LA QUINTA DE TWITTER
Al Madrid, que no
saca futbolistas, le ha salido una generación de chavales que le están ganando
las batallas en el mundo seco, interiorizado y de colmena de internet. Estos
días se andan reuniendo por Madrid, viendo cómo al Madrid de Mourinho todavía
le salen asomos de Juande, terrores invernales de López Caro. Vuelve Benzemá a
dejar entrever que tiene más que Cristiano, como un cantante fino, y que además
es un antinueve generoso y social que hace mejor a su rival Higuaín justo
cuando podía hundirlo –Benzema es raro hasta para eso- y todo lo están viendo,
diciendo “¿lo ves?”, estos tipos que desde las profesiones y lugares más
diversos están contándole al Madrid cómo es el Madrid, a ver si se entera,
muertos de miedo de que deje de serlo alguna vez.
La cosa empezó en la
guerra personal, numantina y antibarcelonista de Buitre Buitaker, y siguió en
la gran nave de fansdelmadrid, que pilotó el socio, Mario, con una fé antisocial
de heterodoxo orientalista y freak. Allí empezaron a llegar chavales que tenían
la pasión merengue, el amor analítico y el gusto por la prosa. Al Madrid, que
había sido siempre la gracia espontánea y la barbarie, le salió el adjetivo y
el equipo macho comenzó a ser pensado por chicos que echaban al club con mimo
en el diván en el momento en que más lo necesitaba, mientras los periodistas se
lo comían y bebían todo en el Txistu y sus tertulias con flato.
Hartos del Marca
manoseado del bar y su pensamiento de infografía y sospechosos de la censura
bienpensante del AS, completan sin proponérselo la obra de Florentino, al que
le ha faltado siempre la justa expresión que tenía Mendoza, ese talento último;
ingeniero sin ingenio. Ha habido un madridismo, casi todo, que no ha
comprendido nunca el carácter mesiánico de Florentino, que siempre ha sido más
Luis de Carlos que Bernabéu.
Tienen el auspicio –uno
físico, abrazado, y otro silencioso, intuyo que de callada simpatía- de dos de
los más grandes escritores de periódicos y se les ha sumado ya en alguna juerga
el que va camino de ser el tercero y con ellos han elegido a Mourinho como
pendón y baluarte, porque además Mourinho se deja metaforizar como un torero.
Esta quinta, los
García del periodismo gonzo, le da al Madrid el sentido que va perdiendo por la
hostilidad sistémica de España y por la endogamia callada e imbécil de una
grada en la que ya parecen todos primos. Con sus relámpagos de ingenio y con
sus crónicas amateurs, le devuelven al Madrid lo que antes tuvo: el brinco, lo
popular, el ingenio, el callejeo que los ojeadores se llevaban a La
Fábrica. Todo lo que tenía Juanito, su famoso espíritu, lo que se invoca en la
ouija colectiva del minuto siete: la rebeldía y la pillería que el canterano
madridista ha dejado de tener. Lo que le queremos ver a Callejón, vaya, porque
todos miramos a estos canteranos como miran los padres a los hijos que quieren
ver convertidos en futbolistas, cuando no va a poder ser.
Hace ya tiempo que
me pasa lo que antes no me ocurría: que lo mejor del Madrid no lo encuentro en
el campo, sino en la narración coral y encabronada de estos chavales que son
los Portillos que no llegaron nunca y los amigos que tenemos siempre que no
queremos ver al Madrid solos.
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