jueves, 31 de enero de 2013


FÁTIMEZ

Venía en el coche escuchando a Fátima Báñez.Conducía ciego cruzando un nimbo dorado de niebla y sol, mismamente como el de Varane entrando anoche en el Buddha. El cielo parecía una copa de champán. Y la ministra:

-Herrera, usted, que es andaluz…

Bueno, andaluz y catalán. Las personas que son de dos sitios a mí no me terminan de gustar. Hay que decidirse, la coquetería de explicar a los andaluces como son los catalanes y viceversa no me convence. La España autonómica exige comedimientos identitarios. El cataluz, el andalán están muy bien, pero (perdón) me parecen afectaciones. La afectación del emigrante que retorna.

El caso es que doña Fátima es mi ministra preferida y hoy me ha terminado de ganar. Como Pastor, como Palacio, como Rodríguez antes, se trata de una mujer a la que se le va descubriendo una belleza administrativa . Que seduce el machismo hispano con su gracia técnica. Tiene tics como el “poner en valor”, pero luego cita a Churchill (a Chúchil), que es un must de elegancia conservadora. Doña Fátima tiene frescura retórica y es una apasionada del BOE. Esos políticos en los que parece que el lenguaje político es una novedad, una ternura, y que tratan de contagiar un entusiasmo a veces incomprensible. Un lenguaje que les saliera como emanación de la pasión admnistrativa.

Estas ministras del PP son la señorona tecnócrata con su miajita de Bibianismo.

Doña Fátima ha hablado del emprendedor, figura laboral que ya crea empleo neto. El 2% del emprendedor es, dice, “un símbolo” al que agarrarse. El emprendedor de la ministra es un optimismo, porque parece que en realidad emprende porque no le queda otra. Es el trabajador ante el abismo,en el desierto, que  o se muere o se pone a fabricar unas figuritas artesanas, a vender pepitos de ternera o a ser freelance periodístico. Es una emprendeduría un poco desesperada que surge de la fatídica pregunta: pero bueno, yo, realmente ¿qué se hacer? Por eso el empredendor es un principio de sinceridad social. No surge de la idea, sino de la desesperación. Emprender es la única revolución posible. Además, tiene la modernidad de superar la carcamonía de la lucha de clases y el debate social. El emprendedor es patrono y obrero de sí mismo y en su ser sintetiza muchas sensibilidades, creando un nuevo ciudadano de ideología difusa, pero concreto encabronamiento.

El autónomo tiene el problema grave de querer sacarse la plusvalía y eso le hace comprenderlo todo (el emprendedor es un comprendedor).

Ese ciudadano acabará necesitando un partido.

El sindicalista Fidalgo, para acabar, ha dicho que doña Fátima" se lo cree", que es algo que se dice de las guapas y que también se puede decir de esta ministra que no tiene el brillo pizpireto de Soraya, pero que gusta porque es una tecnócrata muy humana ella, muy cercana. 

