martes, 26 de febrero de 2013



CEREMONIA

 

La gente sigue trasnochando para ver los Oscar, la Superbowl de ellas. Y lo que estamos viendo, puesto que el cine interesa poco, es ya ceremonia. Sorprende que en tiempos tan disolventes se siga ritualizando. Ya decía D’Ors que protocolo cifra la libertad y en los Oscar funciona la ceremonia de premiación (con el ápice de espontaneidad final, donde fracasan los Goya) y, sobre todo, el desfile sobre suelo rojo, órbita de estrellas, muselinas, brillos, pedrería, que recuerda a Mayakovski: oiga, se están encendiendo las estrellas, ¿acaso es porque alguien las necesita? Si hasta se coló nuestra Sonia Monroy, asteroide self-made, superviviente de ese nuevo Paralelo del trash televisivo. Y en la alfombra roja destacó Anne Hathaway, representante de la belleza delicada y traslúcida que Veblen consideraba propia de economías que reservan para la mujer un papel de ocio vicario. Femineidad reprimida en tanta languidez. Superándola, una vigorosa Charlize Theron de peplum, perfecta geometría Dior y escote como romanizado. Charlize gustó más a las mujeres porque es el tipo de mujer activa . Hay un feminismo en la silueta del brazo.

En Hathaway, tan frágil, despuntaban llamativos los pezones. Las costuras en que Prada quería ser Gaultier, tribalizando el seno, con aristas que lo hicieran intocable. La mirada de Anne se histerizaba con ese priapismo femenino y, tan erecta, parecía que se le disparataba el canon hacia otra forma.

La economía presiona sobre el ideal femenino y Anne, canon tenso, sonreía nerviosa, como si en ese momento se estuviera transformando. En sus pechos parecía que nos estaba señalando el Tío Sam.

Charlize, forma conseguida, neorrubia, con brazos activos de nueva mujer, me hizo pensar en Corinna y la dificultad de ser rubia. “Lo rubio conserva en grado excepcional las características de la depredación”. El escándalo ante una posible amistad real con cualquier forma rubia recuerda lo de Camba y el rey negro al que amputaron la pierna y le prohibieron comérsela. “Si no va a poder darse con ella un pequeño banquete, ¿para qué quiere ser negro y para qué quiere ser rey?”

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