ESPAÑA, 0; PORTUGAL, 0. MI VERDAD
Se enfrentaba España a una difícil Portugal, mejorada
respecto a la del Mundial. La entrena Paulo Bento, que hace poco jugaba al
fútbol. Cuando uno ha visto jugar a los entrenadores, malo.
Yo nunca he visto reir a un portugués. Todo lo más a
sonreir con la boca, en mueca que al final se amarga. Su himno, por otro lado,
mueve a poco ardor bélico y es para que estemos muy tranquilos respecto a la
españolidad de Ayamonte.
Eso sí, esta selección de la Portugal aplicada al rescate
es un conjunto sólido en lo táctico, lo físico y lo estético. El capitán es
Cristiano en lo técnico, en lo táctico es Pepe y en lo estético es Meirelles,
que es como un Movilla pintón al que no le falta un estilismo. Todos los que
nos preguntábamos de qué coño iba Ramos este verano ya lo tenemos claro: de
Meirelles.
El resto de Portugal tenía a tíos peinados como Ricky
Martin, pero luego defendían con alevosía, soliviantando a los comentaristas de
telecinco.
Luis Aragonés tenía la teoría de los pasillos de seguridad,
que venían a ser las líneas de fuerza tácticas de un equipo. Sus vigas. Del
Bosque ha tirado tabiques y se ha hecho un loft de seguridad. Todo el puto
equipo, con perdón, es una organismo flotante y controlador. Hoy, sin embargo, y
como en el fondo es un vanidoso, le dio el ataque de entrenador y a modo de
flor amarilla en el ojal salió con Negredo de delantero, cuyos andares y pataje
zurdo me recordaron al entrañable Salva Ballesta, uno de los últimos
representantes de La Furia. Me imaginé a Salva pilotando un reactor, mitad Torrente,
mitad Cruise, sonriendo desde lo alto con su casco rojigualda.
Como enfrente estaba Cristiano, había muchas animosidades inexplicables.
Lo que antes fue el mourinhismo, luego convertido en maurinhismo, ha devenido
en esta eurocopa en moutinhismo, por agarrarse a algún clavo, y los
antimadridistas exagerados la han tomado con esta estupenda Portugal, que ha
hecho un fútbol la mar de digno.
Además de los madridistas, Portugal tiene un equipo muy
estimable. Un portero de nombre impresionante, Rui Patricio, centrocampistas versátiles
y modernos, un nueve de un clasicismo irreprochable y cosas como la primera
zancada de Nani, tranco caballuno de perturbador efecto, un reserva llamado
Custodio o una especie de nuevo e incontenible Geremi apellidado Varela.
La primera parte se desarrolló con poco fútbol. La espesura
española. La decadencia de Xavi, la inadvertencia de Xavi. Le estoy
descubriendo a estas alturas. Juega con el culo bajo y el cuello alto, como el
avestruz. Con su paso de avestruz va girando respondón sobre sus pasos. Tras él, “de
líbero alemán” (¡lo que le faltaba, el rollo berlinés!) Xavi Alonso, y muy
cerca Iniesta y Silva. Entre líneas, como un la, y los tres juntos un lalalá.
Pero Xavi no es lo que fue y su fútbol parece apagarse. Aún juega de primeras
para Iniesta (como en la canción: un audífono yo, un audífono tú, para escuchar
toda la música de su fútbol), pero a veces, entre las embestidas de los
Meirelles, Xavi parecía desconcertado, como un perro al que alumbrasenlos faros
de un coche en medio una carretera nocturna.
El centro del campo español, tricotoso, seguía hilvanando
lo que luego se deshilachaba y de repente:
-¡Pepe se ha chivado!
Las cosas de los comentaristas. Portugal, claro, quería ganar y parece que se
criminalizaba su empuje. En medio de unos dimes y diretes, Coentrao, con mechas
rubias y botas rosas, se echó la mano al paquete mirando a Reina, el speaker,
que se encorajinó:
-Coentrao tiene picores en sus partes.
¡Le habían sacado ladillas a Coentrao!
Se iniciaba la segunda parte y las cámaras enfocaban a Del
Bosque, que se hacía una mascarilla con las manos. Al lado, Toni Grande,
alopécico frontal (esa calva es como una trepanación capilar), que nos permite
fantasear con que a Don Vicente le entrase un berrinche y nos lo pudiese mandar
a hacer de Karanka el resto de la eurocopa.
Morientes insistía con sus comentarios en “ganar la
superioridad” y a mí eso me parecía muy triste, pues qué pena que el fútbol
(este fútbol bueno del tiquitaca) sea como todo en la vida: acoso de una
mayoría circunstancial, rito de manada. Pero sí, a lo que parece, el fútbol es
que uno se quede en inferioridad, como en los atracos.
A Alba, lateral chispeante, le seguían pegando en
semifinales. Tiene este jugador unos mofletes y un algo que provoca el deseo de
agresión en el rival.
Entrada la segunda parte, Del Bosque movía el banquillo y
sacaba a Cesc del brazo, arengándolo como si le estuviese cantando una romanza.
