.
Eeste PSOE que lleva ya años agotado, buscando, rebuscando como en el fondo del bolsillo los votos indecisos de los eufemísticamente llamados así,  el voto de calderilla de los españoles sin voz ni opinión ni interés alguno por la vida social; debería, creo yo, haber buscado su reafirmación, sociata, guerrista, un poco tunante, en la verdadera España de la indecisión, la de la duda, la de la cavilación. No era la indecisión demoscópica (¡quién tras estos ocho años puede estar indeciso!), sino la España indecisa de nuestros siglos. Hay en las bibliotecas una España perpleja, intermedia, que algunos llaman liberal, pero no solo, y en esa España se podía haber mirado el PSOE, de la mano del guerrismo, lo mejor de la izquierda española y lo que va a sobrevivir de ella.

jueves, 3 de noviembre de 2011

UN CACHITO DE TELE: ELENA DE MYHYV Y UN ANUNCIO DE HERRERA



Acabo de ver MYHYV, justo el momento en el que Elena está a un paso de confesar algo definitivo. Se pone de pie frente a Raúl y Jacinto -que es el tío que le gusta a mi novia- y justo entonces Emma suelta su ya célebre 'seguimos grabando'. Me ha dado tanta rabia que he lanzado el mando contra el suelo enmoquetado, de modo que me ha rebotado en un pie. Dolor. He recordado que lo de hoy en La Siete -la dos de telecinco, la bendita cadena de la segunda oportunidad- se estaba emitiendo con un día de retraso, de modo que me he lanzado sobre la web del programa para concoer el desenlace: Elena lo ha dejado todo para conocer a Fabián. Tan tan tachán.

Fabián es un monitor de fitness medio uruguayo, con acento raro y, todo ha de reconocerse, unos hermosos ojos azules que las llevan loquitas. Elena, que es una gachí de campeonato, granadina y un poquito malafollá (que no mal follá), al final ha acabado a lo grande justo cuando yo la iba a defender. Así se lo dije en mi twitter, que reúne ya a lo mejor de España, una especie de gotha de la heterodoxia española que yo destaco a golpe de retuit., como si fueran polichinelas. Hola personalísimo, galería quintera, mi timeline es mi orgullo.

Elena ha sido distante, displicente, caprichosa y tornadiza. Lo ha tenido todo la muchacha. Rubia y voluptuosa, lo que me ha gustado de ella ha sido, precisamente, su ejercicio de distancia. Hay una belleza rotunda, fácil, que hasta parece vulgar, pero que ella ha dignificado con una altura un poco diva. Una distancia morena para una belleza de poner ron con colas en las mejores barras. 

No he podido seguir su trono de forma completa, pero algo he visto. Comenzó siendo cortejada por un negro bailarín callejero. A mi entender era un amor condenado de antemano, porque él era simple, era un individuo que tenía por mérito principal saber hacer piruetas en los parques suburbiales, como si fuera una tortuga ninja. Eso no podía llenar el ansia de misterio y sufrimiento de Elena, porque en los mohines de Elena ha habido siempre una fidelidad al lado terrible del amor. Elena quería misterio, riesgo, y que, ay, alguno la llevase por la calle de la amargura. Su pretenditente negro (no recuerdo el nombre, por eso destaco su negritud) tenía tanto labio, y tanto labio tiene Elena, que había un exceso de carnosidad, un exceso labial, una probabilidad de beso sin espíritu, todo carne, sin diente, sin mordisco. El beso ha de enseñar su mordisqueo, el beso no es enteramente labio y conviene que alguno en la pareja tenga poco labio. El negro, finalmente, fue historia.

