Estadio
casi lleno. Coro de cántabros. Dos equipos correteando. En uno de ellos juega
Lass, de modo que hay algo caótico en el ambiente, como un metrónomo descompasado. Sale el árbitro, en las
vanguardias de la acústica contemporánea. Le acompañan dos asistentes y un
cuarto árbitro constantemente preocupado de silenciar a Mou. Shhh, shhh.
Chitón. Chitón. Fdez Borbalán, se llama el solista. Empieza el partido: piiií. Pi,
pi, pi… toqueteo, lass la gana y la pierde, pi, pi, pííí. Suenan sucesiones de
pííís que parecen remedar el trino del jilguero. Es una aproximación pajaril a
la música. Es la justicia del trino. Pí,pí, píiiii, cada cuarenta segundos.
¿qué patrón sigue el árbitro? Pí. Pí. Pi, qué hace pi cada cuarenta segundos, qué hay en la naturaleza que haga pi así. Pronto, la sucesión de píiiis empezÓ a sonar artificial, fabril, electrónicA. fernández Borbalán es electroacústico. Su pito suena como un aparato electrónico. Es un minimalismo del pitido…
La coge uno del rácing, la pierde, se tira. ¡Pi! La juega Alonso, ¡Pi! ¡Y
parece que hubiera barro pero no hay barro porque no ha llovido! ¿qué sabemos de ese pitido? Es un piiiií que
humedece el ambiente. Ya sabemos más: es pajaril, humedecedor y tiene el
elemento cáotico de Lass y el sshhh, shhh, constante del cuartoárbitro y además una
síncopa pautada que es electroacústica ¿Qué rompedor estilo es el de este Fernández Borbalán que habrá
vivido toda la vida preguntándose por su segundo apellido? ¿Por qué los
árbitros tienen siempre un apellido extraordinario? ¿Ese ese apellido lo que los condena al ostracismo social? ¿No es el ostracismo una forma de aristocracia? Habría que ver el acta para
comprender quizás la partitura del concierto de pito de este fdez. Borbalán
revolucionario, ¡John Cage español que sin embargo ha deparado tres grandes silencios en
tres momentos en los que el público ya esperaba el pííí como quien espera un
latido! En un penalti, en una mano, en una expulsión, el árbitro no regaló el
pitido, sino el silencio. Un silencio descoyuntante, inesperado, que parecía un
valle de silencio, un desierto de silencio, rompiendo el pitido industrial, serialista de fernández Borbalan, que era uno ya con su silbatO, pero, ojo, el crítico que suscribe
apreció algo más, por debajo del silencio inesperado, a un nivel subsónico, el
cuarto árbitro de fernández Borbalán susurraba, seguía susurrando: shh, shhh, al banquillo
portugués, como un recitativo gregoriano. Y tras eso, vuelta a la pauta de ese genio del serialismo musical
que es Borbalán: pi, pi, pi, shhh, shhh, ese portugués, hijo puta es, shh, shh,
pi, pi, pi, pi… y esa pauta sólo se rompió con tres silencios, ¡los silencios
que borbalán coloca en su partitura para citar la mejor poesia española! los silencios como los grupos
de silencios en la muerte de Sánchez Mejías, tres silencios comprometedores,
dolorosos, dramatizados, tremendistas y trifásicos: un penalti, una mano, una
expulsión. Un penalti, una mano, una expulsión, y en ellos tres silencios como tres desplantes de este torero de los vientos que es fernández Borbalán. Así, el crítico encuentra y descompone el fenomenal sentido de
fernández borbalán en este concierto de pito que se situará en lo más alto del
arte español del siglo XXI: síncopa maquinal del pitido, pitido pajaril
impresionista y húmedo, coro cántabro de odio al luso, como elemento zarzuelero y
dramático, shh, shhh, shhh constantes y minimalistas, de recitado místico (sshhh, shhh, como anticipos de los tres grandes silencios, como invitación para los silencios venideros) y, luego, como elemento cumbre, tres silencios, tres ‘grupos de
silencios’, una mano, un penalti, una expulsión, silencio, una mano, silencio, un penalti, silencio, una expulsión, silencio, pi, pi, pi antes, y pi, pi, pi después. Silencios introducidos caóticamente en la serie de pitidos, como
elemento-lass, rompiendo con esos silencios dramáticos, inesperados y jondos,
un serialismo de máquina. El silencio es la clave de la música y fernández
Borbalán, solista del pito, paganini del pito, campuzano del silbato, sarasate
del silbato, ha meneado el espíritu del público con tres silencios inesperados
con los que la tradición lírica española rompía el pitido maquinal del
serialismo de vanguardia. Ha meneado tantos los espíritus que a más de uno en el coliseo santanderino se le habrán caido hasta los euros al suelo. Conciertazo de pito de un solista que está en lo mejor
de la reciente tradición arbitral española, en la que se integra perfectamente. Tras finalizar su recital, el músico
salía con sus asistentes, que quizás fueran tan artistas como él y tan
responsables en los tres silencios estremecedores que se recordarán largo
tiempo en la elegante noche santanderina. Apuntadores del silencio. Determinadores poéticos del silencio. Enorme arte el de esta gente, banderilleros del silencio.
Eres grande. Cual Fernández Borbalán
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