UN RATO DE TELE: COSAS VARIAS
Viendo Sálvame. Ha aparecido en el plató Rafa Mora, con su timidez acostumbrada. Le han hecho un plano por la espalda y se ha podido constatar cómo le temblaba el pulso. Ese plató es como un coso para superdotados de la actitud televisiva. Kiko flota, Mila podría aparecer en rulos. También podría ser que llegara del gimnasio. Tras las pesas, a veces tiembla el pulso, destrozados los nervios por la brutalidad de la mancuerna. Es imposible imaginar a un pianista o a un cirujano haciendo hierros. Cada vez recelo más del vicio muscular. Habría que llegar a la perfección del fortalecimiento que no afectara a la raíz misma del tacto, al nervio del pulso.
Lo mejor del reciente Gran Hermano fue la frase que le escuché a Pepe, el ganador:
-Tú lo que quieres es hacerme un sonsaque.
Sonsaque. Averiguar, sondear, sacar con maña. Así más o menos se define sonsacar. Pepe resumió su talento con esa frase en la que recurría a una palabra deliciosa, en desuso, con la creatividad de sustantivizarla, desvelando el artificio y la estrategia subyacente de algún otro concursante. Su mezcla sorprendida, asustadiza, de estrategia y naturalidad lo convierten en el concursante perfecto, porque si hay algún valor que destaca en Gran Hermano es la autenticidad. Ser uno mismo. Convengamos en que es dificilísimo y que ya es excepcional que siendo uno mismo se guste al otro o se guste masivamente. Tiene Pepe el problema de que su mirada levemente ida, su acento y sus salidas verbales, tan superdotadas gustan, pero que desarman su credibilidad como bailarín. Al bailar le pasa lo que le
pasa al mundo del cante con chiquito, que muchas veces escuchamos a un cantaor y parece que imita a Chiquito. Pepe, bailarín un poco chiquitistanesco, tras la caída en desgracia de Cortés, Canales y de Ernesto Neyra (y no estoy comparando al colocarlos en la misma frase) es el bailarin flamenco que necesitábamos. España no puede estar sin un bailarín en el candelero. Necesitamos que en algún momento, en la actualidad, alguien sea capaz de salir a taconear.
pasa al mundo del cante con chiquito, que muchas veces escuchamos a un cantaor y parece que imita a Chiquito. Pepe, bailarín un poco chiquitistanesco, tras la caída en desgracia de Cortés, Canales y de Ernesto Neyra (y no estoy comparando al colocarlos en la misma frase) es el bailarin flamenco que necesitábamos. España no puede estar sin un bailarín en el candelero. Necesitamos que en algún momento, en la actualidad, alguien sea capaz de salir a taconear.
Gran Hermano 12+1 ha sido una gran edición, pero no ha habido histeria. La histeria la aportó Noe, a la que sometieron a un refinado sufrimiento psicológico y a un desagradable juicio moral. Parece ser que sobre cierto nerviosismo suyo actuó luego el genio sádico del programa. Cuando ella de se defendió, Mercedes Milá, que parece que ha descubierto el sexo ahora, soltó esta joya:
-¡Oye, que la que te has metido en la cama de un brasileño has sido tú!
A mí Noe no me gustaba, era todo culo. Era una mujer excesivamente rizada y con un tren inferior desagradablemente desarrollado. A mí me gusta la mujer aérea. Había en ella algo demasiado playero y natural que no me terminaba-de. El caso es que la chica se enamoró del italiano, sin formalizar su amor, ni obtener un te quiero y después, en noche loca, se arrimó a un brasileño. Luego calló, por miedo a perder la estima fugaz del italiano, al que la distancia había espoleado; tras ello empezó a prorrumpir en histerismos, salidas de tono y arrumacos un poco excesivos. Loca por amor, como el personaje histórico, le empezó a sobrar a la organización. Arrojaba un halo de oscuridad sobre el elenco blanco de este año. A mí me pareció siempre que el italiano le echaba algo de cara y tenía un punto inhumano. Uno no puede estar un mes haciendo edredoning con una mujer sin prometerle la luna, pero el tipo no se salía de la amistad carnal. Yo creo que es sospechoso el individuo que en el amor no promete, el individuo al que no se le calienta la boca. El italiano (¡no me acuerdo de su nombre!) era un ser frío y la organización se puso de su lado, gélido y cordial, frente a la irracionalidad volcánica de Noe. Lo urbano contra lo natural, la cultura contra el instinto. Noe era una amazona de olas que cayó en GH y cuando enloquecía ¿qué hacía? ¡Se subía encima de un concursante como domando un toro bravo! Noe era surfera total, absoluta, full time, pero no lo comprendió nadie. Ella estaba siendo fidelísima a si misma. Qué hacen, se preguntaban todos con mohín de asco, y ella es que reaccionaba al dolor y a la incomprensión surfeando sobre los demás, porque coño, es que es surfera. Noe, si lo pensamos bien, fue culpable de amar y nos permitió un juego novelesco: vivir, omniscientes (verdadero GH), su propia mentira, mentira a sí misma y mentira al italiano.