Tras el bailarín callejero llegaron otros, y entre medias hubo un intento con Fabián, que le hizo un poco la trece catorce. Elena lloró lágrimas amargas y entonces apareció su hermana, bella aunque con menos intensidad, algo pija, con ese aire de terapeuta urgente que tienen las amigas/hermanas de las españolas. El episodio de Fabián descentró a nuestra tronista y a partir de ahí su trono se tambaleó. Procesionaban pretendientes insulsos que no podían llenarla e incluso hubo un momento en que dejaron de aparecer, asustados, con el temor del macho pusilánime ante la hembra desconcertante. Elena estaba sola, sola en su trono, porque la belleza y la integridad acarrean soledad. Apareció entonces la proverbial envidia española, que no perdona la independencia de criterio, ni la diferencia. Creída, se escuchaba; prepotente, le decían. Todo ser distinto, todo raro en España lo ha escuchado alguna vez.

Elena dudó y lloró. La hicieron llorar entre todos y entonces apareció Raúl, uno que canta o toca la guitarra, que es un tronista menor y cordial, de la estirpe de los Efrenes, un tipo un poco menelao al que trataron de unir a Elena. Ella vaciló, y cada gesto de duda era interpretado como un jugueteo, como un capricho, y lo que sucedía es que Elena no sentía la terrible descarga del amor y entonces su belleza helaba sus actos. Cada negativa era un puñal en el corazón del hombre mediocre porque la gente ya no entiende la belleza: la belleza ha de herir. No podemos pedir a la mujer fatal que sea condescendiente.

Al final entró Jacinto, bello como el Jacinto de Broc, pero no había nada que hacer, y lo hemos visto hoy (ayer): el corazón de Elena habia sido ya raptado por Fabián, como un Paris terrible en La Posada.

Además del desenlace del trono de Elena, el ratito en el sofá me ha permitido ver un anuncio protagonizado por Carlos Herrera para la aseguradora Cignac. En el spot, sale un Herrera desbigotado hablando como Troy McClure caminando sobre un fondo como el de los teletubis. Él mismo parece un poco teletubi. En medio de ese ambiente, que no es sino el paraiso herreriano que imaginábamos sus oyentes, con rodríguez brauns canturreantes y josemis vacantes, surgen dos parejas contando sonrientes primores y riesgos de la vida cotidiana. Habla Carlos y dice algo que, fósforos, nos convence.

martes, 1 de noviembre de 2011

CAMISAS BLANCAS (PONSIANA)


Del Rajoy que Jabois ha descrito como un punto de cardinal sobre el que sobrevienen las estaciones, cabe predicar la quietud, que es una virtud del alma y una virtud taurina. Quieto, como esas estatuas que parecen congeladas en el gesto para no ahuyentar a las palomas, llega a la campaña electoral con el pensamiento por articular. Si uno no hace por enterarse, Mariano no le llega. No tiene presencia ambiental. Hay que preocuparse por llegar a él y eso es un objetivo cumplido: difícilmente puede crispar a nadie. ningún votante izquierdista saldrá de su ataud de desengaño para votar en contra. 

El quietismo de Mariano ayudará a los articulistas, porque es como su prognatismo moral, pero es engañoso porque nos hace pensar que observa algo, que recogido madura una visión, que en su inacción hay una larga reflexión elevada, pero nada nos lo garantiza, pues podría estar esperando el poder como un mero recolector. El silencio siempre hace interesante a la gente.

Y no tiene importancia, pero en ese quietismo empieza a haber un abandono de una función institucional. El sistema tiene reglas y funciones casi biológicas. La sed de poder, maniática, mueve el mundo político y si el púgil ha de golpear, el opositor debe oponerse y polemizar, y debe hacer ruido y explicarse y darse a conocer y eso, que no viene escrito en ningún sitio, forma parte del estado de cosas. Uno piensa que si fuera por Génova no habría campaña electoral.

Durante este tiempo de derrumbe socialista más que Rajoy me ha transmitido González Pons. Es heredero de la portavocía cáustica de M.A.R., pero sin su estilo bronco. Lo define Bustos como "rostro hierático y comisura amable" y magistralmente resume así la dualidad gestual de este político que tiene intensidad de sien y sabe mirar venenosamente, madurando la respuesta con una sonrisa. Blandura gestual, porte deportivo y californiano y frente de senador demócrata. Esperanza parece una gioconda cuando la entrevista Ana Pastor, sonríe y mira duramente, pero al sonreir se le pinza un mínimo nervio que le tensa el gesto. Ese pinsamiento es lo que la separa de Pons, ese pinzamiento es la crispación. La crispación es el derrote de la comisura. 