domingo, 27 de enero de 2013



DOS PORTEROS


El fichaje de Diego López, además de resolver el estropicio de la portería, abre un interesante debate madridista, como esos debates de los toros que dividían a la afición. Habrá Ikeristas y partidarios de Diego López, que casi sin querer va a representar muchas cosas. López es un portero más completo, quizás mejor, más moderno; López es Capello, que para algo lo puso, y Mourinho y  gusta al mourinhismo, que es lo que quedará, además de las copas, cuando se haya ido el portugués (López enlaza a Mou con el italiano, que tanto se le parece). Diego López es el “librillo tecnificado”, el portero alto, anfibio, tentacular, propio de un deporte evolucionado, mientras que Íker es el milagrerismo, la superstición madridista, su elemento mágico y primitivo, casi folclórico. Si del Buitre dijo don Alfredo eso de que “le meneas y le caen los goles”, Íker es algo así, un parador casi involuntario, un portero con pijama de velcro al que a veces parece que los balones se le adhieren. Íker domina la suerte, que no deja de ser una cuestión de ritmo, una música, una matemática del gesto que el otro no tiene. Y es verdad, Diego López es estructuralmente un portero estupendo, pero yo le recuerdo en el Madrid y me recuerdo despachándolo con este juicio: le falta el carácter del portero, que es su fortuna. Casillas va a ser el preferido del Madrid, porque es su Justin Bieber. La vieja idea de que quien se va no regresa, porque Madrid es sitio sólo para llegar. Ese integrismo de lo de aquí querrá a Casillas de portero, mientras que los otros, los del aperturismo, quizás prefieran a Diego López incluso por encima de evidencias deportivas. Íker es el casticismo, el arancel, el fuero, la lírica del encendido monólogo ronceril, que es un José Antonio del peñismo, su costumbrismo, las mocitas (la Carbonero es una mocita compungida y nueva con ojos de ucraniana), la superstición, el quietismo, mientras que López es la sospecha instaurada ya para siempre por Mourinho acerca de lo propio. Una tensión entre lo aborigen y lo foráneo que siempre vivió el club. Bernabéu fue el genio castellano (español colérico buscando la gloria, le leí una vez a Del Pozo) reclutando extranjeros. Florentino resolvió esa tensión salomónicamente con los Zidanes y Pavones y en eso está el club ahora. López será el portero de los grandes entrenadores europeos, de un progresismo madridista, un cierto afrancesamiento, o un atlantismo de Bernabéu antes o de Mou ahora. Ruiz Quintano ha visto incluso en Mourinho un intento de modernización. Casillas será, seguirá siendo, el madridismo mágico. El otro el favorito de un Madrid distinto, apócrifo, posible, que se fuera deshaciendo de lo conseguido, como buscando otro ideal más allá de los años cincuenta. En el Madrid hay un cul-de-sac autorreferencial, una sangre cansada. Y mucha superstición, también necesaria, mucho instinto y magia, que se invoca en Casillas. Una lógica del carisma. Lo cierto es que estos dos porteros van a ser como Joselito y Belmonte, dos paradigmas. Florentino ya ha ido resolviendo las cosas, creo yo, al tirar contra la portada de Marca con el argumento de la verdad, la Verdad, que es como el ladrillo primero para el edificio de la lógica frente a las portadas (sensacionalismo, pura sensación, sensualidad), que venían siendo nuestro surrealismo. Habrá partidarios del portero esquemático y adeptos enfurecidos de la palomita providencial y Rajoy debería mirar de reojo, porque el Madrid tiene esa cosa suya de ser pequeña redoma de historia española. Avanzadilla popular de lo que luego pasará.

lunes, 21 de enero de 2013



BERTOLT PEP


Lo de Pep al Bayern es como España devolviéndole a Alemania el krausismo pasados los años. Krause fue un señor filósofo que hizo carrera en España. Aquí cayó su teoría o su sistema e inspiró cabezas, como un menottismo. El krausismo era la ideología del ser autónomo ante la vida y la protoprogresía y toda la heterodoxia española parece que fue chupando de ahí hasta esa revolución de usar el pie para pensar que ha sido el tiquitaca.
El tiquitaca es pensamiento de extremidad, de empeine, una filosofía de escarpín y Pep viene a ser un producto final de federalismo, alternativa y disolución. Pep, con toda su genialidad, la propia y la paisajística, marcha a Alemania a replantar allí la semilla del krausismo.

Y en el Bayern la verdad es que arriesga poco y además se encuentra con la labor previa de Van Gaal, que ya fue apaisando el juego alemán. Todo lo de Holanda quizás no sea más que la evolución global, conjunta, táctica del juego de Beckenbauer, así que lo de Pep va para síntesis perfecta de fútbol europeo.

Pep puede ser la suavización de lo alemán. Si con Pep no se suaviza la Merkel ya no la suaviza nadie. La circulación de la pelota de Pep quizás pueda algo contra el atávico miedo alemán a la inflación.

Pep es el desarrollo barroquizado de la escuela de Michels y en Alemania va a fortalecer la colectivización, la sistematización de su fútbol coral. Enfrente queda lo inglés y Mourinho, lo atlántico, más individual y más directo.

El fútbol de Mourinho tiende a la perfección del instante.

El fútbol de Pep tiene como perfección la jugada alargada, participativa.

Ahí: Pep es lo participativo. Un fútbol democratizado y participativo.

