ADIÓS,
MISTER CHIPS
Con
la posibilidad de que el Estado subvencione la instrucción en castellano en
colegios privados catalanes se evidenciaría la frustrada obsesión españolista
del PP, su fe en lo privado y la pasión por concertar colegios.
Todo
esto irritará mucho a sus adversarios ideológicos, pero sería bien triste.
El
españolismo del PP ya es totalmente melancólico. Está reducido a lo privado
como un amor. Se ha convertido lo español, finalmente en eso, en amor
intimísimo. Por fin se saca de lo público, se elimina como programa
educativo-ideológico.
El
español, por fin, pura planta de interior.
Se
acomete una externalización de las obligaciones constitucionales del Estado. No
es como externalizar un hospital, es casi peor, pero esto no indignará a los
defensores de lo público.
Es,
finalmente, una apuesta por el colegio concertado, que es lo que podía la
derecha frente a las sucesivas reformas educativas del pedagogismo
desenfrenado; siendo, al final, lo que le va a quedar (la españolidad
concertada), el refugio que le quede al Estado para hacer como que cumple con
sus obligaciones constitucionales.
El
español en la escuela pública es una decadencia nostálgica en retirada, como
Mister Chips, y su adiós una forma más que adopta el adiós catalanista.
¿Qué
puede hacer un Estado si no controla a sus profesores?
Nos
hemos quedado sin el necesario maestro machadiano.
Y
no se privatiza el español, el español se seguirá hablando, lo que se privatiza
es la obligación pública de instruir a sus ciudadanos en esa lengua. Como dice
Arcadi Espada, será cosa de pijos, de colegios bien. El español, por fin,
reconocido como una cosa de pilaristas o, mejor aún, como parte de un elitista
programa de instrucción krausista, si cayera, ojalá, en manos de un Colegio
Estudio.
Si
antes se desgajó lo religioso del núcleo educativo de lo español, ahora podría
empezarse a perder el idioma. ¿Cuál será el corpus educativo? ¿Ciencia y
paisaje local?
El
paisaje local es deprimente sin la reverberación universalista del horizonte.
La limitación espiritual del hombre regional es como una merma encefálica que
le haremos a nuestros hijos. El niño necesita considerar suyas regiones que no
ve.
Finalmente,
la subvención de la enseñanza privada, el concierto, está alumbrando la forma
definitiva que adopte lo catalán y la acabaría definiendo el PP. El federalismo
asimétrico, “la fórmula bilateral no insolidaria” (que no es lo mismo ser no
insolidario que ser solidario propiamente), todas estas construcciones que no
encuentran palabra (germanismos) desembocarían en lo mismo: el concierto. Y
este concierto ya existe en el País Vasco, con lo que todos contentos.
El
Estado concierta, es decir, pacta, con comunidades más o menos formalizadas
dentro de sí situaciones de desigualdad.
Y
para recibir una educación pública estricta, española y ciudadana, habría que
irse al colegio privado. Con uniforme.
El
español en colegios bien sería el español de niños de uniforme, como en las
series argentinas de romanticismo high school.
(LAGACETA, 5-X-2012)
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