MARINALED’AR
Sánchez Gordillo,
alcalde de Marinaleda, lleva la palestina como María Dolores Pradera lleva el
chal y parece que tras ese pañuelo y su barba esté escondido, un poco a lo
Joaquín Phoenix, medio en broma medio en serio, un personaje de los de Jesús Quintero.
Hay que reconocer que el
señor Sánchez Gordillo no se ha aprovechado del pueblo para ser famoso, sino
que más bien ha sido el pueblo el que se ha aprovechado del alcalde para ser
noticia. Marinaleda ha realizado la utopía izquierdista. Cuando el derechista
soberbio diga eso de que la izquierda jamás ha ofrecido una realización
práctica digna, el izquierdista ya podrá replicar orgulloso:
-¡Marinaleda!
Un pequeño ayuntamiento
que ha cooperativizado la vida local, garantizando –o intentándolo- renta y
vivienda.
A mí Sánchez Gordillo me
está empezando a seducir. Lo tenía en twitter y lo retuiteaba con ironía
maliciosa, pero ahora me empieza a interesar, porque lo tenía por tonto, pero como
mucho es igual de tonto que los listos.
Llevo años escuchando a los listos, pero los listos no han conseguido nada y
Gordillo ha generado un pleno empleo con la alcachofa, con la cooperativización
de la alcachofa, con la realidad de la alcachofa y el asociacionismo en torno a
ella.
¡El comunismo de la
alcachofa tiene más realidad que el progresismo del I+D!
¿Ha acertado menos
Sánchez Gordillo en su bienintencionado divagar que los políticos serios
popperianos? ¿Y no es el cooperativismo la invocación cercana, realizable, del “juntémonos
mucho” del gobierno de concentración que promueve la izquierda pija?
La izquierda, ante el frío de la crisis, propone el calor humano de estrechar lazos.
La crisis –qué vulgaridad
es mentar la crisis…-, esta crisis supersticiosa y cerril, incomprendida, ha
propiciado como gran modelo alternativo la forma de vida comunal, reducida, que
genera cohexión, calor humano, solidaridad y redes mínimas e indestructibles de
intercambio. Grupúsculos sociales de vida mínima sostenible más allá de la
familia. Bueno, en realidad de todos esos sólo han prosperado dos: Gran Hermano
12+1 y Marinaleda.
Marinaleda ofrece 47
euros al día por una jornada de trabajo al censado que lleve dos años de
implicada vida comunal y ese 47 me parece a mí un número mágico que oponer a la
prima de riesgo, una constante k de okupación y de kapital que enfrentar a la
variabilidad de la prima de riesgo.
En tiempos de la primera
modernidad, los intelectuales se preocuparon por calcular el presupuesto de la
pobreza. Qué necesita un hombre para ser feliz. Esos 47 euros al día son la
renta marinalédica, y deberiamos declarar que todo lo que está por debajo es
pauperidad y miseria neoliberal… qué digo neoliberal ¡nuliberal!. Yo me
compraría una camiseta del Betis, con el nombre de Gordillo y un enorme número
47 y la luciría orgulloso por las plazas de la indignación.
Una de las genialidades
de los últimos tiempos la tiene dicha hace muchosmeses este señor: “La crisis
del ladrillo se arreglaba con un banco de la vivienda”, claro, Alcalde, claro,
¡el banco malo! Él había inventado ya hace años el banco malo, quitándole la
careta a tanta caja postinera e inmobiliaria! Yo creo que entre Sánchez
Gordillo y los demás no hay tanta diferencia y que la vivienda, el ladrillo, la
tontorrona sencillez de poner ladrillos uno encima del otro, es en España una
polaridad en la que convergen unos y otros. Hoy viene en la prensa que su
ayuntamiento afronta problemas por un posible delito urbanístico, pues habría
cedido terrenos en suelo no urbanizable a los vecinos para que los destinaran a
la construcción. Y etsa noticia, lejos de hundir su imagen nos la redime porque
al final, ya fuera a través del promotor engominado o de la cesión comunista y
cooperativa, aquí todo el mundo ha acabado en lo mismo: en meter una cuadrilla
de peones en suelo no urbanizable. Esto relativiza mucho las posturas
ideológicas y parece que nos aboca a un límite cognitivo del español ante el
mundo moderno. Los nuliberal o los
comunistas retardatarios, todos han acabado en la invasión de suelo verde por
la excavadora y la plomada, como un resabio masónico e impotente ante la
acuciante, nerviosa, instigación al progreso económico.
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