CLASES
MEDIAS
Cuando
ya pensábamos que no había clases y que éramos lo que quisieran pagar por
nosotros, odre hueco que se va llenando de capital humano, va el PP, sube un
impuesto y los liberales punk y Pombo –mourinhismo malva-, se acuerdan de las
clases medias, lo que suena a reivindicación de los pantanos. ‘Clases medias’
es ‘sociedad civil’, pero en antiguo. A los liberales españoles yo no me los termino
de creer y hasta comprendo que Rajoy los quisiera echar de casa aquella vez mediterránea
en que decidió parecerse a nuestos padres cuando nos enseñaban la puerta de la
calle. Ahí nos medían y nosotros, como los liberales, reculábamos, ácratas de
boquilla. El desinterés liberal hacia el presupuesto me resulta teatral. No es,
digamos, mamífero. Este liberalismo ha salvado a la derecha española de si
misma y ha aligerado su mitología. La última batalla gloriosa de los españoles
fue Maastricht, donde quedamos como titanes y éste es todo el españolismo que
se le permite a la derecha, la gloria de los Montoro, la apoteosis hidalga de
pagar las deudas. Los liberales también son muy modernos y cibernéticos: antes
uno se metía en internet y todo eran tetas y porno, pero ahora a la mínima se
abre una ventana insumisa y nos salta un liberal pidiendo amnistía fiscal y delgadez
gubernamental, la anorexia twiggy del estatalismo. Para ellos, la cosa pública
debe ser como Kate Moss: escuálida, guerrera y anglosajona. El comunismo sería
rubensiano y la socialdemocracia lo que decía Pla de la mujer catalana: falsa
magra. El liberalismo es una palabra muy española, sí, pero de un modo espiritual
y aspirativo. Un españolismo velazquiano. El liberalismo es una propensión, un
querer ser: un misticismo social y político y por eso le hemos puesto el nombre
y hasta hemos llamado así a algún español, como liberal a modo de santo, de
santurrón levitativo en celda oscura de penitente civil, o liberal por raro, porque
de todo tenía que haber y porque no se le podía llamar otra cosa. Los liberales
eran como los rubios, que había uno en todo el barrio. Si será raro el liberalismo
que nace en Cádiz, arrinconado, allí donde España mira hacia América, donde
España se hace iridiscente y sueña, porque el liberalismo, lo siento, también
es un lirismo y necesitariamos un Bécquer que nos lo definiera con amorosa
exactitud. España ha dado al mundo liberalismo, misticismo y turismo, mientras otras
naciones han inventado el torno fresador. Total, que ahora unos que se dicen
liberales –también Indalecio Prieto se quiso así, porque ser liberal es
parecerse un poco a Gary Cooper- se acuerdan de las clases medias, cuando ya nos
habiamos hecho a la idea de que no habia clases, sino individuos más o menos
jodidos y salarios. Pensábamos que clase media era Solari, y no, hay clase
media y alta y luego hay parados. Y las clases pasivas, claro, que más que clase
serán casta. Las clases medias, supongo, serán obreros que han olvidado o
ignoran el prejuicio antiburgués de la cultura y desconfían bastante del Estado.
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