LA DEMOCRACIA DEL
APARATO (Publicado en LAGACETA)
El clima, como si
tuviera sentido de la Historia, hizo coincidir la ola de frío siberiano con el
definitivo Congreso Socialista. Así, parecía que el airón gélido que siberizaba
Europa iba a darle al PSOE reciedumbre programática, remembranza marxista y una
solidez rusificada, pero lo que llegaban no eran imágenes de delegados con
gorro ruso, ni rictus severos de obrerismo escarchado, sino unas decepcionantes
imágenes de Zarrías colgado de un móvil. La democracia interna ha sido Zarrías
tirando de tarifa plana y frío, dirían los delegados, frío es vivir lejos del
presupuesto.
El PSOE, muy
masculino, se ha agarrado a su aparato y siendo un partido a veces disolvente, dado
al relativismo un poco desbaratador, ha respetado escrupulosamente su
democracia de delegados y secretarios. El político respeta al aparato como a
una madre, se trata de su última lealtad y la democracia interna es la excusa
para aferrarse sopranescamente a la organización. En un siglo, de España sólo
quedarán los aparatos partidistas y Jordi Hurtado. Revelador, también, que las
palabras “unidad” y “disciplina” se griten solo a los delegados.
Antes del Congreso,
Felipe había otorgado su apoyo a Rubalcaba en el clima tórrido y surreal de un
invernadero, que viene a ser un hospital para plantas, haciendo pensar en el
socialismo como en una orquídea pocha. Allí, en palabra freudiana de Rubalcaba,
el felipismo se “pringó” con él -ese pringarse: un verdín de óxido en las
biografía política-, y felipismo es Sevilla, la caló de
Sevilla, la adelfa lírica del recuerdo de todas sus mayorías. Así, el congreso
era la defensa del bastión felipista andalusí, califato senil, amenazado por las
huestes rientes del zapaterismo, con la intriga de Griñán, que hacía de moro enredón
y traidor.
Porque zapaterismo
era Madina diciendo que ganaría el que más emocionase:
-A mí, con tal de
que me hagan llorar…
Y Zapaterismo fue el
discurso de Carme Chacón, que parecía María Patiño viéndoselas con Bárbara Rey.
Con su voz robada a las ardillas, la Chacón culminaba su aprendizaje del
flamenco iniciado en Olula del Río y el sábado rompía con un “Cómo me las
maravillaría yo” desgañitado. ¿En su alargamiento extático de las vocales, en
su sensualidad tonal, en sus crescendos casi místicos, cargados de promesas y
sustantivos, no se percibía el orgasmo democrático del que habló Zerolo? ¿No
fue su discurso del sábado el último orgasmo democrático del zapaterismo, el canto
del cisne de un sistema de placer político?
Con la victoria
final de Rubalcaba, Doña Carme se queda a las puertas, y el PSOE se
quintaesencia en su felipismo. Más que una renovación, ha sido una retroversión
del aparato al punto de hace ocho años, como si –ellos también- ZP no hubiera
existido.
Queda la duda de
saber si Chacón, que es la Venus con dientes de nutria renacida de las aguas muertas
del zapaterismo, será integrada, si se silenciará su voz inolvidable o si será
un río soterrado, que aparezca cuando todo haya cambiado un poco. Todo, excepto
el aparato.
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