UNA CONSTITUCIÓN VIAJADA
Un abogado quiere investigar
los viajes de Pascual Sala por el mundo. Le animo a hacerlo. Encontrará que
viajaba solo o, como mucho, que en algún hotel reservó habitación para dos: él
y una señora algo ajada ya, pero de buen ver: la Constitución. Y no encontrará
más. Late en este recelo una incomprensión. El
TC es el sastre que tiene que ir metiendo el dobladillo o arreglando la
sisa de las costuras legales del país y para eso se tira mucho del derecho
comparado.¿Y cómo se compara uno con el otro si se queda en casa? Si la sociedad se empeña en la vía quebecois,
¿no habrá que ir allí a ver qué es eso? ¿Ha de renunciar España a las finuras y
exotismos del constitucionalismo indonesio? ¿No le podrán ser útiles en un
futuro con Bildu? ¿No habrá que girar visita a las constituciones hermanas de
América? La Constitución es un texto vivo, nos dicen, y como viva que está
tiene que viajar. Quienes critican desean una constitución cateta, castizona y
ombliguera, en casa y con la pata quebrada, un constitucionalismo de biblioteca
y un presidente que se pase el día recitándola como un imán ¿Pero no viajó la Pepa? ¿Y
no la sacaron por el mundo otros señores? Gracias a don Pascual, de nuestra
constitución puede decirse otra cosa más: que está viajada.
(LAGACETA, 16-VIII-2012)
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