REAL
MADRID 1- FC BARCELONA 2. MI VERDAD
Como tantas veces, me senté ante el Plus y me levanté el cuello del polo, porque
partido de copa era demasiado poco para lucir mi camiseta de Cristiano.
Imágenes
del palco. Tanto ministro, ministrable y exministro que a Pep le podía caer un
decreto a lo largo de partido.
Después,
el túnel. En el Madrid, motivados y saltarines, los portugueses, como
heterónimos de Mou. Y de repente, al fondo, aparece Xavi, y yo pego un respingo
como si fuera un Gremlin. Le temo más que a la estanflación.
El
Madrid se enfrentaba otra vez al Barcelona, el equipo que ha hecho que en el
Marca ya no se use el término “bestia negra”. Se trata de un
equipo perfecto, del milagro chino. Sus cuatro canteranos, Cesc, Busquets, Xavi
e Iniesta (el Word me corrige sus nombres como si también él fuera culé), els
quatre gats, son posicional y tácticamente insuperables. Son como un
estatalismo burocrático y Messi, él sólo, es un milagro de iniciativa privada.
Un Steve Jobs de las diagonales. Xavi e Iniesta giran sobre su posición como
Rubalcabas. Es un centro del campo que juega como una vieja que hiciera
ganchillo.
El
Madrid opuso esta vez la solución Pepe, que sigue siendo mi preferida. Considero
que es condición necesaria, aunque no suficiente, ya se ve, para ganar al
Barcelona. Pepe es un portento físico –esa imagen saltando, en una estratosfera
inasequible a Puyol-, pero tiene la concentración de un mal estudiante,
incapaz de estar noventa minutos ante el libro en una biblioteca. Pepe es como
esos amigos que fueron pastilleros y siempre tienen una salida extemporánea que ya no sorprende.
Su físico, su fútbol es de época, pero su concentración es insuficiente.
En
la primera parte, el Madrid generaba en el público gritos de película de
terror. Algunos atrás, por la inseguridad de Íker, que fuera de los palos es
como Romay en una pista de baile. También por sus fulgurantes contragolpes, de
un individualismo desesperado. En uno de ellos, en el único que llegó a puerto,
Cristiano le coló el balón a Pinto bajo sus piernas, que admiten, como el
Puente de Triana, el curso de un Guadalquivir.
El
público era feliz. En un lance del prometedor inicio, Cristiano, en posición de
lateral, se lanzó a cortar una jugada rival. Al extender la pierna con bravura, su pantalón se subió y como un
Chendo o un Camacho, enseñó un muslo. El público se desgañitaba,
como si estuviese ante un desfile. En Chamartín son musleros. Ven un muslo,
aunque sea de Gravesen y se ponen a aplaudir a la coreana.
Salió
Mou con tres centrales, con Coentrao por la izquierda y Altintop -dos hachas de
carnicero por barbas- en el lado de Iniesta, que siempre
juega con un rictus alevoso, como jodiendo. Arriba, tres delanteros, Lass y
Alonso. Todos ellos, según Robinson, dedicados a “estorbar”. Claro que Robinson
se delata él solo cuando llama Maurinho a Mou.
Muñiz,
con aire de terrateniente de culebrón brasileño, reflejaba en su pelo todos los
flashes que iban para los futbolistas y con desigual fortuna trataba de
resistir las exhibiciones teatrales de unos y otros. Hoy debutaba Pepe, que de
tanto ver a Busquets parece que quiere ser actor, como yo de niño con Al
Pacino. Pepe no ha lesionado a nadie, ni ha conseguido que expulsasen a ningún
rival. Sus marrullerías son de una inutilidad sólo comparable al juego de Lass.
Mientras,
los jugadores del Barcelona, como son tan feos, se trabajaban al árbitro como a
una chavala, a base de palique.
En
la segunda parte, Pepe tuvo uno de sus lapsus y Puyol, con gesto mundialista, marcó el primero. Luego Gistau nos pedirá que celebremos sus
goles como los de Malta. Después, Messi atrajo las miradas de medio Madrid y habilitó
a Abidal, que solo como un divorciado –esas soledades casi depresivas de los
ataques del Barcelona- coló fácilmente el segundo.
De
ahí al final, un rondo, otro más, comentado por Martínez y Robinsos, que son
nuestro Nodo. Parte del público se iba y algunos, negando con la cabeza,
observábamos a Messi, cuya retirada se espera como se espera a veces la muerte
de un dictador.
Con la disposición que hace Mourinho (estilo Alcorcón), con los once más atrás que la pelota, y con los jugadores que escoge, no puede pasar otra cosa: llegan tarde a casi todas las intercepciones, con el resultado de que sólo les queda la opción de la falta y, ante la velocidad de pelota del Barcelona, se van poniendo cada vez más nerviosos (excepto Pepe, que ya sale así de chiflado).
ResponderEliminarPero lo más preocupante para un madridista es que, mientras se iba ganando, el espejismo duró más que en la liga y se llegó al descanso con ventaja, el público parecía contento con todo ello. Es lo que pasa cuando las urgencias históricas las tiene uno y no el contrario.
REAL MADRID vs FC BARCELONA ---- Este es un clásico! ! !
ResponderEliminarRonaldo y Messi No son buenos amigos, pero se respetan unos a otros;
Aunque el Real Madrid y Barcelona están en una relación competitiva, ambos simpatizan entre sí.
ResponderEliminarHarvey dijo: "No quiero compararlo con nadie porque eso es injusto para otras personas".