Luego estaba Dani, el primer concursante burgalés de GH, una bella forma de pasar a la historia. Dueño de un portentoso flequillo en el que podía llevar el móvil y las llaves (¡flequillo mariconera!), entró junto a Berta en la previa de la caravana y ella, por contraste, acentuaba su amaneramiento. Berta, todo labio, pómulo y melena, es mi tipo de mujer: la mujer que siempre parece que está poniendo el whisky-cola displicente. La displicencia ideal de la mujer es eso, ponerte la copa con un desaire. El ideal-camarera. Es más, la fantasía erótica perfecta debería ser que la mujer, la mujer de uno, le pusiera en la cama antes un combinado
-¿Qué va a ser?
-Un roncola
-Ocho pavos
-Dámelo todo, chata
El caso es que Dani entró junto a ella y sobre él cayó la filosofía de la sospecha, tan de aquí. Dani, brillante, era para mí un anticoncursante, porque en su inteligencia parecía que observaba él, no era en absoluto el concursante cobaya y se paseaba por la casa como por un plató, con una mordacidad muy jorgeja, aunque al final resultara excesivo. No daba Dani con la dosis justa de sí mismo.
Por tanto: hay que ser uno mismo, pero hay que serlo de un modo justo, exacto.
Un problema de GH ha sido el de las galas. Han sido bodrios a mayor gloria de Mercedes Milá. Quizás el mejor momento fue cuando ella se dejó tocar una teta por Danonino. Sin Jorge Javier, las galas de Telecinco tienden a ser previsibles. En realidad, a nadie le importa el curso del concurso (¡con-curso! EL concurso es eso, el programa con-curso, pero eso… ¿no es aburrido?). A veces la buena televisión se da por hecho, pero no la tenemos garantizada.
La buena televisión es como la democracia: un no parar, una lucha diaria, algo que nos tenemos que merecer.
¿Y si mi amor por la televisión dependiera de Jorge Javier y de la inquisición sentimental a Belén Esteban? ¿He dicho Belén? Queda por comentar su ruptura. Quizás en otra ocasión. La tarde está justo en ese punto –fruto maduro- en que todo comienza a desmoronarse. Mi fin de semana es una incógnita dulce que sólo puedo frustrar y su relación, vivida con cercana intensidad, me llega más adentro de lo que esperaba. ¿Estará Fran en el Rascacielos? ¿Imaginamos junto a él Aurelio Manzano? ¿Conocerá Aurelio Manzano su extraordinario simbolismo? Mejor será no hablar de esa ruptura. No jodamos el fin de semana con demasiada emotividad, pero ahora… ¿calle o estancia? ¿libro o neón?... En la eterna duda, la naturaleza proscrita de Noe y la perplejidad senequista de Pepe nos asisten: fidelidad a uno mismo. Pero claro, entre esos genios y uno (infeliz) media la distancia enorme, insalvable, de que ellos sí saben, quijotescamente, quiénes son.
Me dicen los que dicen que me quieren que qué coño hago viendo y para qué coño veo a los jorgesja y ruinas varias del calibre de Gran Hermano. Ahora podré responderles que lo hago entre otras cosas para encontrar, sin esperarlo, a gente que escriba como tú.
ResponderEliminarY con un archivo bien gordo lleno de sitios, referencias, política, fútbol y sepa Dios.
Un placer.
¡Enorme!