LA ORDEN DE LA REAL COLLEJA
Se ha montado un ligero
revuelo por unas imágenes en que el Rey gesticulaba a su chófer de un modo que
algunos han querido interpretar como una colleja. Su Majestad iba a abrir la
operación retorno de la DGT, acto
hermoso y no solamente institucional porque se trata de un proceso ciudadano,
como si inaugurase las primeras quemaduras, la depresión postvacacional o la
cuesta de enero. El Rey se funde más y más con el pueblo. Y lo de la supuesta
colleja sería en todo caso una amonestación en plan Marqués de Leguineche. Si
la persona es el cargo y el cargo es la persona y uno se hace mayor, ¿no se
tendría que notar? ¿ No merece el Rey nuestra ternura? Por otra parte, anda que
no se pone uno de los nervios siendo copiloto. Ser copiloto es de lo más
difícil que hay, así estaba Luis Molla. Con todo, yo ofrecería mi testa
ciudadana para que el Rey la collejease y formaría una Orden de la Real Colleja
donde jamás entraría Peñafiel. En las recepciones, en lugar de la mano,
adelantaríamos un poco la cabeza para la ligera colleja, como el caballero que
ofrece su nuca a la espada. No temeríamos
el tacto como se teme en España. Me cortaban el pelo el otro día y al
quedárseme algún pelillo en el cuello, el peluquero, temiendo tocar, empezó a
soplar. Oiga, buen hombre, tuve que
decir, ¿se da ud. cuenta de que lleva medio minuto soplándome la nuca?
(LAGACETA,
1-IX-2012)
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