EL RETORNO DEL
SABAÑÓN
La crisis económica
que padece la Comunidad Valenciana ha provocado que cerca de cincuenta mil
niños asistan a clase en aulas sin calefacción. Esta noticia ha
despertado un cierto revuelo social, porque la gente, en lo tocante a la
infancia y lo educativo, es muy exagerada y cae pronto en un alarmismo muy
rudioso y proteccionista. ¿Acaso no clamábamos por un endurecimiento del
sistema educativo, por una vuelta a los orígenes de la instrucción? Pues hela
aquí, sin necesidad de reformar la Ley Educativa, que es tan mudable e íntima a cada gobierno como la colcha de la cama de matrimonio en la Moncloa. Así se ha cambiado el sistema sin necesidad de politiquerías y sin pedagogos barbudos que conviertan
al niño y su mecanismo en un teorema, tan solo por la pura pedagogía del frío.
Estas aulas
valencianas van a deparar un nuevo espartanismo de niños serios, reconcentrados
y estudiosos. El frío aleja la sensualidad, quita la tontería y es lo mejor
para desasnar a las criaturas, que aquí vivían como sultancillos en babia, siempre
mirando las palmeras a ver si caían dátiles.
Es el retorno del
sabañón y quizá sea el momento de traer de vuelta a los Reyes Godos, que casi
que apatece estudiarlos con este frío.
El frío es un
maestro formidable que excita la memoria, que es una facultad del alma olvidada y por eso el alma moderna tiene como una falta de consistencia, de coherencia. Asistir
a clase con el calorcito artificial y picajoso de la calefacción era el
principio del un desmoronamiento social, de un niño blandito y remolón y de un adulto socialdemócrata y subvencionable.
Frío, escarcha,
manecillas lívidas alzándose obedientes para contestar al profesor, tizas
tiritando en la pizarra y ejercicios de álgebra gélida con mitones. El
castañear de dientes de leche. El sonido de la educación, por fin.
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