lunes, 2 de julio de 2012



ESPAÑA, 4; ITALIA, 0. MI VERDAD (UN POCO REVENIDA)



Yo fui un niño preocupado por la selección y su falta de estilo y resultados. El noventayocho yo lo conocía ya de antes de los libros por esa razón. Muchas madrugadas estuve acostándome tardísimo escuchando tertulias al respecto y hubo un momento en que creí que estas cosas sólo nos preocupaban a mí y a Enrique Ortego. Cuando veía al equipo español jugar sus partidos clasificatorios en Cartagena, Logroño o Almendralejo –con todos los respetos- sentía una sensación intensa y triste que entonces despachaba con un adjetivo único y  útil: cutre. De fondo, el bombo de Manolo era como el tambor de un barco de esclavos. El España lastimoso que nos arrancaba ese bombo lo vieron muy bien faemino y Cansado en uno de sus chistes.  Ahora añoro fuertemente esa cutrez perdida y estaría dispuesto a entrar en el más que probable mercado negro de partidos grabados de La Furia, con esas retransmisiones vintage de José Ángel de la Casa.

Porque debe de haber un mercado retro y parafílico en el que uno puede conseguir esos partidos. Ponerlos de madrugada, con Suspiros de España de fondo y un cubata de whisky DYC produciría una sensación de españolidad marchita y la nostalgia del gusto. Si de fondo sonara el Butano el vello se le erizaría a uno como si fuera la crestilla de Balotelli.

España ha igualado en Eurocopas a Alemania; junto con el sometimiento sexual de las suecas conseguido por algunos de nuestros jóvenes compatriotas gracias al programa Erasmus, esto es lo más importante que le ha pasado al español en las últimas décadas.

La Eurocopa es el más bello trofeo. Es como un ánfora griega hecha duro metal, labrada con el nombre de viejos estados. La Eurocopa la ganaba el flequillo visionario de Schuster, tan elegante, o el terrible Sammer, mitad Schwesteiger, mitad Fernando Hierro, con su porte marcial y su zancada, que era como el paso de la oca del futbolista. La ganaron Yashin, Van Basten, Platini o Luis Suárez.

Y España, barriendo a la Italia petrarquista de Prandelli, ha igualado a Alemania y ha metido a los Iniesta, Xavi e Íker Casillas, en ese olimpo del puro fútbol.

Cuentan que Sergio Ramos es el dj de la selección y que les pone una canción titulada Tacatá. Magan, enorme letrista, le dice a su ideal femenino que le gusta su tratratrá. Yo creo que hay que reformular el tiquitaca hacia esa forma más latinorra, sensual y abreviada. Esta selección está en el tacatá, nuestro estilo debería ser ese tacatá chuleta y vacilón. El tacatá o el tratratrá es lo que yo ansiaba en Iniesta y sus diagonales, en el caracoleo de Xavi, rotatotio como un derviche y panorámico. Al lado de ellos, todos los demás centrocampistas parecen tener glaucoma. Iniesta juega aún como me lo imagino yo en la era manchega, con un panorama abierto y redondo, plano, sorteando niños y mieses. La amplitud del fútbol de Iniesta es manchega  ¿No es La Mancha la nueva planicie holandesa del fútbol?

Iniesta me ha fascinado y agradezco a La Roja (me entrego ya, la voluntad rendida) que me haya permitido disfrutar del talento culé, de los valores culés y de la música de Pep (música que Pep tarareará en algún lugar, con musitación de Lluis Llach). Hay un momento exacto en que mi adoración por Iniesta se hace devotísima, infantil: cuando se para, cuando cesa su caracoleo, su oteo –tanta animalidad en Iniesta, ¡tanto campo!- y quieto decide emprender una vertical de kamikaze sobre los defensas. Esa vertical va por un lado y el balón va por otro y el éxtasis y el probable gol llegará cuando uno y otro vuelvan a coincidir tras el intermedio del toque ajeno, a través del hecho español, dialogado, amoroso de la pared.

En ese pararse y lanzarse kamikaze buscando al otro en la pared veo yo a Emilio Butragueño y lo descubrí ayer y digo más: En el tiquitaca deXavi e Iniesta se vislumbra un gusto por la tenencia más que por el envío, muy lejos de Pep (Pep era el fanatismo del tiquitaca absoluto, el constante reenvío de la crucial cuestión de la pelota a través del pase). Xavi e Iniesta buscan la pelota, tener la pelota con un sobeteo que es el de Laudrup y Laudrup fue siempre el derrote madrileño hacia el dream team .

Yo no sabía -y estaba sufriendo- que mi amor por Xavi e Iniesta era también (también, Señor, constante machacona en mi vida) puro y duro madridismo.

E Iniesta, manchego, soleado, abierto, panorámico, llano y mesetario al fin, no es tiquitaca ya, es tiquitá, o tacatá. Es acortamiento del sobeteo por la verticalidad de buitre que le nace en las inmediaciones del área. De la misma forma que a Xavi, ayer de nuevo “trascendente”, le salían pases alegres y definitivos.

Busquets, por ejemplo, está aquejado de una grave impotencia al llegar cerca del área, pero eso es porque en él no hay mesetarismo ni madridismo ambiental. Busquets, como Pep, son el lado duro del tiquitaca, son pura Masia.

Iniesta, lo voy dejando, es punto de encuentro y es tacatá manchego. Es tiquitaca juguetón y muy cercano al gusto madrileño y al transoceánico perreo latinorro, que es la nueva hispanidad.

