FÁTIMEZ
Venía en el coche escuchando a Fátima Báñez.Conducía ciego
cruzando un nimbo dorado de niebla y sol, mismamente como el de Varane entrando
anoche en el Buddha. El cielo parecía una copa de champán. Y la ministra:
-Herrera, usted, que es andaluz…
Bueno, andaluz y catalán. Las personas que son de dos
sitios a mí no me terminan de gustar. Hay que decidirse, la coquetería de explicar
a los andaluces como son los catalanes y viceversa no me convence. La España
autonómica exige comedimientos identitarios. El cataluz, el andalán están muy
bien, pero (perdón) me parecen afectaciones. La afectación del emigrante que retorna.
El caso es que doña Fátima es mi ministra preferida y hoy
me ha terminado de ganar. Como Pastor, como Palacio, como Rodríguez antes, se
trata de una mujer a la que se le va descubriendo una belleza
administrativa . Que seduce el machismo hispano con su gracia técnica. Tiene
tics como el “poner en valor”, pero luego cita a Churchill (a Chúchil), que es
un must de elegancia conservadora. Doña Fátima tiene frescura retórica y es una
apasionada del BOE. Esos políticos en los que parece que el lenguaje político
es una novedad, una ternura, y que tratan de contagiar un entusiasmo a veces
incomprensible. Un lenguaje que les saliera como emanación de la pasión admnistrativa.
Estas ministras del PP son la señorona tecnócrata con su miajita de Bibianismo.
Doña Fátima ha hablado del emprendedor, figura laboral
que ya crea empleo neto. El 2% del emprendedor es, dice, “un símbolo” al que
agarrarse. El emprendedor de la ministra es un optimismo, porque parece que en
realidad emprende porque no le queda otra. Es el trabajador ante el abismo,en
el desierto, que o se muere o se pone a fabricar unas figuritas artesanas, a
vender pepitos de ternera o a ser freelance periodístico. Es una emprendeduría
un poco desesperada que surge de la fatídica pregunta: pero bueno, yo, realmente ¿qué se
hacer? Por eso el empredendor es un principio de sinceridad social.
No surge de la idea, sino de la desesperación. Emprender es la única revolución posible. Además, tiene la modernidad de
superar la carcamonía de la lucha de clases y el debate social. El emprendedor
es patrono y obrero de sí mismo y en su ser sintetiza muchas sensibilidades,
creando un nuevo ciudadano de ideología difusa, pero concreto encabronamiento.
El autónomo tiene el problema grave de querer sacarse la
plusvalía y eso le hace comprenderlo todo (el emprendedor es un comprendedor).
Ese ciudadano acabará necesitando un partido.
El sindicalista Fidalgo, para acabar, ha dicho que doña
Fátima" se lo cree", que es algo que se dice de las guapas y que también se
puede decir de esta ministra que no tiene el brillo pizpireto de Soraya, pero
que gusta porque es una tecnócrata muy humana ella, muy cercana.