UN RATO DE TELE. UN DELUXE EN CRESCENDO
El deluxe de ayer tuvo un ritmo creciente, algo que le viene
muy bien porque a medida que el programa avanza y se va acercando a la orilla
marginal de la tele de madrugada, de tarotistas y teletiendas, genera en el espectador –a mí me pasa- un sensación
de soledad y tristeza. El momento en el que el prime-time muere y,
desfalleciente, se convierte en horario de madrugada es dolorosísimo y parece
una aurora catódica, otra carta de ajuste. Hay un momento entre el prime-time y
el trasnoche en que quedarse viendo la tele ya es disfuncional y el televidente
no es ajeno a ello, aunque se engañe.
Contra esa sensación triste de personajes menores y
teletienda emocional, el deluxe de ayer se pensó con ritmo ascendente. Comenzó
con un cara a cara entre Noemí y Aless, que fueron la gran historia de amor del
GH 12+1. Una historia de amor fallida que ayer se intentaba reavivar. LaPatiño,
o mejor dicho, lo que de Patiño sobresalía de los zapatos de la Patiño,
proclamó que el plató olía a sexo y Jorgeja trataba a Noemí como un alter ego,
como si la muchacha, por ser canaria y desinhibida, fuera un estricto gay con
pulsiones varoniles, rosas y devoradoras. Ella tiene, la verdad, arranques
súbitos que no sabe uno si interpretar como concesiones al show de la tele o como
jamacucos neuronales, pero lo cierto es que no pega con el italiano, que fue
definidido con mucha justicia como “un pan sin sal”.
Noemí, que es un gran culo y una mirada triste, tenía el
pómulo oscuro y el pómulo dice mucho de una mujer. Claro que ayer, no sabemos
si por la iluminación o por la maquilladora, los pómulos eran algo
problemático. Lydia Lozano los tenía de tal forma, con tales amoratamientos,
que parecía que le habían zurrado en casa. De pelo iban todas como siempre,
delirio goldmine en la Bollo, que parecía un chino con sus complementos, en
Lydia o en Belén. La peluquera de telecinco parece que trabaja el pan de oro.
Noemí y Aless se fueron a una improbable noche de amor y
después apareció un personaje a mi juicio estelar. Su nombre es Tere y dice ser
novia de Bernardo, hermano de Isabel Pantoja.
Bernardo es otro más del universo Cantora, que es como Yoknapatawpha, aunque no vive allí, sino en Sevilla y
arrastra fama de llevar una vida algo irregular. Personalmente, encuentro que
se le parece mucho a Kiko y en las fotos e imágenes aparece besando a esta Tere
como si fuera uno de Kiss. Ella dice que él es muy besucón, pero es que no besa
normal, no da un pico sin más, sino que parece buscar la humedad del beso. Bernardo
tiene diabetes, que ya es como un malditismo televisivo. Antes tenía uno
diabetes y bueno, era un fastidio, pero
en telecinco la diabetes es como un achaque de Pete Doherty.
Teresa concedió
hace unos días una entrevista en la que afirmaba ser novia de Bernardo y
denunciaba el poco cariño que éste recibía de su hermana Maribel, a la que llamó
“pájara”. En esas imágenes, Teresa parecía la protagonista de esa peli de Mike
Leigh, Brenda Blethyn, pero con el ojo pintado como el protagonista de La
Naranja Mecánica.
Tere, que también
es un poco Flor ex de López-Vázquez, dice que Bernardo vive puesto de nolotiles
y que pasa frío y la Bollo, de cruel defensora de la Pantoja, le replica que a
ver si al señor se le antojan unos “zapatitos
ortopédicos”para sus pies, afectados por la enfermedad. Luego deja esto:
-Ella es Teresa y
pone el coño en la mesa.
-Yo el coño lo
pongo donde me da la gana
La cosa se
complicó cuando la propia Tere desveló que Bernardo vive con Junco, que es
japonesa. Junco es la legítima y Tere es la otra y la queja venía a ser que
Junco no se dobla lo bastante, que no acepta con suficiente flexibilidad la
situación.
Llegados a ese
punto, la soledad de Bernardo empezaba a ser un poco cuestionable: esposa,
amante, hija… y además, hermana.
Teresa,
pluriempleada, dijo currar en un bar y
luego en la Necrópolis de Carmona y dejó una frase que todos hemos dicho alguna
vez:
-Mi casero miente.
Tras Tere y
Bernardo, el besador kiss, llegó Mario Vaquerizo-y-señora, porque yo a Mario y
Alaska me los empiezo a imaginar así, como muy aposentados y diciendo eso de
aquí mi señora.
Era el cumpleaños
de Mario y Jorgeja le preparó una entrevista. Mientras Mario ponía mil caras a
la cámara, como un niño en un plató, Alaska hablaba de Monereo (que no Moneo),
el cirujano de las celebrities. Algo así como el arquitecto Joaquín Torres. El
concepto de cuerpo que tiene Alaska es tal que podemos agradecer que Monereo no
haya dejado a la cantante convertirse en una Jocelyn Wildenstein.
Lo mejor vino
cuando del pastel de regalo salió Topacio, amiguísima de la pareja y próxima
colaboradora del programa. Topacio repetía constantemente la palabra electrodos
al hablar del juicio de la Pantoja y, sentada en el sofá frente a Belén,
parecían dos proyectos inacabados, paralelos y heridos de alguna rubia ideal
que alguien pensara.
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