Italia me gustó, Italia era el petrarquismo de ese heterodoxo que es Prandelli, que recoge sus brazos para ver el fútbol como si estuviese viendo un cuadro o a una señora estupenda. En Prandelli hay un evidente esteticismo y su equipo ha compensado a Prandelli con un vigor, una belleza y una nobleza etruscas. Etrusco Chiellini y etrusco Pirlo, que lloraba demostrando que su entrenador es un enorme psicólogo pues esas lágrimas son lágrimas que hablaban de un previo convencimiento frustrado ¿Sobre qué prodigiosa arenga en dolce stil nuovo convenció Prandelli a Pirlo de que podría no perder frente al más grande centro del campo que han visto los siglos? Pirlo lloraba y nos explicaba que los surcos de tahúr de su rostro de regista fino quizás eran de tanto llorar.

Del Bosque es Turing (¡con la manzana anticolesterol!) y sus seis centrocampistas están siempre descodificando el mensaje cifrado del rival, hasta una lectura absoluta del partido. Hoy Peces Barba nos habla de Del Bosque e insta a Florentino a un abrazo de Vergara. Más importante es que introduce la cuestión del ugetismo familiar de los Del Bosque, superando cualquier izquierdismo salonnard de un Valdano. Este Del Bosque aspira a la centralidad de lo español, como un buda en su banquillo heredado.

España, que no llenaba antes el Bernabéu, que había que llevar a los mendigos y darles un bocadillo de chopped, es ahora una chabacanería y una finura y sus goles los gritan en la radio en pareja, pues ya no es suficiente con uno. Gritan gol Alfredo Martínez o Manolo Lama y luego otro les dobla en bárbaro contrapunto y grita más fuerte, como en doloroso e hiriente combate de amor garañón.

España ha generado también un verbenerismo y un cancionero que tiene su cosa. Bisbal, que ya cantó el mundial, ha ganado mucho con el perreo de Cali& El Dandee y la selección es juerga, pantalla en la plaza, discomóvil y amor estival. El tiquitaca mueve las caderas, se latiniza. Se hace tacatá.

Balotelli, con ese pelillo de putito zulú, que parece el pelillo de un cepillo para los recovecos últimos del coche, le quería disputar el partido a Sergio Ramos con sus andares de púgil (Balotelli es la renovación de lo italoamericano, es como un negrata criado en el hogar corleone). ¿No sabía Balotelli que a Ramos le habían nombrado el tío de los huevos cuadrados en el país del cojonudismo? ¡Si lo primero que ha dicho Ramos en Cibeles ha sido “te como los huevos” a Reina!

El sueño de un español es que todo el mundo se descubra ante sus huevos, ante su huevamen –qué error, por cierto, el de la Academia, no incluyendo huevamen en el diccionario, y qué nuevo machismo- y Sergio Ramos ya no puede llegar más alto y en su mundo, en su visión, todo es cuestión d echarle huevos, todos son huevos, todos son los huevos bardemitas de Bigas Luna y su barba aspira a la madurez de barba de Alonso, incluso a la barba capitana y un poco ultra de De Rossi.

Imaginemos lo que debe de ser que cuarenta millones de personas le digan a uno a cada rato:

-¡Qué huevos tienes!

Esa frase salió espontánea en todas las emisoras y fue el españolismo de la Eurocopa.

En los laterales ha estado para mí otra gracia del torneo. Arbeloa, que es correcto, que lleva siendo correcto siempre, que nació ya correcto. Que lo tuvo el médico y le dijo a la madre: correcto, tiene usted un hijo correcto, este Arbeloa no nos da nada, pero tampoco nos lo quita. No canta como cantaba Ramos a veces en el lateral, pero arriba como mucho llega u ocupa un espacio. Esos son sus méritos, absolutamente posicionales. Yo creo que Arbeloa, en su equilibrio final, es el único tío que en España cumple con la estabilidad presupuestaria.

España ha evolucinado mucho, pero es que el lateral derecho no es cualquier cosa. Si España hubiera resuelto el problema del lateral derecho ya hubiese sido demasiado regeneracionismo. No olvidemos que el lateral derecho lo ocupó Chendo y luego el Chapi Ferrer y que el día en que nos salga un Cafú España podrá decir que ha llegado a un tipo de culminación.

Lo que no ha podido Arbeloa en la derecha, dejando la cuestión demorada, lo ha intentado Alba en la izquierda. Su gol de anoche es portentoso y muslero, técnico y exuberante. El lateral izquierdo era la heterodoxia española. Los heterodoxos que podía dar España. Nuestros tristes raros. El descoyuntamiento espindargo de Gordillo, el renqueo de Villarroya, que parecía jugar escocido, la cojera traumatizante de Lasa, el juego agarrotado y como manco de Sergi, con sus porfías de muñón… Laterales con el estigma de lo desperfecto. Y este Alba, pequeñito y secreto, se ha destapado como un lateral cortito, pero efervescente, con chispa, reprís y buen toque, sin cojeras excesivas, ni asimetrías. Sin esa sensación antigua y española de ser zurdo por tener una pierna más larga que otra, sino un zurdismo, una siniestrez armonizada, conseguida, europeizada.

Y Piqué se ha dejado un tupé rebelde y kortajarena con el que protestar silenciosamente por los estilismos avasalladores de Ramos.

España, en fin, ha ganado la Eurocopa en Ucrania. El próximo mundial querrá ganarlo en Brasil. Otro infierno para los enviados especiales. Quién fuera solamente enviado ordinario…

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