ESPAÑA, 4; ITALIA, 0. MI
VERDAD (UN POCO REVENIDA)
Yo fui un niño
preocupado por la selección y su falta de estilo y resultados. El noventayocho
yo lo conocía ya de antes de los libros por esa razón. Muchas madrugadas estuve
acostándome tardísimo escuchando tertulias al respecto y hubo un momento en que
creí que estas cosas sólo nos preocupaban a mí y a Enrique Ortego. Cuando veía
al equipo español jugar sus partidos clasificatorios en Cartagena, Logroño o
Almendralejo –con todos los respetos- sentía una sensación intensa y triste que
entonces despachaba con un adjetivo único y útil: cutre. De fondo, el bombo de Manolo era
como el tambor de un barco de esclavos. El España lastimoso que nos arrancaba
ese bombo lo vieron muy bien faemino y Cansado en uno de sus chistes. Ahora añoro fuertemente esa cutrez perdida y
estaría dispuesto a entrar en el más que probable mercado negro de partidos
grabados de La Furia, con esas retransmisiones vintage de José Ángel de la
Casa.
Porque debe de haber un
mercado retro y parafílico en el que uno puede conseguir esos partidos.
Ponerlos de madrugada, con Suspiros de España de fondo y un cubata de whisky DYC
produciría una sensación de españolidad marchita y la nostalgia del gusto. Si
de fondo sonara el Butano el vello se le erizaría a uno como si fuera la
crestilla de Balotelli.
España ha igualado en Eurocopas
a Alemania; junto con el sometimiento sexual de las suecas conseguido por algunos
de nuestros jóvenes compatriotas gracias al programa Erasmus, esto es lo más
importante que le ha pasado al español en las últimas décadas.
La Eurocopa es el más
bello trofeo. Es como un ánfora griega hecha duro metal, labrada con el nombre
de viejos estados. La Eurocopa la ganaba el flequillo visionario de Schuster,
tan elegante, o el terrible Sammer, mitad Schwesteiger, mitad Fernando Hierro,
con su porte marcial y su zancada, que era como el paso de la oca del
futbolista. La ganaron Yashin, Van Basten, Platini o Luis Suárez.
Y España, barriendo a la
Italia petrarquista de Prandelli, ha igualado a Alemania y ha metido a los Iniesta,
Xavi e Íker Casillas, en ese olimpo del puro fútbol.
Cuentan que Sergio Ramos
es el dj de la selección y que les pone una canción titulada Tacatá. Magan,
enorme letrista, le dice a su ideal femenino que le gusta su tratratrá. Yo creo
que hay que reformular el tiquitaca hacia esa forma más latinorra, sensual y
abreviada. Esta selección está en el tacatá, nuestro estilo debería ser ese
tacatá chuleta y vacilón. El tacatá o el tratratrá es lo que yo ansiaba en
Iniesta y sus diagonales, en el caracoleo de Xavi, rotatotio como un derviche y
panorámico. Al lado de ellos, todos los demás centrocampistas parecen tener
glaucoma. Iniesta juega aún como me lo imagino yo en la era manchega, con un
panorama abierto y redondo, plano, sorteando niños y mieses. La amplitud del
fútbol de Iniesta es manchega ¿No es La
Mancha la nueva planicie holandesa del fútbol?
Iniesta me ha fascinado
y agradezco a La Roja (me entrego ya, la voluntad rendida) que me haya
permitido disfrutar del talento culé, de los valores culés y de la música de
Pep (música que Pep tarareará en algún lugar, con musitación de Lluis Llach).
Hay un momento exacto en que mi adoración por Iniesta se hace devotísima,
infantil: cuando se para, cuando cesa su caracoleo, su oteo –tanta animalidad
en Iniesta, ¡tanto campo!- y quieto decide emprender una vertical de kamikaze
sobre los defensas. Esa vertical va por un lado y el balón va por otro y el
éxtasis y el probable gol llegará cuando uno y otro vuelvan a coincidir tras el
intermedio del toque ajeno, a través del hecho español, dialogado, amoroso de
la pared.
En ese pararse y
lanzarse kamikaze buscando al otro en la pared veo yo a Emilio Butragueño y lo
descubrí ayer y digo más: En el tiquitaca deXavi e Iniesta se vislumbra un
gusto por la tenencia más que por el envío, muy lejos de Pep (Pep era el
fanatismo del tiquitaca absoluto, el constante reenvío de la crucial cuestión de
la pelota a través del pase). Xavi e Iniesta buscan la pelota, tener la pelota
con un sobeteo que es el de Laudrup y Laudrup fue siempre el derrote madrileño
hacia el dream team .
Yo no sabía -y estaba
sufriendo- que mi amor por Xavi e Iniesta era también (también, Señor,
constante machacona en mi vida) puro y duro madridismo.
E Iniesta, manchego,
soleado, abierto, panorámico, llano y mesetario al fin, no es tiquitaca ya, es
tiquitá, o tacatá. Es acortamiento del sobeteo por la verticalidad de buitre
que le nace en las inmediaciones del área. De la misma forma que a Xavi, ayer
de nuevo “trascendente”, le salían pases alegres y definitivos.
Busquets, por ejemplo,
está aquejado de una grave impotencia al llegar cerca del área, pero eso es
porque en él no hay mesetarismo ni madridismo ambiental. Busquets, como Pep,
son el lado duro del tiquitaca, son pura Masia.
Iniesta, lo voy dejando,
es punto de encuentro y es tacatá manchego. Es tiquitaca juguetón y muy cercano
al gusto madrileño y al transoceánico perreo latinorro, que es la nueva
hispanidad.
