YO PITARÉ
Esta noche se juega la final de la Copa del Rey, trofeíllo pintón,
escenográficamente vistoso con el que acaba el tostón del fútbol. El dios del
balón o quizás Mou o las ganas de ganar a Mou han querido que últimamente a
este partido postrero lleguen buenos equipos. No pudo estar el Madrid, cosa de la que me alegro aunque sólo sea para que se jodan los maurinhistas, que seguirían con
su prosa mecánica y fascista comparando a Mou con Moisés, Grace Kelly o
Galileo, pero están el Barcelona muriente de Pep (el Pep, ya siempre para mí el
Pep) y el Athletic de Bielsa, ese entrenador de cabeza napoleónica y aspecto melancólico,
que sufre por parte del Segurolismo algo parecido a lo que Mou sufre del
Maurinhismo.
Bielsa tiene ese cabezón que se le vence en plan bebé o
niño chico porque es que está soportando el peso de la prosa bielsística, que
no le deja al hombre ni descansar de sí mismo. Nos caiga mal o bien, el caso es
que el Athletic ha sigut un tros d’equip que dicen en la tierra del buen fútbol.
El Athletic ha alegrado el campeonato y el Barcelona quizás
despida una trayectoria histórica, única. Es una final hermosa y hasta podría
justificar perderse el Deluxe. El equipo de Bielsa, no tanto quizás por Bielsa
como por los tres o cuatro jóvenes jugadores a los que se adivina potencial, ha
sido eso que ya casi no hay: un equipo al que ver olvidándose del forofismo,
por la simple expectativa. Es un equipo al que se ve eróticamente, despojándolo,
desnudándolo, fichándole a Martínez, Muniaín, Llorente…
Algunas “plataformas” –extraños entes, las plataformas-
promueven una gran pitada reivindicativa, nacionalista y antiespañola cuando
suene el himno (¿he dicho himno? El Himno, tengo problemas porque últimamente
estoy llenando de mayúsculas todo lo que escribo. Siento que a cada rato
degrado las cosas y empiezo a querer restituirlas con la mayúscula. La
mayúscula como nueva corrección política, no como algo antiguo, sino como una
nueva modernidad). A esta tontá ha contestado la reserva espiritual de
occidente, la Santa Juana del liberalismo este que tenemos que nacionaliza
bancos y sube impuestos y chapa medios. Doña Esperanza Aguirre, especializada
en “no tener complejos”, en un rasgo muy francofoní ha pedido que si eso ocurre
se suspenda el partido. Y esta ocurrencia puede interpretarse desde el punto de
vista del fútbol –podría abortarse una semifinal mundialista con esta soberanía
renacida del tribunero- o desde el punto de vista más general de la política y
el sentido común. Ciertamente esta pitada tiene algo jodido, y es que no hay
defensa y será un minuto eterno. No es como cuando los italianos pitaban a
Argentina y Maradona podía defender el orgullo jurando en Arameo ante la cámara.
Aquí el español sentido estará maniatado. Será como esas pelis porno en que al
marido lo atan mientras otro se tira a su señora esposa. Y ante eso o se
desvive uno y se le llevan los demonios o… ¡o disfruta con el morbo voyeur y
swinger!
Y eso haré yo. Por un lado, porque el pitido es
purificador, como una catarata del Niágara del sonido, purificando la noche
madrileña, dándole a la noche madrileña un soplo distinto, ajeno -¡gran logro
del fútbol, llevar el discurso político de allá acá!-, llenándola de miasmas
libertarios de pluralismo troglodita y nacionata. Por otro, porque hay que
disfrutar el ultraje con la superioridad del hombre que se sabe dominador y
libre y que seguro de si mismo, disfruta de la posesión ajena de su fetiche.
-Sí, silbe usted, sople usted, desgañítese usted, que yo
disfrutaré morbosamente en mi superiodidad de dueño
EL nacionalismo nos va a hacer de garañón con antifaz en el
club nocturno y vicioso de los nacionalismos y no nos deberíamos perturbar (¡si
acaso…!).
Ese espectáculo de la nueva violencia. Si en los ochenta
fueron las patadas voladoras, en esta noche serán los decibelios agudos del
pitido. ¿Cómo pitarán?
¿Es acaso éste el momento para confesar que yo no sé
silbar? Yo silbo finamente, yo sólo sé silbar a la chavala que me viene cerca,
el silbido campestre fue un arte menor que nunca pude aprender.
¿Quién silba? ¿Qué es eso de silbar? El silbido es casi por
definición y po cuestiones naturales algo fugaz, del momento, con una razón de
ser cortísima, pero estos señores van a prolongar artificialmente el silbido
durante un minuto, arriesgando incluso la vida.
Urtains del silbido, poniendo el ceño furioso del que silba
o metiéndose los dedos en la boca y soltando la baba silbadora.
Yo silbaré por solidaridad un rato, pues es un ejercicio
que desfonda y que aclara las cosas. ¿se puede odiar una cosa tras silbarla un
minuto y medio? Yo quiero sostener que ese silbido va a ser un largo beso.
El pitido del estadio va a atraer al Calderón todos los
perros vagabundos y a todos los descarriados de Madrid y los grandes
nacionalistas morbosos de la españolidad quizás descubran el placer negro,
gozoso, culpable y vedado de que se le tiren a uno la Patria en absoluta
indefensión.
(Este textillo es mi primer textillo no laboral escrito con
Garamond, letra que recuerda a un local de copas. El mayusculeo moderno y el
baile tipográfico son las dos cosas más importantes que me han sucedido “intelectualmente”
en los últimos días. Tal es el nivel).
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