EL VIEJO BALNEARIO
Ramoneda ha advertido: "La derecha tiene un historial muy bestia en este país". Algo sabe, Ramoneda, que se ha tirado años haciendo El Bestiario para la cadena ser. Los bestiarios es lo que escribe la gente cuando se indigna y se cansa del hombre. La ciencia, que deja a las humanidades siempre outré, ha explicado que los animales tienen comportamiento democráticos. Conociamos el rebaño, el gregarismo animal, pero no su componente de consenso, por el que los antílopes se comportan como diputados constituyentes. Así las cosas, la tradición bestial derechista de la que habla Ramoneda sería -pese a Cascos- sólo una tradición de consenso y democratismo.
Los pelmas de UPyD y los cínicos de la red se ríen y hablan del PPSOE, pero no saben que ya hubo un Partido Social Popular, que fue germen de todo el corporativismo con el que acabó la tecnocracia. Ahora, precisamente, que Monti organiza un gobierno con cálculo diferencial, homenajeamos nosotros al último tecnócrata de aquí, Chimo Bayo, que vestido de soldador futurista se adelantó a la Macarena con un trabalenguas que formulaba la poética del hedonismo pobre de las discotecas. Hemos exportado al mundo dos estribillos intraducibles.
El Estado del Bienestar ha sido un corporativismo liberal, pactista y meapilas, y cada vez que un chino o un negro se ha puesto a fabricar algo, cada vez que el mundo se ha agrandado, Europa ha visto temblar sus bases civilizatorias. A Europa le tocará repensarse, pero no con el elitismo romántico y discursivo de hace unas décadas, sino con urgencia y desesperación -el europeísmo será arrimarse-: "Europa es la solución", ha dicho un Zapatero que zozobra sobre las dinámicas tectónicas de la soberanía, las mismas que nos hacen ver su Estatut como una vieja ordenanza municipal. El Estado liberal europeo es una delicadeza de los viejos tiempos, un anciano elegante y ponderado, sin aparente lugar en el mundo. Como Marcello Mastroianni en Ojos Negros, dulce, melancólico y formal en un balneario que hay que preservar a toda costa. Inmensa belleza civilizatoria de los mármoles blancos, de los silencios memoriosos frente al Mediterráneo.
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