SUFFER LITTLE CHILDREN
Los Smiths tienen una canción,
Suffer little children, dedicada a un
macabro crimen. Varios niños fueron asesinados y enterrados en los páramos de
Manchester. Las lilas frescas no podían acallar el hedor imperturbable de la
muerte, cantaba Morrissey, que era algo mejor que Nieves Herrero haciendo
necroperiodismo. A José Bretón le llamaban Bosnio, porque estuvo en la guerra,
pero es tan complicado que le podrían llamar Bosnio-Herzegovino. “Es frío,
cerebral, calculador”, pero así también se puede definir a Draghi, o a Özil. No
hay adjetivos para Bretón. Ni antes ni ahora. De hecho, todo el que lo conocía
lo calificaba como normal. “Normal y corriente”. Normal hasta un paroxismo de
normalidad. Delgaducho. Irrisorio. Bretón es el individuo cuyas mociones
siempre se machacan en las reuniones vecinales. Pero Bretón puede que acabe
siendo un monstruo y qué monstruo. España tiene crónica negra, pero monstruos
poco convincentes. Ni furia de coca, ni ideales redentores, ni locura severa.
Nada. A Bretón lo rechaza hasta la España negra, que no lo quiere. Pero incluso
si fuera culpable (ahora no lo es, dígase alto a la turba justiciera) no
debería cambiarnos. La justicia se mide por cómo se tramitan los despidos, los
divorcios, las querellas del Sálvame. No a los mostruos. ¿Qué se puede hacer
contra un mal ajeno, inconcebible, que no está en la biblia ni en los libros?
(LAGACETA,
28-VIII-2012)
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