viernes, 13 de enero de 2012




UN RATO DE TELE: LA CAJA DE CHIQUI



-¿Acaso se es mejor persona por tener diez centímetros más?



Esto, que me lo he preguntado yo cada día al salir de la ducha, se lo pregunta Chiqui, Almudena, en medio del plató de Sálvame, mientras Jorge Javier, que tiende al silencio como El loco de la colina, le agarra de la mano.

Chiqui es lo que habría sido Messi sin La Masía, pero en salá. Podríamos también pensar en qué sería de Chiqui sin su pequeñez. Quizás fuera una mujer morena, alta, bella y “obsoleta”, como dice ella que son los altos de su familia. Una mujer como María José Cantudo.

Chiqui, casi tanto como bajita, es murciana. Habla deliciosamente, con ese aire de zarzuela y vergel que tienen las murcianas y utiliza descontroladamente la muletilla “entre comillas”, como una delicada forma de atenuación.

Ha sido la participante que mejor daba en La Caja, pues allí parecía tendida en un diván, colgando sus enormes tacones de mujer fatal. Chiqui tiene esa descacharrante espiritualidad sincrética de los supersticiosos. Cree en los ángeles, en los males de ojo y en la reencarnación. Afirma haber sido esclava egipcia y también su propia y dulce hermana fallecida.

-En la vida estamos para cumplir una misión, que es no repetir el mismo error.

Nietzsche, tronado amargo, dijo una vez que las mujeres bajas eran un tercer sexo, se conoce que antes de la aparición de los travestis. A mí Chiqui me ha parecido una mujer de humanidad desbordante y de evidente femineidad. También a Jimmy. En este mundo tiene que haber de todo, se dice ella, y yo, pensativo, sonrío, contento por una vez conmigo mismo.

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