En fin, que se nos va Pep al Bayern, porque Pep es nuestro y además de joderle el tópico alemán del fútbol recio a los periodistas, Pep va a hacerse con la cultura alemana. Catalán como es, español e hispano por imposición política, qatarí a sus horas, conocedor de Italia, con piso en New York, donde le suben por Central Park saxofones rizados, árboles, síntesis de bocinas y murmullo de máquinas, respiración urbana de ventilaciones, ahora, por si no fuera poco, lo alemán. Y nos va a parecer Pep, que va para Cambó, un Bertolt Brecht hablando alemán, con esas caras de testigo mudo de la historia que pone en las ruedas de prensa. Pep, que es muy poético, no va a los sitios a currar, Pep se empapa. Así que estamos ante uno de los españoles del futuro, porque dentro de poco, sólo van a tener cultura los futbolistas.

sábado, 19 de enero de 2013




No tiene mucha actualidad el blog y alguien ya me ha preguntado si lo cierro. Antes me haría interventor electoral. El blog es algo moderno, pero passé, o sea, que canta más. Los blogs son tristes, inhabitados, egomaníacos, pero peor es Twitter. Peor es mi diario sentimental, que es una cosa espeluznante. Peor es el fotopendoneo de los tumblr y cosas así. El caso es que no meto aquí los textos que mando al ABC, que una vez mandados sobre ellos no mando. Algunos los suben a la web, otros sólo salen en papel. Con el ABC no se envuelven bocadillos, así que el destino de lo que escribo se me escapa. En el futuro iré añadiendo cosas al blog. Ojalá pudiese poner música. Un saludo y gracias por el interés.

NOTALGIAS IMPERIALES

España es un país fundamentalmente generacional y una buena definición de generación es identidad de nostalgia... http://unfollowmagazine.com/2012/12/hughes_hu-nostalgias-imperiales/

viernes, 4 de enero de 2013



MY GENERATION

Casi tanto como escuchar al Rey era noticia ver a Hermida. Si Pilar Urbano se encargó de la Reina, parecía proporcionado que él, dueño de otro imponente y clásico flequillo, entrevistara al Rey. Hermida lo hermidiza todo, eso era un riesgo. Se le quedó una parsimonia como de narrador perpetuo de astronauta, como si se hubiera quedado enganchado en la lentitud de gravedad cero de Armstrong.

En el despacho real, donde se grabó el mensaje navideño, ante la librería ornamental, el estudiado desorden de papeles y el retablo de retratos de la desintegración familiar, Hermida sentó al Rey en una silla de oficina (trono ofimático), porque es allí donde mejor se desenvuelve. Con los brazos altos que le permitían su gesticulación clásica (insolencia de manos a punto de volar como manos de floclórica) y ese estar siempre a punto de levantarse de la silla, nerviosamente mal sentado, ha de convenirse que la suya no era la mejor disposición para tratar al Rey. Señor, “nuestra generación”, le decía y luego desplegaba tres tiempos para cada verbo, de un modo irritante que devolvía un aroma de Transición por aquellas perífrasis verbales, tan secas, de Suárez.

Fue una entrevista sin anécdotas, en la que el Rey señaló con pesar el terrorismo y la “intransigencia de los maximalismos que conducen a políticas rupturistas”, lamentó el paro y tuvo, creo, modestamente, el error de hablar de un “bienestar conseguido”, porque el bienestar, precisamente el bienestar parece que se nos deshace.

Lo más humano y gracioso ha sido el recuerdo del padre y las palabras al hijo. Del primero, el consejo: “ser Rey de todos para que podamos seguir trabajando” (consejo de profesional de un oficio a su aprendiz).  Al segundo, el elogio del padre común: “mi hijo es el más preparao”.
Hermida ha orientado la entrevista por lo generacional. La monarquía parece conservar o haber ganado esa capacidad simbólica. El español, que ha perdido la finura para entender el alcance global de la institución, capta mejor la filiación. El abuelo, el padre, el hijo; continuidad sucesoria, línea biológica que incorpora historia. Y que se hace común, que se ensancha, que se adensa con la generación. Ese concepto, mecánico, progresista, orteguiano, que milagrosamente aún sigue vivo, lo entiende el español y parece la mejor forma de implicarle, de incumbirle. Una apelación ambiental, cronológica, vital, que simbolizaría el monarca. Un tiempo compartido, transmitido por herencia al sucesor. Con esa impregnación sociológica parece que el español entendería mejor la institución.

La monarquía, limitado simbólicamente el español, se entenderá aún como una representación generacional. La generación y su sentimentalismo es la forma en que aún pueda sobrevivir y el Rey, entendiéndolo, se ha metido a Rey-sociólogo y ha dado nombre a la suya: Generación de la Libertad. Este énfasis en lo generacional me ha parecido a mí lo más sobresaliente de la entrevista.