LA CABRA LEGIONARIA
El Rey, cansado, con esa expresión que se le está poniendo de Walter Matthau cuando se le ve cerca de los periodistas, sólo se levantó ayer en el Desfile ante el paso de la Legión. Los legionarios, con su caminar acelerado, son los marchistas del ejército y su trote cardiosaludable emociona más que nada.
El Rey, cansado, con esa expresión que se le está poniendo de Walter Matthau cuando se le ve cerca de los periodistas, sólo se levantó ayer en el Desfile ante el paso de la Legión. Los legionarios, con su caminar acelerado, son los marchistas del ejército y su trote cardiosaludable emociona más que nada.
La cabra pasó y el rey se puso de pie ante ella. Si la Legión, el cristo de los legionarios y esta cabra alegre de la expiación española han sobrevivido a Zapatero, entonces les queda por delante la eternidad y quizás el Rey, al saludarla, estaba celebrándolo y reconociendo su dignidad de simbolo. Porque bien mirado, no desfila la cabra, desfilan ante ella los jueces, los periodistas, los políticos, los ministros hinchados, enteros regímenes y el rey, con su saludo, la ha tratado de símbolo y permanencia, porque es ella la que está, la que sigue viniendo cada año. La cabra es una continuidad y su balido cahondo es un sic transit gloria mundi que oyen los ministros decaidos -¡cuánto habrá echado de menos a la cabra Pepe Blanco!-
Tras el desfile, en el mentidero, los candidatos hablaban de futbol y los militares, entrevistados por los periodistas, cómo no, hablaban también de fútbol, admitiendo comparaciones con La roja. 'Ambos representamos a España', decía un capitán, a punto del bueno-sí-no rauliano, de modo que resulta natural que la roja haya asumido todo el lenguaje belicista que resulta inapropiado en el ejército. Para el fútbol, los disparos, ataques, defensas, artilleros, ofensivas; para el ejército, la acción humnitaria, la seguridad y el accidente.
La Duquesa de Alba ha señalado hace poco la importancia del rey como garantía en el mandato de Zapatero y el Rey ha saludado a la cabra. Odalisca velazqueña, monarca borbón, y mascota escatológica y alegre del ejército, supervivencia de símbolos en el momento de la finitud. O de la finiquitud, que ha dicho Fidalgo, que es conciencia de fin, pero también, me temo, conciencia de finiquito: el frío apretón de manos que inevitablemente recibe el español. Su saldo de los días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario