¡HORROR, UN MENDIGO!
La compañía Ferrocarriles de Cataluña ha sacado una aplicación móvil que permite conocer los tiempos de espera, líneas e itinerarios, pero también denunciar la presencia de mendigos en sus instalaciones. La clasificación de la “app” permite especificar el tipo de mendigo: músicos ambulantes, vendedores ambulantes y mendigos en general. En mendigo en general yo creo que ya cabría todo, pobre o no: el descuidero, el exhibicionista, el sobón, el sátiro, el mirón y el raro. España se divide en tíos que buscan al mendigo para organizarle la de Plácido y llevarle la compra del Mercadona (¡mendigo hacendado!) y tíos que buscan al mendigo para sacarlo del espacio público -que no calle- porque no lo resisten, como si el pobre tuviera dos cabezas: Niño, no mires, que pasa un pobre. El mendigo conmovía o no la caridad, ahora una especie de delación ciudadana. Mi abuela al mendigo lo llamaba méndigo, y el méndigo, esdrujulizado como por Faemino y Cansado, en verdad tenía algo ominoso, tanto que algunos vivieron en la extravagante creencia de que no habría más. Ahora, con tanto pobre, no se sabe qué hacer ante ellos. Llegará el día en que en la inopia del metro observen a alguien manipulando el móvil (telepollas los llamaría Cela) y al poco se les presente el de seguridad pidiéndoles amablemente que salgan del lugar.
(LAGACETA, 10-VIII-2012)
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