viernes, 6 de abril de 2012



UN RATO DE TELE: MÁS QUE AMIGOS, MTV



He visto una historia del programa ‘Más que amigos’, de la MTV. Sorprende la capacidad de esa cadena, especializada en video-clips, para la creación de formatos de tele-realidad. Este ‘Más que amigos’ consiste en que un adolescente enamorado se declare a su amigo con el engaño de llevarlo de carabina a una cita con un tercero misterioso. Es una exploración en la amistad, el amor y, no se olvide, en el concepto clásico pero inmortal de la carabina. La carabina es como el asistente personal del corazón, el bastón en la conversación, un bastión del ego, el lugar donde descansar la mirada en el cortejo. La carabina es la convención en medio del romance y un elemento de comedia.

El programa consigue emociones (materia prima del producto televisivo) y el enamorado consigue una forma espectacular de salir de la “zona de amistad”. La territorialización de la amistad, con sus desagradables limites, sus fronteras. Quienes queremos a los amigos, pero no de un modo romántico, vemos la amistad como un ilimitado campo, pero el enamorado, ante la amistad, ve limitaciones, muros, alambradas.

La amistad puede ser un infierno.

Salir de la “zona de amistad” a través de una declaración indirecta, que va dirigida a un tercero y que el amigo recibe sorprendido.

El episodio que he visto estaba protagonizado por una pareja gay. El enamorado era un chico con algo de sobrepeso, pero no falto de atractivo, pues era un gordo proporcionado, con bellos ojos claros y cierto encanto entre tímido e inteligente. Llevaba un año de outing y en su amigo veía la encarnación de su ideal, en un claro ejemplo de hasta dónde, hasta qué lejos, nos lleva la imaginación. EL muchacho temblaba con solo recordar su olor. Perfect guy, exclamaba, cuando el maromo no dejaba de ser un extravagante osezno de algún lugar de Nueva Inglaterra, opositando a bombero, que es una cosa que hace medio mundo, opositar a bombero, cuando parece que cada vez hay menos incendios. El romanticismo funcionarial y vigoroso del bombero, que es el funcionario de la fantasía sexual de ellos y ellas, con el que nadie se mete. Si llevas manguera a nadie molesta que tengas trienios. El muchacho pretendido presentaba extraños dibujos capilares, piercings, tatuajes tras la oreja y una estética muy mtv, de amaneramiento punk, de punk sucio y degradado. Punk con complementos. Había, no obstante, una dureza en él, un fondo perverso que no casaba con la enorme dulzura de su amigo, una auténtica montaña de ternura gay y autolaceración romántica. Parecia que fue para él que escribió Evan Dando su ‘Big gay heart’. Pon tu el cuerpo, le diría al amigo, que ya pondré yo el incendio.

El amigo enamorado se lo lleva a una isla gay friendly, lejos de todo, out of conventions o como se diga, y allí, bajo la bandera transnacional y transexual del arco iris, piratas del amor, se le declara. El amigo hardcore, que tenía el chollo del best friend suave, solícito e inteligente le dijo que no, que amistad toda, pero nada de tálamo. Además, y con razón, dijo sentirse manipulado, avergonzado. Esta reacción es propia de algunos individuos ante la tele-realidad. La desagradable dignidad humana, que queda muy mal en televisión. El sentido del ridículo es el gran enemigo catódico.



EL chico dulce, pasados los meses, sigue yendo a la isla, refugio gay, y se toma mojitos con nuevos amigos. Su amistad con el aspirante a bombero se mantiene, pero redefiniéndose. Territorializada la amistad, ha encontrado en la isla un nuevo ámbito, quizás el que buscaba.

El éxito del programa es la desaparición fulminante de la carabina. El fracaso: el llanto y el repliegue hacia las formas más tácitass y convencionales de la amistad. Esa amistad silenciosa del no tratarse mucho.

-Quiero salir de la zona de amistad. Explorar lo desconocido junto a ti.

Estas palabras las dice con ternura, casi con los ojos, azules, bajo la pérgola de un flequillo rebelde como una mala costumbre, tras una enorme protección de timidez y dulzura.

Viniendo de un amigo, estas palabras quizás no suenen tan terribles.  

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