ALMANSA
La peripecia del Mundo AS, que ahora leo, me trae a la
memoria el recuerdo de mis tiempos de peñista. Una vez, estando yo solo en la
peña, esperando el inicio de un partido, se presentó en el local un señor de
Santander. Estaba por cuestiones de trabajo en Valencia y quería ver el partido
del Madrid entre gente afín. No era la primera vez que se recibía y agasajaba a
alguien de fuera. No estaba el del bar, que era un ficha, y me atreví a sacarle
yo la cerveza. Le indiqué el lugar donde mejor ver el partido y en cuanto pude
le conseguí unos cacahuetes.
Roncero, Relaño y Manolete, que iban en furgoneta como un
grupo de cómicos andariegos, vivieron esa experiencia de entrañable madridismo
en Almansa, que no es cualquier sitio. Almansa, que el club mantiene la
costumbre de visitar para honrar la tumba de don Santiago, con el riesgo de que
cualquier año el Presidente eterno se levante y salga de ella a estrangular a
alguien. En Almansa, Roncero, campeón de todos los juegos florales del peñismo
y primera cara que encontramos cuando en google escribimos Real Madrid, vivió
un episodio de samaritanismo peñístico y de revelación gástrica. No tanto él,
creo, como Manolete, que pudo comprobar la reciedumbre de la gastronomía
manchega, con esos gazpachos en que se desmigaja la caza y se echa torta, una
torta que es como una hostia fuerte, cenceña, dura, no cualquier cosa, oblea
recia de campo. El sencillo plato se las trae, desde luego, y da cuenta del
temperamento manchego.
Pero lo que me parece maravilloso del episodio es que
fuera en Almansa, con todo su simbolismo, y que se diera esa mezcla de
samaritanismo, de berlanguiano Plácido, de cuento de navidad tan bien narrado
por Relaño que permite casi crear una nueva festividad, un thanksgiving
madridista, fraternal, sobre dos cosas, ¡sobre tres! Don Santiago, la unión
madridista (puesto que fueron recibidos por un mourinhista) y, claro, la buena
mesa.
El madridismo es una pitanza. Se fueron a Almansa y en
Almansa no se podía ayunar. En Almansa se comieron Almansa, se comieron los
gazpachos con las tortas como panes durísimos, como ruedas de molino de
comunión imposible.
Del Txistu hemos pasado al Pincelín, que es hacer el
Txistu una cosa itinerante. Hemos pasado a la modestia del Pincelín, llevando a
las esencias de Almansa el ánimo de la pitanza. En esto es importantísimo el
elemento peñístico. La peña es una excusa para beber y comer todos de él.
Porque cuando se dice que el fútbol es justo, o grande, o ilimitado no nos
refermos a otra cosa más que a esa: del fútbol comen miles y los que no comen
del fútbol comen por el fútbol o con la excusa del fútbol.
El maurinhismo no entiende esta vertiente madridista, de
mesa y mantel, más que de pizarra y chándal, porque no conocen bien el elemento
peña. Son peñas de internet frente a las peñas de toda la vida y la diferencia
básica, lo fundamental, es, claro está, la comida. El papeo.
El escote, el gañote, el convite, el ágape o el auxilio,
como esta vez, pero la comida.
El fútbol permite comer todos de él, como un gran dios.
El fútbol tiene algo de enorme paella participativa, comunal, rodante y
luminosa y nos tenemos que quitar los complejos y no ir de estrechos. Deponer
el madridismo moralizante del ayuno, el estoicismo del ayuno digital, por
acercarnos al otro madridista, real, humano, débil, de la comida. Ellos, claro,
tienen la servidumbre de necesitar comer, cosa que los otros no, pero eso los
humaniza, y hace que podamos entenderlo.
¿Come el madridismo digital? Hasta que no sepamos si come
o su actitud ante la comida no podremos estar tranquilos del todo.
A un hombre se le conoce en la mesa y a estos hombres, al
menos, ya les conocemos.
¿Y no es una ternura, una novedad y una frescura (¡de las
eras manchegas!) que Manolete, con esa pinta de comerse al niño Jesús no
conociera plato tan popular?
¿Un periodismo del bisté o quizás una mayor modestia de
la que pensábamos?
Yo creo que ir a Almansa y estando cerca los restos de
Bernabéu comerse lo que hubiera es una forma de comunión madridista con el
simbolismo de los gazpachitos manchegos. El madridismo ha de comulgar alrededor
del gazpacho de Almansa, haciendo de eso una nueva unión.
¡Acción de gracias! ¡Instituir ya de una vez la comilona
madridista! ¡Instituir también la comunión del cuerpo de Bernabéu con el
gazpacho milagroso y peñístico!
Lo de Almansa ha sido una eucaristía madridista. Un comerse espiritualmente a don Santiado. Comulgar a Bernabéu. Ha sido espiritualizar la paganía del Txistu.
Ir a Almansa a comerse metafóricamente a don Santiago no
es azar de la carretera. Es verdad madridista. Es abrazo de las tribus
madridistas entorno a la mesa y es realidad futbolera básica: el madridista, el
futbolero come, ha de comer y el periodista ha de comer doblemente,
triplemente, por hombre, por aficionado y por periodista. Cierto es que a veces
alguna de esas comidas pudiera no hacerla, pero no podemos seguir obviando que
sobre el ayuno nada se construye. Esto de lo digital quiere ser una policía
moral de gente que no come, a la que no vemos alimentarse.
García nos enseñó esa frase mágica aplicada a los
federativos: se comen el manso y se beben el Nilo.
¡El Nilo y el Ganges si se lo ponen con cadaverina
incluida!
¿Pero es que acaso ha de ser de otra manera?
Pero esta comida del otro día es puro destino, azar, no
es gañote buscado, es… ¡la inevitabilidad del gañote! ¡Son unos predestinados
del gañote! Pero es más: es el abrazo de madridismos distintos, es la santidad
de la meca madridista de Almansa. Es la ternura de la redacción, que no huye la
sinceridad y confiesa: yo como, sí.
¿Queremos fundar un madridismo frío de eremitas y
rigurosos o aspiramos a una unión final?
La comida de Almansa, la institucionalización de la comida
de Almansa es el único paso. ¡Peregrinemos al Pincelín!