Se iba un nueve, Negredo, y entraba un falso nueve y ya la gente se iba
sugestionando:
-Oye, ojo, que estamos con falso nueve.
El falso nueve genera una expectativa, invoca la aparición
de un nueve fantasmal, es la ouija del nueve, el gran anhelo del nueve
incorpóreo. El falso nueve es que todos sean el nueve, acabar con la unicidad
del nueve. Por eso, fue salir Cesc y sentirse amenazado Almeida, que empezó a
chutar desde cualquier sitio. El tiquitaca ha democratizado el gol y el nueve
ya es como un Victor Mature en el cine, una cosa antigua y como para señoras
mayores. El gol ya no es un personalismo, es una obra conjunta, de un coro
cogido de la mano y avanzando entre hosannas.
En ese nerviosismo de Almeida vi yo claro que ganábamos.
Iniesta empezaba a sacar su molinillo y con Cesc formaban
un lío. Soberbio, Pepe, lo atajaba y estiraba los brazos con las palmas
abiertas, con desesperación de cantaor. Pepe, cuando ordena la defensa, tiene
lo de Hierro: gesto de bulería.
Xabi Alonso intentó el gol de Pelé (¡y menos mal que no lo
metió! ¡nos miraría aún más!) y Xavi chutó desde fuera del área. España se
estaba desmelenando. Morientes apuntaba técnicamente que cuandose chuta con el
empeine el balón, como un loco, “puede salir por cualquier sitio”. ¿No será el
tiquitaca la racionalización de ese balón imprevisible?
A Cristiano, que había salido repeinadísimo, se le caía un
rizo. Ese rizo perfecto descolgado, media luna renuente en el alba de su frente
enjoyada, era el triunfo de la defensa española, pero también embellecía su
rostro aceituno. Qué duda cabe.
Cuando el rizo de Cristiano era ya un alfanje, España tenía
en las alas a Pedrito y a Navas, gaviota al viento.
Portugal tuvo alguna contra, pero el partido tenía
demasiada consistencia todavía y la prórroga parecía inevitable. Quizás si
España hubiera salido con las bandas –Arbeloa al llegar arriba se enreda en los
rivales como en la puerta giratoria del hotel- el partido se hubiera resuelto
antes. España no pudo marcar, pero generó su mejor fútbol al final, no sé si
por cansancio del rival o por ese desapasionamiento que tienen ahora las
prórrogas (ya no tienen el patetismo de las rampas y los correcalles), que
España acrecienta con su fútbol aplomado, pero lo más intenso y hermoso lo hizo
España al final. Pedro volaba, los jugadores se doblaban e Iniesta buscaba
espacios con su pierna derecha como un maestro de esgrima que diese el toque
mortífero al rival. Aún entonces, Morientes no pedía el gol, sino el último pase
-que así llamaba Menotti al gol: pase a la red- y en los futbolistas la
cercanía del final parecía reforzar la fe en darse pases. Ahí ya ve uno el
delirio fanático, pero también la convicción emocionante. El rondo en la propia
área en el minuto 110 levantó el rugido de la pantalla gigante de mi barrio.
Éramos un algo desatado alrededor de la fe de tocarla mucho. El tiquitaca
agónico de las prórrogas es lo mejor de esta España, su arrebatada frialdad, su
tiquitaca postrero cuando el rival está desencajado. No he visto nunca un
equipo que se sistematice y ordene tan impecablemente cuando los periodistas
gritan como urracas castellanas la palabra épica, épica, épica.
Pero al final faltó el remate y llegaron los penaltis, que
ya de mucho antes preocupaban a Sara, haciendo que por primera vez preguntara
ella:
-¿Cómo tiran los penaltis los portugueses?
Esa pregunta es el gran triunfo de la Calaf, el predominio
del interés de novia al interés de periodista, pues la noticia estaba muy lejos
de ser aún los penaltis.
En el sorteo, Cristiano e Íker. El moutinhismo implacable
con su líder luso (luso, mas no lúser) y de repente un estruendo en el público
español. Nadie sabía por qué, y era que el árbitro había sacado un euro y claro…
En el público, un español repetía el gesto de Del Bosque de
hacer con las manos una mascarilla de oxígeno. ¿Por qué no lo intenta Rajoy en
un G20?
De los penaltis, por no extenderme, la forma en que Ramos se
salió de ser un Cardeñosa para los restos con la chulería del Panenka (que es
como la puntita). Antes del penalti, justo antes, Castaño daba el concreto
enunciado de periodismo que sabe de qué está hablando:
-Los tiene bien puestos Ramos, eh.
Y la seguridad que teniamos todos de que Íker, con su
inexplicable predestinación de ungido, nos ganaría la tanda. La tranquilidad en
el semblante de este chico es algo que ni Michael Jordan, que necesitaba un
chicle. ¿Qué hace con sus pulsaciones Casillas? ¿Dónde las mete?
Creo que la miradade Casillas de esta noche es historia del
deporte. La tranquilidad desarmante del pistolero. A veces esa serenidad se
imposta, pero hoy no. El rival se acercaba y al levantar la cabeza se
encontraba con un Doc Hollyday o un Wyatt Earp que en pijama amarillo le hacía
desear salir corriendo.
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