sábado, 8 de diciembre de 2012



REAL VALLADOLID, 2; REAL MADRID, 3. MI VERDAD MANUCHA.



El Madrid visitaba el estadio de la pulmonía, que es lo que siempre se dice cuando se viaja a Pucela. Es un frío indudable, pero también un frío retórico. De Valladolid, como no se sabe lo que decir, se dice que hace frío. Este año, sin embargo, había algo más, porque estaba Manucho, el delantero Manucho, que recuerda lejanamente a Balboa, ese canterano exótico, negrísimo, trenzado, muy Milli Vanilli. El delantero Manucho es un nueve temible que lo remata todo en las dos áreas y juega con una altivez principesca y un arrojo previo al fútbol, previo al deporte mismo.

Mou comparecía semiembozado, aunque para disgusto de sus detractores sistemáticos aún se le veían los ojillos. Djukic, sin embargo, se quitaba el abrigo y se quedaba en suéter de pico. Presentaba así su candidatura a entrenador de moda porque desde Pep no se es nadie en el fútbol si no se luce perfectamente el suéter de pico, que es una dificultad mayúscula para el hombre elegante.


A balón parado y a través del temible delantero Manucho llegaron los goles pucelanos. Íker pudo hacer más, dirán sus críticos, y quizás acierten. Íker ha sido siempre un genio de la cal, de la postrimería (la cal del cementerio) de la raya blanqueada y ante el dilema de mejorar su salida o no salir parece que eligió lo segundo o que como pasa siempre, y hay que comprenderlo, sobre el ser humano, pasados unos años, se aposenta el conservadurismo que huye la aventura. ¿Debió salir a por las uvas improbables que le pugnaba el delantero Manucho, de pómulo perfecto y trenza funky o fiarlo todo a su reflejo? Era Manucho, potencia zulú, contra el felino de Móstoles en el pasto helado y castellano.

La afición vallisoletana, contenta, agitaba las bufandas, algo que a estas alturas de año tiene su mérito.

Mourinho colocó de lateral izquierdo a Nacho, que es apenas voluntarioso. Es rápido y juega muy concentrado. Es el tipo de jugador que recupera la posición muy circuspecto y que a medida que el partido avanza adquiere semblante de estudiante encerrado en una biblioteca. Nacho es ligero y hermoso, sí, y versátil, también, pero… el espíritu canterano está encerrado en Callejón, que es el Eto’o de Mourinho y ha acabado hoy de lateral. Intenta vaselinas con la tibia y se ha descarado en la diagonal, saliendo del encarrilamiento primero. Babieca que fuera de Mou, rocín sin enjaezar apenas, se ha convertido en una proyección del portugués y en un jugador completo y peluduro.

El Madrid empataba por dos veces con excelente actuación de Özil. Este jugador es tan misterioso como misteriosa resulta la pronunciación de su nombre y parece que mientras esté en Madrid nunca se aclarará ninguna de las dos cosas. El techo de su fútbol es el de un Balón de Oro, pero el problema es la constancia de su chorro. Tobillo carioca, orientalismo, zurda cristalina, diagonales por pasillos imprevistos que sólo ve él, la claridad del pase, la visión (compeljidad de ojo lo permite) amplia, de ángulos que parecen ojivales y una zurda, un zurdismo absoluto, completo, de ese estilo que al que primero descoloca a es a él mismo, que en tantas jugadas parece que se tiene que rectificar.

Si Cristiano Ronaldo fuese zurdo se le querría más, pero es diestro, y eso es imperdonable. LA previsibilidad de su fútbol recto lo hace parecer contumaz, insistente, moralmente determinado. Eso molesta, claro. En los zurdos hay algo divino.

Özil podría haber iniciado hoy algo nuevo en su carrera, el punto de inflexión, pero no, es un ramalazo más, una buena racha de forma. ¿Acaso no es diciembre el mes favorito de los fumadores?

Tan bien lo hizo, tan bien jugó, que a Sarabia le salían exclamaciones y reverb, como si la cabina de comentarista fuera también posible cabina de dj.

La segunda parte, lejos Manucho de la cal casillesca, era un único argumento: el Madrid arrojándose a por el gol y Mou quitándose ropajes tácticos, como en un estriptís desesperado. Cómo no sería que acabó con dos defensas. Entre eso y su manía última de jugar con canteranos, se nos empieza a parecer al ideal de sus detractores. Si es que, ay, ellos tuvieran la capacidad para el Ideal.

2 comentarios:

  1. Pasar por aquí y no mojar los dedos en la pila de la columna es pecado gordo. Santígüome, Hughes.

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