En Glez. Pons hay siempre un relajo de veraneante algodonoso en Javea. La portavocía es un ministerio, son arietes partidistas, pero también han acabado siendo los monologuistas chistosos de sus bases. Pons coge el micrófono como un entertainer yanqui y las jóvenes peperas le rien las gracias, un poco enamoriscadas, tan poco acostumbradas como están a la chispa. Pons es el balbuceo comunicativo de la derecha y su talento metafórico. Pons huye de la aridez expositivo común y se arriesga al juego de palabras y al ingenio, sin ser, claro, un Alfonso Guerra. Ha sido la elocuencia entre solemne y dicharachera, a veces risible, del proyecto quieto de Rajoy, el estilita.

En su reciente libro, Pons explica la razón de sus camisas blancas. Las lleva por consejo de su padre, médico, como signo de respeto y pulcritud hacia los demás. La camisa blanca de Pons ha sido lo más cerca que ha estado un político últimamente de proponer una reforma moral. La ética de la camisa blanca; fondo de armario, lejos de las oscuridades de camisa radical, con la canción de Ana Belén de fondo, que todo suma en el marketing político. En sus páginas, explica también su concepción abierta y mediterránea del liberalismo como una forma de duda. El liberalismo como una apertura. Hay algo centrado, aperturista y consensual en este tipo y quizá ése sea el gran éxito de Rajoy.

lunes, 31 de octubre de 2011

TELE: UN CACHITO DEL LOCO


El Loco y Juan Tamariz. El mago tiene querencia gaditana y quién le va a culpar. La Caleta despliega su panorama de barquitas y su sol derretido sobre la playa eterna. Cádiz esperando el bergantín que no llega, que dice Gabo. El Loco, con su emperifollamiento de pañuelos, le saca al mago unos trucos en un teatro sevillano y un poquito de gaditanismo, que no le imaginábamos al ilusionista socarrón.

Pasa después a hablar del amor, con la señora Galiana y una mujer, en sus cuarenta muy bien llevados, que fuera la loca de amor, la loca de amor de Falla, otro gaditano, en el desvarío televisivo de los ochenta. El amor fou, de puñales en el pecho, es ahora una pasión fría, discontínua y racional y Galiana tuerce el gesto y reconoce haber sido tocada por un solo hombre, su marido, del que afirma no poder decir lo mismo. ¿El amor, Gala? Todo. Todo. Todo. Negando, afirmando, resuelto, elocuente: el amor lo es todo. ¿Y para Punset? Supervivencia y erotismo mitocondrial. Y hasta Bucay define el amor como la libertad que se le da al otro para cometer actos contra nosotros mismos, como si amar fuera una pirueta contractual. ¿Es ponerse en manos del otro? Quizá, Bucay, cursilón siniestro, y el Bucay español, Marina, que dice que el amor no es convivencia. ¿Qué será el amor? La Jurado afirma que una especie de sed de absoluto, un placer y un daño y entre cada palabra deja un vacío y un gesto que es más grande que todos los poemas; Shakira, cuyo trasero es una perfecta definición del amor, dice, con una entereza que no se merece su amante fronticorto, que es Dios en la tierra para los creyentes y la razón que evita el suicidio masivo para los que no lo son. Horas de televisión resumidas en una divagación sobre el amor y sobre todas ellas la de Paco Rabal, reconociendo que una cosa es el amor y otra el polvo loco, mientras le miran ojos amorosos y pacientes de su esposa, que hace de loco de la colina y deja escapar un chorro de dolor por la mirada. 

