SEISCIENTOS
En
las últimas horas, la prima de riesgo, como si fuese una Isinbayeva
indesmayable, ha superado la barrera del seiscientos, determinada como psicológica
por los medios, que hacen cabalismo con la prima como con los ciento siete
goles de Toshack. Rubalcaba, instado por las manis, reclama más keynesianismo,
que se tendría que hacer con dinero prestado, porque el keynesianismo español
es siempre de ida y quiere que la prima baje “por su ser”, como dijo el
banderillero de la regla de la frutera de Ortega Cano.
A
estas horas, se desconoce la resolución que el lunes adoptará el BCE, tachado
por un ministro español de banco clandestino. ¿Saldrá el BCE de su
clandestinidad para enfriar el incandescente mercado de la deuda? Desde hace
años, se escucha la palabra gobernanza, y cuando apareció la Merkel quien más
quien menos pensó que la gobernanza era ella, por su aire mandón y matronal. O
entre mandón y patronil: matronil. Pero la Merkel, a estas horas, está
ejerciendo de gobernante alemana, no europea.
Alemania
es quien más ha tentado la definición de Europa, su razón y sus límites en el
último siglo y sigue haciéndolo y a ella le tocará determinar qué será del
continente y alguien dijo que el pathos germanoliberal, que ahora invocamos, es
una mezcla de investigación sin fundamento y cuerpo de bomberos voluntarios.
Sin
germanofobias, desde luego, no hay que obviar que la situación actual le
beneficia y que, en términos generales, la deuda global del continente
permitiría un esfuerzo por corregir los desequilibrios de financiación de
paises como España, clientes del mercader alemán de Holbein que sigue mirando.
A cambio, claro, de lo que se llama condicionalidad, el inevitable ajuste
fiscal.
Estamos
ante los asuntos cruciales: Europa y el crédito. Es decir, la historia y el
futuro.
Más
Europa, nos dicen, pero Europa se ha venido haciendo en silencio por los Monnet
y los tecnócratas, desbordados, claman ahora por el político, sin encontrarlo,
porque hay concejales, pero no políticos, que la tecnocracia y la primera
oleada de la crisis derribaron a los grandes capitanes democráticos.
Sarkozy,
dijo su padre en Madrid que estudia para Presidente de Europa y sería necesaria
una ambición personal al nivel de la deuda pública, grandiosa, colosal; un
Bonapartismo chic, la rijosa ambición del genio. Alguien que quisiera gobernar
una cosa llamada Europa.
Los
estados extienden cheques sin fondos, dijo un poeta, pero ahora sí, los estados
pueden merecer la cárcel. Europa es el perfil naciente de un mármol bruto, o
una Antígona punk y riot, como las chicas rusas, contra el texto estatutario
del BCE.
Nuestros
abuelos fueron los hombres de la guerra y necesitamos alguien que nos diga (y
nos convenza) de que seremos la generación perdida y mártir de una guerra
incruenta para fertilizar otra soberanía. Un edificio fiscal sobre las ruinas
de nuestras haciendas. Para esas cosas estaban los políticos y los generales, y
los modernos generales, que pueden ser los economistas.
(LAGACETA,
22-VII-2012)
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