EL AMOR INVEROSÍMIL
Cuando Ferlosio dijo que el
desplante taurino era el alma-hecha-gesto de la españolez no había reparado en
el gesto de quedarse de una pieza, con cara de ecce homo restaurado, que es
como nos hemos quedado al enterarnos por Lecturas
de que Bar Rafaeli nos engaña con Alves, el carrilero que pasa a ser ya el
Frank Sinatra de los carrileros. Alves era la callosidad, el espolón del
tiquitaca, pero con su barba de yihadista y sus orejas recompuestas de soplillo
herido de favela ha enamorado a la retop,
el más-allá-genético, flor de kibbutz, de la inolvidable Valeria Mazza.
Pena que Curiosity se haya desperdiciado en Marte en lugar de aprovecharse en
sondear los misterios del romance. A Bar el único defecto que le encuentra uno
es el nombre, pues cuando Alves la llame parecerá que está llamando a Burt
Reynolds, aunque claro, con ese cuerpo como si la muchacha se llama Baldomero.
Bar ha pasado de Di Caprio a Dani Alves y eso es como meter nuestro
romanticismo en el CERN, como si nuestro romanticismo lo hubieran ocupado
también Sánchez Gordillo y su panda, que son ya los Ángeles del Infierno del
verano, por mucho que su barba pacifista blanquee apuntando a Rabindranath
Tagore de españolada (¡Sánchez Gordillo, pope de secta de amor libre
piscinero!). Hoy se juega la Supercopa y a Alves deberían hacerle el pasillo
porque nos ha degradado el Ideal. Por algo Mou ha vuelto al traje. Decaídas
las tops, sólo él, con su elegancia gris, puede mantener el misterio.
(LAGACETA,
23-VIII-2012)
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