Necesitamos televisión en directo. En riguroso directo. El rigor del directo es la respiración administrada, el juego de la respiración que ensayan ya todos los invitados del sálvame, y la iluminación nimbada del loco en su colina, con ese andalucismo paciente y senequista, es como el directo enfrascado para que el ambiente dela entrevista se condense. Que no sea directo, pero que hable gente y que se recupere el género de la entrevista. Muchas veces, la telebasura tiene el interés, el simple interés de ver gente hablando sin ficciones.

Las locas por amor dejan de serlo y en su enfriamiento parece apagarse la pasión que todos tuvimos, adultos, ancianos, niños, en los ochenta. Tengo nostalgía de ese amor de la loca enamorada y yo era un niño. ¿Qué pasión sintió? ¿Qué desgarro? ¿En qué bares, con qué canciones? ¿Qué gemidos, qué gritos? El amor, dijo alguien, es un beso, dos besos, tres besos, dos besos, un beso y luego ningún beso, sí, pero aún entonces, un cautiverio y una respiración.

domingo, 30 de octubre de 2011


DIARIO


Al parecer ya ha pasado el aguacero. Llegó ayer, como un desprendimiento de tropicalismo. Lo vi tras la ventana, cumplido el titular, porque la lluvia de otoño llevaba días siendo noticia y se esperaba como un meteorito o un jefe de estado. Las periodistas se subían a lo alto de los cerros a explicar la lluvia. La expectativa, el culto estadístico que mueve la actualidad -secretamente todos esperamos el fracaso de las previsiones, su fría petulancia, aunque sea a costa del derrumbe económico-, había provocado que vergonzosamente uno se refugiase en casa. De este modo, me he perdido uno de los placeres infantiles: el olor algo sulfuroso de antes de llover, la verdadera expectativa de lluvia, y la sinfonía de perfumes de la humedad. La humedad, por cierto, es una cosa sutil que odiamos, como si no estuviésemos preparado para ese estado intermedio, insidioso. 

Vivir la lluvia como noticia debe considerarse ya un empobrecimiento.

Lo mejor de la lluvia está en el cielo, en sus matices y mutaciones otoñales. Una oscuridad cernida, amenazante, con una fuga amarilla hacia la claridad por el norte. Todo amarillo y violeta como la carne dolorida, con la sensación de intimidad de los cielos bajos, encapotados. Apostaría algo a que un cielo así cobija menos crímenes, porque lo terrible es la claridad, el verano.

Las formas vulgares que entonan la autoestima. Un cenicero con formas de cartelería francesa. La serenidad tras la crisis muscular. Formas de camuflaje de las cuestiones esenciales, que orgánicamente se ocultan. El lento aprendizaje del autoengaño que viene a ser vivir. Lección primera y única de fisiología moral.

Alguien yace como un sultán en la terraza de la cafetería, con el puto iphone  y ELPAÍS al lado. El camarero, paciente y de mirada dura -ésos son los mejores-, nos recuerda el trato profesional en medio del domingo y uno casi que agradece ese envaramiento comercial. La exhibición del ocio dominical es impúdica. Habernos dado educación, sufragio y albedrío social ha sido un enorme error. Haber convivido con la sociedad española de las tres últimas legislaturas es una experiencia estética mil veces peor que la guerra. Haber sido uno de ellos. Ser uno de ellos. Por Dios.

Al aparcar, noto en la calle, persistente, el sonido de algo que es como el surgimiento de una abubilla residencial. Parado, con las llaves en la mano, me siento protagonista de un anuncio de coches, preso en una epifanía publicitaria. Camino hacia casa y el cielo dorado del oeste, con una nobleza como de cobre, lanza sobre los edificios una luz de polvo dorado y el efecto es como el maquillaje arquitectónico. Qué suerte tienen los arquitectos de que aún haya sol y otoño. El silencio es consistente, físico. La abubilla -la llamaremos abubilla- suena como un grillo de metal más noble. Todo parece estar digiriendo una paella comulgante, en el sopor inevitable del arroz.

