sábado, 17 de diciembre de 2011

SEVILLA 2-REAL MADRID 6. ASÍN, ASÍN, ASÍN GANA EL MADRÍ.


Se equivocaba Cayetano Matnez de Irujo, mi alter ego, cuando el otro día arremetía injustamente contra la juventud andaluza, sin concretar las cosas, porque cabe focalizar el problema, la realidad del secular atraso andaluz, en cierta gente que va al Sánchez Pizjuán. Los Bilis, por ejemplo, que convulsos echan la ídem cuando allí va el Real Madrid. El Sevilla, que ahora mismo es lo menos sevillano que hay en Sevilla, con esa grada bronca, que le solivianta a uno, que es como si la masa fuera faltona y con dos copas, puso el partido a precio de ópera, no fuera a ser que un niño de Camas soñara con ver a Cristiano.

¿Y Cristiano? Pues superando a Juanito. Le falta al portugués salir de un campo como se fue Juanito aquella vez del Bernabéu, dando saltos espontáneos de alegría, pero cómo ser espontáneo si se comunica con Marcelo -flamenco de Brasil- tapándose la boca. El fin de un tipo de fútbol es que los jugadores consideren al realizador como a uno más en el campo.

Así Negredo, canterano encanallado, como tantos, que primero teatralizó un encontronazo con Ramos y luego le hizo a Pepe la de Alves.

Pepe es como el maromo de esas chorbas televisivas que se inventan el maltrato para hacer platós y lo tiene crudo en España.

Por lo demás, de nuevo un 4-2-3-1 con Lass mandando el mensaje enigmático de una boya diminuta en medio de la tormenta de los centros del campo. La única utilidad de Lass es que, mártir del madridismo, se lance como un kamikaze contra los ligamentos de Messi ¿Qué mensaje manda Mourinho  con su alineación? Quizás recompense la intensidad semanal -la justicia interna de los RRHH-; quizás quiera señalar que el esquema, con sus limitaciones, mejora con el rendimiento de sus jugadores, se estira, da de sí, permitiendo que el Madrid sobreviva a sustancias rivales que antes le disolvían. El 4-2-3-1 de Mou, hay que reconocerlo, se ha bragado  y ya no se deja toser por cualquiera.

Con todo, la insuficiencia de Lass es para que el partido no lo viesen los niños. Ayuda al defensa cuando tapan a Xabi, la abre rápido a banda y se acerca a apoyar, con diagonales autómatas de árbitro con las que teje un fútbol primario, menor, inválido, debilísimo, que nada dice porque lo que trasciende luego son losdos chispazos de inteligencia entre Di María y Cristiano -no hay inteligencia sin asociación-,  que resuelven el encuentro.

Mou ha querido, quizás por la proximidad del sorteo navideño, que hablemos de la suerte. Pues bien, la hemos tenido con 0-0, y con el 0-1 Íker ha hecho un paradón de póster, de los que uno se da cuenta que están sucediendo. De amarillo, extendido en arco para parar la pelota, hubiera sido como la estrella de Belén.

La banda derecha era canterana y puede que por eso el juego se desarrollara fundamentalmente por la izquierda, aunque Callejón volvió a marcar con el mismo movimiento. Callejón, con su peinado de casco romano, es la mascota de este Madrid, la debilidad de todos.



El teatro chusco de Negredo tuvo de bueno que se cargó el 4-2-3-1 y el Madrid en la segunda parte se juntó, como si hiciera frío, como si estuvieran todos fumándose un pitillo a la puerta de algún ruidoso garito sevillano. No hizo falta más.

Cristiano completó otro hat-trick, que servirá para que se le discuta más -la falacia periodística por la que cuanto más marque Ronaldo más evidente será su trauma con el Barcelona- y Di María completó un contragolpe que prolongó hasta el banquillo para homenajear a su suegro (eso si es un yerno). Di María tiene algo obsesivo. Antes lo regateaba todo y ahora va dando pases al hueco como si fuera un niño fanático de La Masía.

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