EL INTERVIÚ DE TERELU
El
interviú es la democratización del donjuanismo y un donjuanismo onanista, que
se cansa como el follador de las mismas caras y pide variedad, pues hay un
spleen jodido en la masturbación. La célebre portada nos ha ido permitiendo
despelotar a las meritorias de la vida nacional, que pasaban, con su tacto de
papel satinado y gramaje exacto (oh tacto de papel que era una piel en
nuestra adolescencia) por nuestras férvidas pupilas. El erotismo degradado de
las afroditas de estudio se reía del renacimiento y estas interviús de lo que
va quedando de la transición son un regüeldo kitsch y paródico de lo de
entonces: Posa terelu, saliendo de una espuma blanca y digital, como posara en
su día Brigitte Bardot, aunque en su cabeza de Teresa (Terelu) Panza haya más
del nimbo ochentero de una Linda Evans.
Terelu
cruza las cachas como una contorsionista y nos duelen las ingles de mirarla y pensamos que
la han debido colocar así dos fisioterapeutas; y no vela sus pechos terelu con
la delicadeza de Afrodita, con esa mano pudorosa que nos tapa la aureola como
un sol cegador, no, Terelu agarra sus volúmenes con erotismo magro. Nos invita
a sacar la garra mamífera y esa es la gran aportación del posado de terelu, que
no sostiene, ni oculta, ni eleva sus brazos para evitar la gravedad –silueta habitual
de la ninfa playera de revista-. Terelu se agarra, como un macarra, el
paquetamen.
Al
desnudo de terelu, a la que algunos ya le teniamos ganas desde aquellas
imágenes de su refriega de infrarrojos con Pipi (precursores ibéricos del perreo),
le ha salido el nuevo moralismo: antes se criticaba el interviú con el
moralismo de la decencia, ahora salen los rigurosos de la dietética a criticar
la lorza, porque terelu, la verdad, huye del esnobismo femenino de estar como
un suspiro. Terelu, con su canalillo de María Antonieta, con su escote amigdalítico,
se salta el erotismo del sesentayocho, y no quiere saber nada de garçonadas. Venus
pandémica, maja popular, aspira a ser paisaje de cabina de camión, sin
cornucopias ni brumas. Capitana milf, musa de cenas de empresa, representa el retorno
machucho y cuarentón a las pistas de baile y al mercado de la carne.
Llama
la atención el hambre que debe de haber pasado estando a plan, porque
dice la televisiva que 'el sexo para ella es un complemento, como ir a comer y
no tomarse una copita' y luego insiste en que 'le gusta el sexo a deshoras', como
los snacks. Dice también, y esto es inigualable, que lo ha hecho por el ‘morbo
del ego’, como si el ego fuera un señor interesante, arista del ego que se le
escapó a Freud, por no estar a esto de las corazonerías. Bajo la mirada de
terelu hay una boca entreabierta que más que de ardiente es boca de famélica,
loca por un hidrato.
El
interviú para algunos es sólo un voyeurismo. Algunos no hemos aprendido aún a
mirarlo bien y ni siquiera lo compramos. Vamos a la peluquería o a la consulta
del dentista y nos da como apuro agarrarlo y recurrimos a la revista de viajes,
para fingir un viaje a las Seychelles. Somos mironcillos, oscuros seres
buñuelescos, y miramos de reojo el interviú, como si alguien, todavía, se nos
fuera a escandalizar. No aprenderemos jamás a observar con aperturismo las
domingas del kiosco.
Ante
un desnudo de mujer, o ante ese límite equívoco de lo posible que es el
erotismo, al que nos quiere llevar Terelu con más o menos fortuna, no cabe la crítica viril, ni caben
los remilgos. Lo correcto, lo masculino, será hacerse una paja, sin mucha
floritura si se quiere, hartarnos de Terelu y pasar la página, hasta la próxima
famosa de nuestro errar de flor en flor.
Grande Hugues, como siempre.
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