sábado, 22 de octubre de 2011

TELE: SÁLVAME. LA CAJA DE YURENA


Muchas mujeres catódicas parecen compartir el drama del padre ausente. Yurena, antigua Tamara -durante el programa, por eso de la intimidad, también se le llamó María del Mar, como un animal de múltiples cabezas, todas ellas escaroladas- vive con el ay de que su padre abandonó a su familia por un hombre. El padre, que por algo se llama Floreal, no habla muy bien de Yurena y su madre, la señora Margarita Seisdedos. Esas mujeres sin padre parece que van todas a la tele a buscarlo. El padre ausente y la necesidad de encontrarlo a través de la popularidad parecen ser la explicación de sus carreras. Inexplicables carreras de otro modo, artisteo obcecado, maniático, que ya vamos viendo que es la forma de resolver un complejo de infancia. En el caso de Tamara, su estilismo, siempre aspirante al reconocimiento gay, parece que también viene explicado por lo del padre. En realidad, la biografía es la forma de remediar el guantazo que de niño nos dio el padre.

La caja está resultando un redimensionador de personajes. Yurena ya no es la cantante freak, sino una mujer que se explica maravillosamente, con mucha propiedad, protagonista de una hermosa relación materno-filial. La caja es como un megacolaborador, y en ella sale un tipo, que es como un kiko intra-psique, que les canta las cuarenta. Yurena hablaba con tristeza de la depresión de su madre y la señora Seisdedos la miraba con unos ojos tristes pero muy curiosos que se iban enrojeciendo. Después, para que no la viesen llorar, ocultaba su cabeza entre las manos, mostrando sus dedos, como para que viésemos que efectivamente tiene cinco. Me dio mucha pena. Estos dramas de las mamás de las artistas sin padre que está contando Jorgeja (Sonia, Monroy, Tatiana, Yurena...) son en realidad el drama de tantas mujeres para las que el siglo XX fue como un lamentable abandono del domicilio conyugal. Y son una cosa muy del pronto en el que colaboró Jorgeja, que dignifica a las madres ancianas como un Almodóvar.

Margarita Seisdedos es la madre de artista por antonomasia, pero a partir de ahora vamos a preocuparnos mucho de su estado y la gran exclusiva que tendrá que vender Tamara será la de su independecia: Ese día en que estrene pisito y haga un sarao de inauguración con Leonardo Dantés cantando a la hipoteca y al alquiler. 

En una pausa anunciaron La Noria. Decían que "el caudillo está más de actualidad que nunca". Yo no daba crédito. Jorgeja paseaba y echaba miraditas a su Kenny G. Jorgeja parece siempre que peta la camisa. No lleva una prenda holgada desde que se quitó el babero. Me fijé también en que el pianista, al cantar, tenía la misma cara de Pablo Sebastian. Fíjense.

En una de esas Yurena dijo: "si me pinchan no sangro", lo que en sus labios sonaba un poco literal. La señora Seisdedos dijo una cosa hermosa sobre Florean: "Yo quiero a cualquiera y le quise a ratos".
Luego Yurena nos descubrió que estuvo años sin salir para cuidar su voz. Sorprendentemente, Jorgeja dejó escapar el comentario.

Kiko Matamoros pidió un plano de los pies de Doña Margarita y Mila, mezquinamente, trató de meter cizaña entre madre e hija. Al final, se fundieron en un abrazo y salieron del plató hacia su realidad. Hoy estarán en su humilde pisito y la señora Seisdedos no saldrá de la cama. Ojalá pudiera leerme, ojalá tuviera un ipad.

Belén Esteban, que está muy graciosa en los finales de Sálvame, dijo que el chichi lavado es chichi estrenado y luego afirmó que en su cuerpo sólo entraba su marido.

Después entró Juan Miguel, el peluquero, ex de Karina. Absolutamente Rubia, tiene pinta de narco. Es como un narco travesti con bigotón macho. Vino Juan Miguel y no le pusieron subtítulos. Como me dormí no sé a estas horas si se sacó el huevo, como en el reality.