EL REGRESO DEL TORERO PADILLA
Al maestro Juan José Padilla, con mi mayor respeto y admiración.
En este viernes silencioso, sin tacones,
ni risas, en el que parece que hasta los ladrones estén parados, se ha presentado
el maestro Padilla, como un Mourinho ante la brigada de la interrogación, para
dar cuenta de su regreso a las plazas. Ha aparecido perfilado, con su cara de
media luna y su gesto virado, enseñando un perfil estupefacto y espantado, su
larga mueca de haber visto las postrimerías. Y al finalizar y prometer la
vuelta de El ciclón de Jerez, su lado diurno y hermoso ha mostrado una sonrisa
feliz, proyectadora y social.
Se fue un torero con dos cojones y
vuelve un torero con dos cojones y dos caras, con rostro de claroscuro.
Dijo alguien que el toreo no
relumbra si no es con los ojos cerrados y Padilla va a atacar su profesión
desde una oscuridad en la que siempre estén brillando formas, soñándose faenas.
Porque en su ojo, que sanará pronto, habrá una vida de la inteligencia.
En los primeros cimbreos de su
toreo de salón, Padilla habrá descubierto una música distinta de los
movimientos, enderezados por un silencio. Una gravedad silenciosa que le
determine. Seguro que su toreo tiene un mutismo mayor, más seriedad si cabe.
Su mundo empequeñecido lo tiene que estar mirando mejor, Padilla, con una mirada más exacta y cuando gire o estire su cuello para un mejor ver, para recoger siempre al toro, le estará respondiendo a sus cabeceos de embestida, como jirones parejos y picassianos, en un diálogo de cabezas y perfilamientos.
Su mundo empequeñecido lo tiene que estar mirando mejor, Padilla, con una mirada más exacta y cuando gire o estire su cuello para un mejor ver, para recoger siempre al toro, le estará respondiendo a sus cabeceos de embestida, como jirones parejos y picassianos, en un diálogo de cabezas y perfilamientos.
Va a mirar al toro doblemente,
Padilla, con un ojo de Polifemo terrible, y con un ojo oscuro de mirada
lunar, que le enseñe al toro la cara de la muerte que él lleva prendida en los
pitones. Responderá a la media luna del astado con la media luna de su cara
sabia y desdoblada de hombre que lleva un luto en el rostro y a la vez una
vida pletórica, decidida y encarrilada, el misticismo de su mirada recogida y
concreta, y la determinación clarividente de verlo todo y no estar viéndolo, y
de luchar con el mayor esquematismo contra las mayores formas. De responder a
una noche con otra noche, dando vida y muerte en los dos perfiles, como un
tango de si mismo, dejando una mirada negra que entenebrecerá las cosas para
que brillen más. Torero absoluto de la españolidad.
Torero demediado, torero de un
gesto, con una cierta mudez de película antigua, llevará frío en el rostro, y el susto de estar a punto de la cogida y a la vez la dulzura de todos los propósitos,
de todo su vitalismo cristiano, gracioso y jerezano.
Está más allá del valor, Padilla, y ya no vemos valor en su rostro. Vemos humanidad y pasmo.
Está más allá del valor, Padilla, y ya no vemos valor en su rostro. Vemos humanidad y pasmo.
Por textos tan bellos, brujos y exquiitos como este es x lo q m gustaría poder ir una tarde a la Maestranza, o de nuevo a la Monumental, con un buen cartel y mejores toros, con alguien q viva sienta y respire esa magia y esa pasión q yo solo intuyo, ya q no soy taurina....
ResponderEliminarOlé!!!
Preciosa faena !! (agitando mi pañuelo blanco)
Saludos,
R
Yo, ante esto que usted escribe y ante la gravedad antigua del gesto de Juan José Padilla, me quito el sombrero.
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