REAL MADRID, 2; BORUSSIA, 2.
MI VERDAD DURMIENTE
Mientras EEUU decidía, el
Madrid recibía al Borussia. Siempre que algo pasa en el mundo el Madrid está
jugando algún partido. Lo primero que pasó en el mundo, mundo en vilo, tras el
11S fue un Roma-Real Madrid. Era la Galaxia y éramos tan globales que todo,
hasta un atentado, parecía un mensaje que nos incumbiera. Íbamos a la ONU,
éramos geopolíticos y masivos, como Madonna en sus mejores tiempos.
Ahora no es así, ahora el
Madrid vive muy hacia sí, con el asunto de los canteranos, los toriles, que son
como unos ninis del balón que ni se van al Zaragoza ni sirven para el Madrid y
pacen en el Castilla haciendo un tiquitaca de secano, que en realidad era lo
que hacía Toril, uno más dentro de nuestra gloriosa sucesión de mediocentros,
mediocentros tan hacia adentro que eran mediocentros de sí mismos: Maqueda,
Aragón, Toril, Jaime, Borja…
La dedicatoria del gol
canterano a Toril es una de las cosas más extraordinarias que le han pasado al
Madrid. Se supone que estas adhesiones las tendría que recibir Mou y que el
Castilla sería más bien un territorio para la individualidad. Raúl no piso el
Castilla y el filial, como grupo, tuvo que llegar a Europa, jugar la final de
Copa o llenar el estadio para no llegar a rcclamar nada.
Yo quiero también escudarme en
Toril. Quiero dedicar este textillo a Toril, dedicarle mi jornada laboral a
Toril, que me proteja del vértigo de la madurez, de la dureza, de la
ingratitud, de mi propia mediocridad.
Y además, ¿para qué queremos
canteranos si tenemos a Modric? El Madrid salió con un mediocampo de pitiminí,
con Xabi, Modric y por delante Özil, bizarre love triangle, isósceles táctico
que no funcionó, no sabemos si por imposibilidad táctica o por la incurable
timidez de estos muchachos, porque tanto Modric como Ozil son de una timidez
que les paraliza el juego, que hace imposible su contacto, la conformación de
la gran sociedad valdanista, que es pareja de fútbol intuitivo y
multiplicativo. Siempre he creído en ellas y ayer, cuando veía que los futbolistas
calentaban, me fijaba en que al terminar buscaban siempre a un compañero
determinado para chocarle las manos.
La sociedad es fútbol y
asociativo y amistad. Es un espartanismo hermoso del balón. Creo en las relaciones
de fútbol amoroso y enamoriscado dentro de la colectividad, pero pienso que
Modric y Ozil son demasiado tímidos para el amor.
Xabi y Modric caminaban el
centro del campo tratando de evitarse, cruzándose con forzada desenvoltura,
ignorándose como dos descuideros que simulan en la calle, pero era evidente el
solapamiento competencial.
Xabi movía los brazos todo el
rato, indicando constantemente:
-¡Ahí! ¡Ahí!
Era como el padre que al
llegar a la playa señala con el dedo el punto exacto en que clavar la
sombrilla. Parecía un zahorí. Haciendo el gesto de Mou cuando le tocó la córnea
a Tito. Ese gesto de general señalando
es en realidad la impotencia del que quiere mandar y no puede. Su fútbol era
dar todo el rato ese tipo de indicaciones y parecía que se había confundido de
deporte y que lo suyo era el golf, buscando en la hierba pelotas imaginarias.
Había un ordenancismo exagerado y algo histérico en Alonso, con la crispación
de sus ¡ahí!
El Madrid trataba de hacer
llegar el balón a la siguiente línea, la de Özil, Cristiano y Di María, de la
forma imposible en que se trata de tocarla en los futbolines. Así es: la
transición ofensiva con tanto mediocampista dotado era, paradójicamente, la
rigidez del futbolín, como querer ser sutil jugando al futbolín.
Frente a ellos estaba Kehl, un
defensa enorme metido en el meollo del mediocampo, con el efecto enriquecedor
que eso siempre tiene. Efecto de devastación táctica, de superioridad física,
de susto fundamental. Kehl, con su máscara de señor vicioso de Eyes Wide Shut,
destrozaba junto a sus compañeros la trama madridista. Había algo de dominio
sadomaso anoche. El centro del campo alemán se movía con perfecta coordinación,
sus hombres oscilaban con la orquestada ligereza de estandartes que moviera el
viento.
El Madrid no pitaba y el
Borussia llegaba peligrosísimo con Gotze –tan parecido a Gary Barlow- y
Lewandowski, que me pareció estupendo.
Marcó Reus. Que se llama así
pero que además fue el autor del primer gol, venciendo con su chut las manos de
Casillas, que dejó ese gesto tan poco viril de la mano blanda.
El Madrid empató con un gol de
saltamontes de Pepe, que empezó a agarrar el escudo con la falsa emoción de
quien no-es-de-aquí, ¡de quien no lo ha mamado!
AL final, lo que se pide es el
futbolista mamífero, ¡pero también la mamandurria canterana!
Al empatar el Madrid, el
galdosiano público madridista gritó gol, gol, pero muy poco. En la grada
mandaban los alemanes, que eran legión. El Bernabéu no estaba lleno en el comienzo
y la periodista amenazaba:
-Hay más alemanes fuera y
quieren entrar.
La nueva situación económica
es que los alemanes jueguen en casa allí, pero también aquí. ¡Esto no pasaba ni en
tiempos de Amancio! Esto deja prueba de la dureza sin igual de la crisis, de su
colonialismo financiero.
Mirábamos a Mou, pero parecía
un boho con crisis conyugal y en el descanso sacó a Callejón y a Essien,
normalizando un poco la cosa. El Madrid era más consistente y enérgico, pero
llegaba poco, mal, porque además el fútbol del Madrid es, a mi juicio,
demasiado evidente, demasiado encarrilado, esquematizado. Es frío, un equipo
frío. Se echa de menos a Marcelo y su champán descorchado, su efervescencia, su
sifón carrilero. La derecha coja, y el centro rapidez con timidez: dos toques y
zas, la verticalidad arriba, pero es un fútbol exterior, de flancos, muy pocas
veces central.
El Borussia parecía un equipo
mejor y la sensación de inferioridad le deja al madridista un sentimiento
revolucionario. Yo ya pensaba en un Madrid sin Mou, porque mourinhsmo era esa
enormidad alemana para mí. Kaká calentaba en la banda con un gorro de pitufo o una
barretina y con esa estampa de dulzura casi infantil yo me quedé dormido. Al
despertar, era muy tarde y el partido había acabado. Özil, centrocampista que
no comparece y delantero sin gol, enigma puro, marcó y en sus ojos de femme
fatale tuvo que asomar algún caracter que yo me perdí.
Sí, sí, que Iker se está volviendo muy blandito tanto gustarse celebrando con caricias al larguerito.
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