domingo, 8 de abril de 2012



EJEMPLARIDAD CON DESLIZ  (Publicado en LAGACETA el 6-IV-2012)





Alguien en inglés ha dicho últimamente que el problema de España no es de corrupción, sino de “incompetence”. Incompetence no sé si es incompetencia, para lo que tenemos palabra, y que se trata de algo individual y anterior a la crisis (“Usted es un incompetente” es una frase ancestral), o de “falta de competitividad”, mal sin palabra en el diccionario (¿incompetitividad?) y que remite más bien a un problema estructural.



En el énfasis público en la corrupción hay una miopía en la que podemos trastabillarnos todos, aunque la miopía tenga el encanto de lo difuso y de lo lejano. Cuando uno tiene miopía mira siempre como Greta Garbo y todo parecen horizontes fabulosos y languideces de poniente, cuando la realidad es feamente concreta. En realidad, todo nos obliga a mirarlo, todo tiene la insidiosidad de ser mirado, y hay muy pocas cosas que admitan la divagación de la mirada.



La pobreza, desde luego, no es una de ellas. Podemos llegar a ser una economía éticamente perfecta y pobre, una economía de convento.



La corrupción ha pasado de ser un grito ciudadano -ese ciudadano que como Lola La Piconera va derramando al andar la primavera- a un elemento retórico más del político, que la tiene siempre en boca, como la austeridad. Antes todo era sostenible, ahora todo es austero. Integradas estas palabras en su enorme artefacto retórico al enfatizarlas se les está haciendo el caldo gordo.



¿Hay algo malo en hacer el caldo gordo a los políticos? Alguien dijo que el caldo es un reponedor de conciencias ¿y acaso la tiene el político? Él gana votos como el tenista devuelve pelotazos, por un automatismo sin conciencia.





En el último Congreso, Rajoy reclamó rigor ético, aunque introdujo una cláusula de sabiduría: el desliz. Éticos y austeros, pero siempre sometidos al azar del desliz. ¿Qué sería nuestra vida sin eso? ¿Qué empresas emprenderiamos si no lo tuviéramos a él? ¿Habría matrimonios sin la rendija esperanzada del desliz?



El desliz es como un resbalón de la voluntad por una cáscara de plátano que las circunstancias nos ponen delante.



Ejemplaridad con desliz, a eso vamos, pero cuando se carga la mano en la ejemplaridad, ¿quién está determinando lo que es ejemplar? En España se empieza a utilizar al sistema judicial como señalador de ejemplaridades, abusando de él, dándole así un ribete político a todo lo que sale de los tribunales. Una sentencia es un documento que extrae justicia de los hechos a partir de la aplicación de unos procedimientos. Ahora queremos que además la sentencia valide reputaciones e incluso mantenga o arruine instituciones.



Y cuando un político dice que acata y respeta una sentencia ya se está equivocando, porque parece que la está mirando desde arriba. Acatar una sentencia es como acatar un análisis de sangre.



El justicierismo -la vulgarización de la justicia-, es una expresión más de la pobreza, que es el verdadero problema y parece que existe una relación estrecha entre demagogia y corrupción o, al menos, una demagogia de la corrupción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario