jueves, 27 de septiembre de 2012

UN RATO DE TELE: LA VOZ


Me ponen un café y el chaval me dice: aquí tienes, máquina. Su desenvoltura me recuerda a Bisbal, que es el gran atractivo del concurso La Voz, record de audiencia con el que Telecinco da la espalda al reality por el gorgorito. La emoción humana, el enganche de la nicotina, por la emoción artística. Tanto Bisbal como Melendi, que acude con el pelo planchado de Oyarzábal, parecen extraer algo más que dinero del concurso. Melendi lava su dañada imagen de horroroso cantante montapollos y Bisbal nos devuelve a Bisbal tras el affaire Tablada. Un Bisbal reconcentrado, con una chaladura suya propia. Tiene la salida caprichosa de Julio Iglesias, el desatornillamiento leve de todo artista. Es histriónico, numerero, intolerablemente intenso. Anoche, por ejemplo, cuando un cantante finalizaba una correcta versión del For once in my life, él se levantó e impuso sobre el propio concursante y sobre la orquesta el final bisbaliano, la coda copletera, su caracoleo musicovocal que el tío le planta encima a Mozart, a Sinatra o a quien se le ponga por delante.



Rosario y Malú transmiten con el rostro, pero Melendi y Bisbal necesitan mucho aspaviento. Bisbal, con todo, tiene criterio y en ocasiones su mano quiere pulsar pero él no la deja y se le ve sujetándose la extremidad como un juez sujetaría a un jurado popular desmandado. La mano de pulsar se le dispara y él la retiene y sufre, todo energía. Al final, es que se trata del clásico concurso del pulsador, del mocmoc. SUele apretar antes Rosario, que insiste siempre en que ella se mueve por el sentimiento. Le gusta el soul -en estos concursos siempre hay un puñado de voces soul que parece que se quieren comer el escenario, pero que ya no tienen el efecto de Rosa- y dice buscar el "feeling negrito", que debe ser el que buscaba Mou con Essien.

El efecto Rosa. En un país que desconoce la música negra, la gente flipó con ella. Luego, a la hora de vender discos, no vendió ninguno, porque, ya digo, una voz negra en España no se come un colín. Y así vendieron luego Busta y Bisbal. Que son nuestros BB, como otros tienen los Beastie Boys.

Malú está guapísima y se suele llevar las voces con más estilo. Por ejemplo la del artista sexagenario Pau Piqué, entre el doblaje y el crooner. Un hombre elegante, educadísimo, que nos pareció el seny hecho swing.

Hubo copla, melódica, pachanga, bossa, soul y un muchacho nervioso que conmovedoramente se presentaba a cantante por dejar la carnicería. Ataviado de Centella y con la pinta de un Vanilla Ice desnutrido, el muchacho, de cálida voz con tono propio, se quedó enganchado a mitad de estrofa. 



Jesús Vázquez hace una presentación menor. Está con las familias, pero no accede al escenario. El escenario se queda solo, en silencio, hasta que se oyen los pasos de alguien que sube. Entonces Bisbal dice:

- Es una mujer.

Claro, recién divorciado, está en esa fase.

LO más bonito del concurso es analizar cómo se percibe la música. Los expertos se ponen de espaldas y en sus caras (ellas) y sus aspavientos (ellos) se observa el efecto de la música. Yo me puse de espaldas a la tele para sentir lo mismo que ellos y girarme en el momento en que creyese oportuno. Esta modalidad me parece la mejor para seguir el concurso, porque ayuda a discriminar la voz del resto del paquete.

Es un programa que llevado al extremo nos está diciendo: no me mires. Sólo escúchame. Valora la voz, siéntela. NO hay presentador y entre el concursante y el espectador sólo están los famosos. Uno se da cuenta de que la sensación la matizan ellos y de que al final es Bisbal o son los ojos de Malú los que nos transmiten. Que los artistas siguen siendo ellos. 

Pónganse de espaldas a la tele. No sentirán nada. Vuelvan a mirar, observen a los coaches. Lo que sientan (esa mezcla de emoción musical, diversión innoble, hilarante desesperación) lo estarán sintiendo por Bisbal.


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