Italia me gustó, Italia
era el petrarquismo de ese heterodoxo que es Prandelli, que recoge sus brazos
para ver el fútbol como si estuviese viendo un cuadro o a una señora estupenda.
En Prandelli hay un evidente esteticismo y su equipo ha compensado a Prandelli
con un vigor, una belleza y una nobleza etruscas. Etrusco Chiellini y etrusco
Pirlo, que lloraba demostrando que su entrenador es un enorme psicólogo pues
esas lágrimas son lágrimas que hablaban de un previo convencimiento frustrado
¿Sobre qué prodigiosa arenga en dolce stil nuovo convenció Prandelli a Pirlo de
que podría no perder frente al más grande centro del campo que han visto los
siglos? Pirlo lloraba y nos explicaba que los surcos de tahúr de su rostro de
regista fino quizás eran de tanto llorar.
Del Bosque es Turing (¡con
la manzana anticolesterol!) y sus seis centrocampistas están siempre
descodificando el mensaje cifrado del rival, hasta una lectura absoluta del
partido. Hoy Peces Barba nos habla de Del Bosque e insta a Florentino a un
abrazo de Vergara. Más importante es que introduce la cuestión del ugetismo
familiar de los Del Bosque, superando cualquier izquierdismo salonnard de un
Valdano. Este Del Bosque aspira a la centralidad de lo español, como un buda en
su banquillo heredado.
España, que no llenaba
antes el Bernabéu, que había que llevar a los mendigos y darles un bocadillo de
chopped, es ahora una chabacanería y una finura y sus goles los gritan en la
radio en pareja, pues ya no es suficiente con uno. Gritan gol Alfredo Martínez o
Manolo Lama y luego otro les dobla en bárbaro contrapunto y grita más fuerte,
como en doloroso e hiriente combate de amor garañón.
España ha generado
también un verbenerismo y un cancionero que tiene su cosa. Bisbal, que ya cantó
el mundial, ha ganado mucho con el perreo de Cali& El Dandee y la selección
es juerga, pantalla en la plaza, discomóvil y amor estival. El tiquitaca mueve
las caderas, se latiniza. Se hace tacatá.
Balotelli, con ese
pelillo de putito zulú, que parece el pelillo de un cepillo para los recovecos
últimos del coche, le quería disputar el partido a Sergio Ramos con sus andares
de púgil (Balotelli es la renovación de lo italoamericano, es como un negrata
criado en el hogar corleone). ¿No sabía Balotelli que a Ramos le habían
nombrado el tío de los huevos cuadrados en el país del cojonudismo? ¡Si lo
primero que ha dicho Ramos en Cibeles ha sido “te como los huevos” a Reina!
El sueño de un español
es que todo el mundo se descubra ante sus huevos, ante su huevamen –qué error,
por cierto, el de la Academia, no incluyendo huevamen en el diccionario, y qué nuevo
machismo- y Sergio Ramos ya no puede llegar más alto y en su mundo, en su visión,
todo es cuestión d echarle huevos, todos son huevos, todos son los huevos
bardemitas de Bigas Luna y su barba aspira a la madurez de barba de Alonso,
incluso a la barba capitana y un poco ultra de De Rossi.
Imaginemos lo que debe
de ser que cuarenta millones de personas le digan a uno a cada rato:
-¡Qué huevos tienes!
Esa frase salió
espontánea en todas las emisoras y fue el españolismo de la Eurocopa.
En los laterales ha
estado para mí otra gracia del torneo. Arbeloa, que es correcto, que lleva
siendo correcto siempre, que nació ya correcto. Que lo tuvo el médico y le dijo
a la madre: correcto, tiene usted un hijo correcto, este Arbeloa no nos da
nada, pero tampoco nos lo quita. No canta como cantaba Ramos a veces en el
lateral, pero arriba como mucho llega u ocupa un espacio. Esos son sus méritos,
absolutamente posicionales. Yo creo que Arbeloa, en su equilibrio final, es el único
tío que en España cumple con la estabilidad presupuestaria.
España ha evolucinado
mucho, pero es que el lateral derecho no es cualquier cosa. Si España hubiera
resuelto el problema del lateral derecho ya hubiese sido demasiado
regeneracionismo. No olvidemos que el lateral derecho lo ocupó Chendo y luego
el Chapi Ferrer y que el día en que nos salga un Cafú España podrá decir que ha
llegado a un tipo de culminación.
Lo que no ha podido
Arbeloa en la derecha, dejando la cuestión demorada, lo ha intentado Alba en la
izquierda. Su gol de anoche es portentoso y muslero, técnico y exuberante. El
lateral izquierdo era la heterodoxia española. Los heterodoxos que podía dar
España. Nuestros tristes raros. El descoyuntamiento espindargo de Gordillo, el
renqueo de Villarroya, que parecía jugar escocido, la cojera traumatizante de
Lasa, el juego agarrotado y como manco de Sergi, con sus porfías de muñón…
Laterales con el estigma de lo desperfecto. Y este Alba, pequeñito y secreto,
se ha destapado como un lateral cortito, pero efervescente, con chispa, reprís y
buen toque, sin cojeras excesivas, ni asimetrías. Sin esa sensación antigua y
española de ser zurdo por tener una pierna más larga que otra, sino un
zurdismo, una siniestrez armonizada, conseguida, europeizada.
Y Piqué se ha dejado un
tupé rebelde y kortajarena con el que protestar silenciosamente por los
estilismos avasalladores de Ramos.
España, en fin, ha
ganado la Eurocopa en Ucrania. El próximo mundial querrá ganarlo en Brasil. Otro
infierno para los enviados especiales. Quién fuera solamente enviado ordinario…
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